Ceuta y Melilla

Así Es el ‘Alien’ de los Mares Profundos

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Cuando el buzo Sergio Guzmán se sumergió en las aguas de Ceuta para comprobar si en las redes de la almadraba había pescados que merecieran la pena, no podía imaginarse que ese lunes 4 de octubre de 2021 iba a pasar a los anales de la biología marina mundial como el día histórico en que un grupo de pescadores y biólogos capturaron vivo el mayor pez registrado jamás en España y en todo el Mediterráneo. Y no sólo eso: el pez luna de la especie Mola alexandrini es el pez óseo más colosal que existe en el planeta Tierra, y el ejemplar que esa mañana iban a encontrarse en el Estrecho de Gibraltar está entre los tres más grandes medidos en el mundo.

Sergio Guzmán, de 45 años, es el jefe de los cuatro buceadores de la almadraba de Ceuta, un arte de pesca tradicional y sostenible usada desde hace tres mil años por fenicios, griegos y romanos. Sus redes forman una gran trampa de 300 metros de largo y 40 de ancho, con una boca de entrada de 7 metros. La estructura de este corral se ancla al fondo y se dispone en paralelo cerca de la costa, en este caso, a 150 metros de la playa del Chorrillo de la ciudad autónoma española de Ceuta. Su boca mira al Este, hacia Marruecos y el interior del Mediterráneo, de donde proceden los peces migratorios, sobre todo melvas, que capturan en su viaje hacia el oeste camino del Atlántico. El diámetro de su malla, de 60 centímetros, deja escapar a los peces chicos y atrapa a los grandes.

El trabajo del buzo es examinar cada día la almadraba de la empresa Fraimartin para comprobar si hay peces suficientes para realizar una levantá, que es cuando una veintena de pescadores apostados en barcos tiran de las redes del copo central de la trampa para recoger la captura. Pero Guzmán, comprometido ecologista, tiene una segunda misión: anotar el número y tamaño de los peces y tortugas atrapados en la almadraba (y liberados inmediatamente si están protegidos o no son de uso comercial), para pasarle la información a Enrique Ostalé-Valriberas, coordinador de la Estación de Biología Marina del Estrecho, establecida en Ceuta por la Universidad de Sevilla.

El gigantesco pez luna, colgado de dos grúas durante la operación de estudio y rescate.


El gigantesco pez luna, colgado de dos grúas durante la operación de estudio y rescate.

Enrique Ostalé-Valriberas. Estación de Biología Marina del Estrecho de la Universidad de Sevilla (Ceuta)

Esa mañana, Sergio Guzmán se echó al agua con su equipo básico de buceo y se puso a escrutar la pesca del día. Entonces, junto a melvas, albacoras, sardas y peces limón, vio «una sombra blanca que se movía». Reconoció que era un pez luna, como otros miles de ejemplares que ha contado dentro del estudio sobre esta especie declarada vulnerable en el que colabora con los biólogos Enrique Ostalé, de Ceuta, y Lukas Kubicek, de Suiza. Se dio cuenta de que este pez era grande, pero no hasta qué extremo.

«¡Era un mastodonte!»

Avisó a puerto para que vinieran los barcos a ayudarlo a sacar el pez del cerco y arrojarlo al mar. También alertó al biólogo Ostalé, un ceutí de 36 años criado en el barrio de Benítez, para que viniera corriendo: la captura parecía excepcional. En el agua, con los pies apoyados en las redes, el buzo luchaba a brazo partido para rodear el cuerpo del animal con eslingas y sacarlo del mar, colgado de una grúa. El agua trepidaba con las sacudidas de los peces arremolinados, teñida de rojo sangre, porque «las melvas se desangran por las branquias» de forma espontánea cuando están en peligro.

«Le metí la mano en la boca sin darme cuenta, y el animal me la apretó por instinto», dice el buzo Sergio Guzmán

La marca del bocado accidental del pez luna.


La marca del bocado accidental del pez luna.

