C. Valenciana

Emergencia energética versus protección del suelo

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Uno de los primeros sistemas fotovoltaicos instalados en la comunidad, en el municipio de Onda. / LP

El debate sobre la ubicación de las instalaciones fotovoltaicas enfrenta los intereses de ayuntamientos y vecinos con los de las empresas del sector de las energías renovables

Las leyes aprobadas por las administraciones central y autonómica para acelerar la implantación de plantas de energías renovables provocan, por un lado, la presentación de un gran número de proyectos en la comunidad, que a su vez provocan el rechazo por parte de ayuntamientos y colectivos, en prácticamente todo el interior, lo que creen afecta a la agricultura y su patrimonio natural.

Dado que las movilizaciones han ido alertando del impacto negativo de estos proyectos en sus respectivas zonas, los organizadores siempre han dejado claro que no están en contra de las energías renovables. El problema está en la ubicación y piden que en este caso se corrija el decreto legislativo del Consell para regular mejor dónde instalar estos sistemas eólicos o fotovoltaicos para que toda la sociedad pueda beneficiarse de ellos.

El director de la Unión Española Fotovoltaica, José Donoso, niega la falta de regulación y asegura que tanto el ministerio como los ministerios implicados examinan a fondo los proyectos y que no se aprueban los que tienen efectos negativos.

“Los municipios deben cumplir con sus responsabilidades y contribuir a una energía más barata”

De hecho, ayer mismo se publicó en el Boletín Oficial de la Generalitat el rechazo de un proyecto del Ministerio de Economía Sostenible en el distrito de Mutxamiel, tras el informe negativo del Servicio de Infraestructuras Verdes y Paisaje, por la existencia de un activo local relevante menos a menos de 500 metros del sitio de proyección.

Donoso también destaca que ninguna empresa quiere instalarse donde es rechazada y aboga por un consenso entre empresas, municipios y sociedad. “Tratamos de hacer lo mejor. Hemos obtenido un certificado de excelencia que garantiza que no están en espacios resguardados, que no son fruto de expropiaciones, que se integran lo mejor posible en el paisaje y que dejan la máxima rentabilidad posible en la zona”.

El director de la asociación, que agrupa a las empresas fotovoltaicas del país, apela a la emergencia energética y llama a municipios y ciudadanos a “asumir su responsabilidad no para aprobar efectos negativos, sino para ayudar a frenar el cambio y que allí haya energía más barata”. y subraya que el paso a las energías renovables será imposible si nadie quiere tener plantas en su territorio.

Mayor valor paisajístico

El argumento a favor de los precios más bajos de la energía es “una cuestión indirecta” desde el punto de vista académico como el catedrático de Ecología de la Universidad de Alicante, César Bordehore. “Cualquier actividad es lícita, pero es donde corresponde”, dice, enfatizando, “hay lugares donde el valor del paisaje es mucho mayor que el de las placas porque hay muchas otras actividades que se derivan de vivir el paisaje. .»

El problema que se ha presentado principalmente en la Comunidad Valenciana, según Bordehore, es “la avalancha de solicitudes de proyectos de megacentrales que han superado la capacidad de los municipios”. En este sentido, recuerda que la mayoría de los planes urbanísticos no tienen normativa para este tipo de proyectos, como ya han demostrado algunos en las comarcas de la Costera o la Vall d’Albaida, que han optado por la suspensión de las licencias mientras cambia la ciudad tiene planeamiento. planes

“La pérdida de tierras de cultivo fértiles por la placa es indignante tanto desde una perspectiva social como económica”

“Casi todos los municipios, con el fin de atraer inversión e infraestructura, han destinado gran parte de su tenencia como suelo rústico común, y ahora están expuestos a que la mitad de eso se puede llenar con paneles solares”, explica.

El profesor también cuestiona los beneficios que pueden generar en las comunidades donde se ubican estas plantas. “El beneficio para la población es ninguno. Solo para el dueño de la propiedad, que normalmente no vive en la comunidad y recibe una renta de 1.200 euros por hectárea al año durante 25 años”, dice.

También recuerda la importancia de preservar las tierras agrícolas fértiles, porque “es un recurso escaso y que se está agotando” y en la Comunidad Valenciana “al margen de que haya más o menos agua, es uno de los más fértiles”. este terreno fértil a través de las matrículas es indignante tanto desde el punto de vista social como económico», subraya.

Asegura que hay otros terrenos que no tienen valor ni son de interés para la sociedad donde se pueden ubicar, señalando las zonas urbanas, en las azoteas de estacionamientos y edificios, «son más caras para vivir las empresas». de administración, pero mucho más barato para la sociedad y las administraciones tienen que regular por dónde ir porque priman los intereses generales sobre los particulares», concluye.


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