Sergio Guzmán

En esa masa de vida en ebullición, tratando de sujetar al pez luna en medio del banco de melvas ensangrentadas, Sergio Guzmán por poco se queda medio manco. «Le metí la mano derecha en la boca sin darme cuenta y el animal me la apretó por instinto, no porque quisiera atacarme. Menos mal que tenía yo el puño cerrado. Pegué un grito y la saqué», dice a EL ESPAÑOL | Porfolio sobre el accidentado encuentro entre el hombre y el coloso del mar, que es, por lo demás, inofensivo.

Cuando por fin pudo colocarle las maromas y lo vio salir del agua colgado del cable de la grúa, se quedó boquiabierto, como los veinte pescadores, el coordinador de la Estación Biológica y otro puñado de biólogos que presenciaron el tremendo hallazgo. «¡Era un mastodonte!», exclama emocionado el buzo.

Estación de Biología Marina del Estrecho de la Universidad de Sevilla (Ceuta)

Estación de Biología Marina del Estrecho de la Universidad de Sevilla (Ceuta)

Secuencia de la operación para devolver al mar el histórico pez. A la derecha, el buzo Sergio Guzmán.


Secuencia de la operación para devolver al mar el histórico pez. A la derecha, el buzo Sergio Guzmán.

Enrique Ostalé-Valriberas. Estación de Biología Marina del Estrecho de la Universidad de Sevilla (Ceuta)

El biólogo Enrique Ostalé corrobora su asombro al encontrarse ante un animal extraordinario no sólo por su tamaño, sino por su fisionomía tan especial. Mientras que la evolución de los peces ha tendido a afilar sus cabezas y alargarlos cuanto mayor es el tamaño de su especie, explica el biólogo, la anatomía del pez luna, por el contrario, parece desafiar esa lógica con su aspecto prehistórico.

Redondeado y con una protuberancia en la cabeza, su estampa recuerda, como su nombre en español indica, a una gran luna grisácea, como una piedra de carne con aletas, con dos grandes ojos estupefactos y una boquita muy pequeña para su corpachón. En inglés lo llaman sunfish, pez sol, lo que alude también a su redondez, a su tamaño y a su reflejo solar cuando asoma a la superficie flotando de lado (se ha visto a peces y pájaros posándose encima para comerse sus parásitos).

Hay en su cara algo extraterrestre, encantadoramente extraño, como expresa el biólogo: «A mí me recuerda a un alien«. Un alienígena, un bondadoso ET marino que es del todo manso con los humanos y cuya vida aún está rodeada de preguntas sin responder. Ostalé tenía ante sí una oportunidad única para estudiar en pocos minutos un ejemplar fuera de serie antes de devolverlo al mar.

Tamaño y peso

Tanto pesaba, recuerdan el biólogo y el buceador de la almadraba, que tuvieron que sujetarlo con las grúas de dos barcos pesqueros, porque una sola no bastaba y la primera embarcación se inclinaba por el peso. «Era un momento de tensión: el animal en la grúa, el barco se escoraba, Sergio debajo del bicho… Todo duró diez o quince minutos. Le tomamos muestras de ADN, le hice fotos y un vídeo, lo medimos y lo pesamos. Pero como la báscula tiene un límite de mil kilos, y el animal superaba el tope, no pudimos saber cuánto pesaba de verdad», rememora Ostalé. «Les dije, ¡cuidado, cuidado, que revienta la báscula!», acota Guzmán.

«Superaba al tope de mil kilos de la báscula y no pudimos saber cuánto pesa de verdad», dice el biólogo Enrique Ostalé




El rescate en Ceuta del mayor pez óseo del mundo.

Estación de Biología Marina del Estrecho (US)

Por su morfología y su tamaño supieron que se trataba de un pez luna de su especie mayor, Mola alexandrini. El pez luna, Mola en su nombre científico en latín en referencia a su perfil redondeado como muela de molino, forma la familia de los mólidos (Molidae), que tiene hasta el momento cinco especies, entre ellas Mola mola (la más común y de tamaño menor) y Mola alexandrini, que es no sólo el mayor pez luna de la familia sino el mayor pez óseo que existe vivo, es decir, que tenga un esqueleto de huesos, a diferencia de tiburones o peces rayas, cuya estructura es de cartílago.

El biólogo Lukas Kubicek, uno de los mayores expertos, se perdió el hallazgo por tres días: debía venir el jueves para su campaña anual de mediciones en Ceuta de peces luna y al apacible monstruo lo encontraron el lunes. Kubicek explica desde Suiza por qué este ejemplar es histórico. Como los miembros de su especie, su curiosa morfología es más alta que larga: mide 290 centímetros de largo (de boca a cola) y 320 de altura (de aleta dorsal a aleta anal). El peso no se sabe con exactitud, porque excedía la capacidad de la báscula, pero cree que rebasa las dos toneladas. Como cuatro toros bravos de lidia.

El mayor Mola alexandrini con peso y dimensiones registradas, incluido en 2019 en el Libro Guinness de los récords, es el ejemplar encontrado el 16 de agosto de 1996 frente a la costa de Kaogawa, en Japón. Tenía 272 centímetros de longitud y 2.300 kilos de peso. Es decir, el pez luna de Ceuta supera en 18 centímetros la longitud del pez más pesado registrado nunca, lo que fundamenta la hipótesis de que, si hubieran podido pesarlo con precisión, habría rebasado las 2,3 toneladas.

Un ejemplar de la especie gigante de pez luna 'Mola alexandrini' en aguas de Japón.


Un ejemplar de la especie gigante de pez luna ‘Mola alexandrini’ en aguas de Japón.

Cedida por Lukas Kubicek

Pero el récord de tamaño, que no de peso, explica Lukas Kubicek, lo tiene otro ejemplar capturado en 2004 cerca de la isla japonesa de Aji, de 332 centímetros; en ese caso, no pudieron pesarlo. «Así que el Mola alexandrini de Ceuta, que midió 320 centímetros de altura, se queda a 12 centímetros del récord mundial. Pero es el récord histórico del Mediterráneo», destaca Kubicek.

Prohibido su consumo

Dice el investigador suizo que le parece «incomprensible que buzos y fotógrafos submarinos vuelen alrededor del mundo hasta Nusa Penida, en Bali, para encontrarse con peces luna», cuando podrían verlos en Ceuta, en la punta sur del Estrecho de Gibraltar, adonde él viene cada año desde 2006 para recopilar datos en la almadraba. «En 2007 contamos en Ceuta 1.100 peces luna en cinco días», dice sobre la abundancia de Mola mola en este lugar.

Pero la Unión Europea prohíbe su pesca comercial desde 1991 con el argumento de que está relacionado con el pez globo, que puede contener la toxina nerviosa tetrodotoxina TTX. Sin embargo, Kubicek cuestiona esta prohibición en vigor: «Nunca se ha probado en trabajos científicos la presencia de TTX en el pez luna».

El experto Lukas Kubicek señala que, a diferencia de Europa, en Taiwán y Japón se come el pez luna «sin problemas» 

Cuenta que su carne blanca y gelatinosa, «difícil de conservar», se ha consumido en Italia (por ejemplo, en Camogli y Sicilia) y se sigue comiendo «desde hace siglos sin problemas» en Taiwán y en Japón. «Los pescadores de los puntos calientes de peces luna en Europa no están contentos cuando tienen que arrojar hasta 500 al mar todos los días para separar el pescado vendible de la captura incidental«, expone el científico.

Lukas Kubicek, arriba a la derecha, rescatando con pescadores un pez luna anterior, de menor tamaño.


Lukas Kubicek, arriba a la derecha, rescatando con pescadores un pez luna anterior, de menor tamaño.

Estación de Biología Marina del Estrecho de la Universidad de Sevilla (Ceuta)

Ojos apuñalados, aletas cortadas

Mutilaciones. Lukas Kubicek relata la cruel mutilación de la que ha sido testigo en otros lugares. Convencidos de que los peces luna son capaces de regresar una y otra vez a la red, entorpeciéndoles así su trabajo, «algunos pescadores les apuñalaban los ojos o les cortaban las aletas para que no volvieran». Para evitar esta práctica, a Kubicek se le ocurrió marcarlos con etiquetas y prometió «una recompensa de hasta 40 euros a cada pescador que volviera a pescar un pez luna marcado».

Así les demostró que no era cierto que la mayoría volviera. «De más de 100 marcados, sólo uno fue capturado nuevamente después de dos días». Subraya que los pescadores de Ceuta «siempre tratan correctamente al pez luna y lo sueltan ileso, a diferencia de en La Azohía [pedanía de Cartagena, en Murcia], donde los arponean con garfios y los arrojan heridos al mar».

¿Qué come el pez luna? Por su pequeña boca entran crustáceos, peces pequeños, algas, medusas y salpas, detalla Kubicek, que destaca su «extremadamente alta tasa de crecimiento». Cuenta el caso de un pez luna que vivía en el Acuario de Monterrey, en California. «Aumentó de 26 kilos a casi 400 kilos en 14 meses y lo tuvieron que arrojar al mar en helicóptero porque el acuario se le quedó pequeño».

Un pez luna de la especie 'Mola mola', nadando en el Pacífico, frente a la costa de California.


Un pez luna de la especie ‘Mola mola’, nadando en el Pacífico, frente a la costa de California.

Mike Johnson

«Lo fascinante», agrega Kubicek como otro dato asombroso, es que los más grandes tienden a alimentarse de «medusas y salpas, que se componen principalmente de agua y, en realidad, no son grandes proveedoras de energía; cómo los grandes peces luna mantienen su equilibrio energético es uno de los grandes misterios de la biología».

Sobre si el pez luna puede ser un indicador del calentamiento global, dice que «no está claro». «Hay datos de su presencia en Noruega e Islandia hace cien años, por encima de los 70 grados de latitud norte, más allá del círculo polar ártico», explica. El experto recomienda convertir el pez luna en un atractivo turístico para mejorar la economía de la almadraba de Ceuta, como en Italia y Japón, donde «turistas y buceadores pagan para fotografiarlo».

La gran defensora

Kubicek y Ostalé son autores de un capítulo de la biblia del pez luna, el libro The Ocean Sunfishes: Evolution, Biology and Conservation, coeditado en 2020 por la doctora en biología marina Tierney M. Thys, que en su página oceansunfish.org recoge los avistamientos en los mares de casi todo el mundo donde vive este pez migratorio. La experta estadounidense revela que el descomunal ejemplar de Ceuta es una hembra, porque no se han encontrado machos de más de dos metros, y calcula que tiene «al menos 20 años», aunque podría ser mucho más vieja, porque «es difícil establecer la edad» de esta especie.

El ejemplar de Ceuta tiene al menos 20 años y es hembra, pues no se han visto machos de más de dos metros, dice Thys

Dice Tierney Thys que el animal al que consagra su vida es capaz de recorrer grandes distancias, como prueba un ejemplar etiquetado que recorrió 6.952 kilómetros desde Taiwán a Nueva Caledonia, y también de bajar a gran profundidad, como otro que ella registró a 1.112 metros en las islas Galápagos. Otra de sus características fabulosas es cómo nada, tumbado. «Parece aparatoso, pero en realidad es un gigante ligero, capaz de desplazarse con movimientos sorprendentemente gráciles, como batiendo las alas. Al volar de lado como un pájaro con sus largas aletas dorsal y anal, los Mola son las únicas criaturas marinas conocidas que generen su movimiento de esta forma», dice Thys.

La bióloga marina Tierney Thys, a la derecha, con un pez luna de la especie 'Mola ramsey' en las islas Galápagos.


La bióloga marina Tierney Thys, a la derecha, con un pez luna de la especie ‘Mola ramsey’ en las islas Galápagos.

Cecida por Tui de Roy / Roving Tortoise Photos

¿Cuáles son los misterios sobre los peces luna? «Nadie sabe dónde desovan estos gigantes, eso es un gran misterio. El único ejemplar de larva (de 5 milímetros) verificada genéticamente como de Mola alexandrini se encontró en la costa de Nueva Gales del Sur, en Australia, por lo que esa puede ser una de las áreas de desove», dice Thys. Su hipótesis es que los peces luna del Mediterráneo probablemente se reproducen cerca de donde encontraron el ejemplar de Ceuta. Tampoco se sabe bien cuántos hay, cuánto viven. Viajan en grupo cuando son jóvenes y de adultos se vuelven navegantes solitarios, algo que les beneficia porque así es más difícil que los pesquen, aunque a la vez complica su estudio, recalca la bióloga.

El asombro que despierta el pez luna gigante de Ceuta tiene su reflejo en los ojos igualmente asombrados del animal, dice Thys con entusiasmo. «Para mí, estos colosos son la encarnación de la maravilla. Y parece que nos miran tan perplejos como nosotros a ellos. Este ejemplar es un colosal recordatorio de que nuestros océanos todavía guardan muchas sorpresas misteriosas, incluyendo la megafauna marina que nos deja boquiabiertos. Los cabezones gigantes como este pez luna pueden actuar como poderosos embajadores para estimular nuestra curiosidad, inspirar una mayor comprensión y alimentar el deseo del público de ayudar a nuestros ecosistemas marinos, que son el sostén vital de nuestro planeta».




El pez luna gigante de Ceuta vuelve al mar.

Estación de Biología Marina del Estrecho (US)

Después de tenerlo quince minutos colgado en el aire, consiguieron sacarlo fuera de la almadraba. Enrique y Sergio se lanzaron al agua para acompañar al gigantesco pez luna hembra mientras se recuperaba y echaba a nadar, después de su agitado encuentro en la tercera fase con los humanos. Ostalé pudo grabarlo unos segundos con su cámara acuática. En las imágenes, se ve al otro buzo acariciando al animal. El «alien» plácido se desplaza con suavidad y enseguida se pierde hacia las profundidades del Estrecho.

El tesoro natural del estrecho de Gibraltar

Los pescadores de la almadraba de Ceuta de la empresa Fraimartin.


Los pescadores de la almadraba de Ceuta de la empresa Fraimartin.

Estación de Biología Marina del Estrecho de la Universidad de Sevilla (Ceuta)

Cetáceos y peces pelágicos. El estrecho de Gibraltar, donde han encontrado al fabuloso pez luna gigante, es un enclave de máxima importancia natural porque aquí se unen las áreas Lusitana, Mauritana y Mediterránea, destaca José Carlos García Gómez, catedrático de Biología de la Universidad de Sevilla (US) y director de la Estación de Biología Marina del Estrecho (Ceuta). Esta valiosa región «tiene endemismos propios y es escenario de migraciones de aves, cetáceos (como el rorcual común) y peces pelágicos (como el atún rojo)», resalta.

Además, el Estrecho es «el gran pulmón hidrológico del Mediterráneo» pues por aquí penetra desde el Atlántico «entre 20 y 40 veces más agua de la que se pierde en este mar por evaporación». Las corrientes «renuevan por completo el agua del Mare Nostrum en periodos aproximados de 80 años».

Este «punto caliente» de la biodiversidad está siempre expuesto a riesgos de accidentes ambientales por ser uno de los que registran más tráfico marítimo del mundo, alerta García. Recuerda que la franja norte es Parque Natural Marítimo-Terrestre desde 2003, de Algeciras a Tarifa, y que desde 2006 integra la Reserva de la Biosfera Intercontinental del Mediterráneo, un millón de hectáreas que conecta el sur de España con el norte de Marruecos.

Desde hace más de treinta años, el Laboratorio de Biología Marina de la US que también dirige García investiga la biodiversidad del Estrecho, vigila los impactos ambientales (incluido el calentamiento global) y detecta especies invasoras, como el alga Rugulopterix okamurae, que está causando estragos. Con el Laboratorio y la Estación colaboran la entidad Gran Azul, el gobierno de Ceuta y la almadraba ceutí, ejemplo de pesca sostenible.


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