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En Gobierno y PSOE se congratulan de los relevos de los últimos meses, claves, dicen, para eliminar el «ruido«, engrasar la maquinaria y «controlar» el mensaje
Las «disfunciones» con Calvo, Redondo y Ábalos no existen, pero algunos echan en falta más rodaje en el grupo o un «perro de presa» que haga de escudero
Pedro Sánchez emprende viaje hacia la segunda mitad de la legislatura más libre de equipaje. «Más seguro» y con el equipo en el Gobierno, en el partido y en el grupo parlamentario, que «quiere tener«. Surfeando las olas de una coalición que ha sobrevivido al relevo del segundo firmante, Pablo Iglesias, y que, aunque con turbulencias periódicas, pretende llegar a puerto, a finales de 2023. Dos años exactos después de su investidura por la mínima, el jefe del Ejecutivo y secretario general del PSOE afronta los últimos 24 meses (teóricos) de mandato con dos procesos electorales inmediatos, en Castilla y León y Andalucía, poco halagüeños para su partido, y que serán la antesala de la gran competición del año siguiente: autonómicas y municipales y las generales de colofón. La tarjeta de presentación de Sánchez será, insisten los suyos, la gestión, la «lluvia fina» de la labor de gobierno, a lo que ayuda la mayor «coordinación» y cohesión interna. En el propio Gabinete, y entre la Moncloa y Ferraz y la dirección en el Congreso. Sosiego que celebrará este viernes en el primer comité federal del PSOE de este nuevo tiempo.
No han transcurrido aún ni seis meses desde que Sánchez desencadenó la remodelación de su Gabinete, con una hondura inesperada. Cambió el chasis del poder, al destituir a la vicepresidenta primera, Carmen Calvo; al titular de Transportes, José Luis Ábalos —también apeado del cargo de secretario de Organización del PSOE—, y a su director de Gabinete, Iván Redondo. Ascendió a su mano derecha, Félix Bolaños, como titular de la Presidencia y ‘vicepresidente político’ de facto. Hizo entrar a caras nuevas, como las ministras Isabel Rodríguez, Pilar Alegría, Diana Morant y Raquel Sánchez. Encomendó las riendas de la Moncloa a dos veteranos fontaneros socialistas con los que buscó ejemplificar la reconciliación interna, Óscar López y Antonio Hernando.
El líder confirmó a Adriana Lastra como número dos del partido, pero le desagregó la portavocía en la Cámara baja, que concedió al canario Héctor Gómez, y aupó a Santos Cerdán a la jefatura del aparato. Y continuó la catarata de relevos con la confección de la nueva ejecutiva socialista, en el 40º Congreso Federal, en octubre. Un círculo que se cerró con los cónclaves autonómicos sucesivos —todos ya celebrados, salvo el asturiano, aplazado sin fecha por el covid de su líder y presidente del Principado, Adrián Barbón— y con el nacimiento de la nueva agrupación de Madrid ciudad, plaza clave para la carrera electoral de 2023 y cuya cúpula pilota ya Mercedes González, una mujer de su estrecha confianza.
El presidente recompuso su círculo de poder en la Moncloa, confirmó a Lastra y aupó a Cerdán, acometió relevos en el partido y en el grupo y se reconcilió con López y Hernando
Sánchez epató a sus compañeros al remover el corazón de la Moncloa. Calvo estaba más amortizada, pero pocos pensaban que se podía deshacer de Redondo o de Ábalos. Oficialmente, las causas nunca fueron explicadas, más allá de la necesidad de una renovación una vez pasado lo peor de la pandemia. Al extitular de Transportes le pudo pesar el pasto de comentarios internos sobre una presunta vida disoluta, la difícil combinación de tareas orgánicas e institucionales, su sobreexposición mediática, su apariencia de dirigente cansado.
El «giro al aparato» y la falta de «audacia»
Pero él y Calvo eran y son, como recuerda una prominente ministra, «queridos» en el Ejecutivo y en el PSOE (y «se les agradece su trabajo»), a diferencia de lo que ocurría con Redondo, repudiado en el partido y sentido como un intruso, un agente externo cuya obsesión era «anotarse medallas». Él perdió la batalla contra Bolaños por hacerse con Presidencia, y desde su salida de la Moncloa ha intentado hacer valer su versión de los hechos: que fue Sánchez quien le propuso ser ministro hasta en tres ocasiones y que él no quiso porque necesitaba «parar». No ha parado de recalcar el «giro al aparato» acometido por Sánchez, su falta de «audacia«. Observación, por cierto, en la que coincide Iglesias.
La sensación que cunde, consultados relevantes cuadros socialistas de Gobierno, partido y grupo, es que la «coordinación» ha mejorado en estos meses, que la maquinaria está mejor engrasada, un capital fundamental, aunque tal vez no suficiente, para los dos años que restan de legislatura. «Todo el mundo está en línea y trabajando para el proyecto, nadie está pensando en otras cosas. Que estemos de la mano partido, Gabinete, Gobierno y grupo es muy importante para que no haya las disfunciones que antes había», sentencia un ministro.
Las «disfunciones«, que él y otros compañeros citan, eran las disputas entre Redondo y Calvo, las tensiones dentro de la Moncloa, los «esfuerzos» que se gastaban para «apuntarse el mérito» —en alusión al defenestrado gurú de Sánchez—, «cuando el mérito es del presidente y punto». Este ministro de peso incide en que en los últimos meses se está desplegando esa «lluvia fina«: la gestión, pues, para contrarrestar el «discurso apocalíptico de la derecha, rigurosamente falso». Igual que se pone el acento en «decir lo mismo», en lanzar un solo mensaje. Los resultados, subraya, son la aprobación de numerosas medidas, coronadas por los Presupuestos de 2022, los segundos consecutivos, los segundos de Sánchez y de la legislatura, y la reforma laboral pactada con los agentes sociales, cuya convalidación, no obstante, sigue en el aire por el rechazo de los socios y del PP. En la Moncloa se congratulan de que, «poco a poco«, los socialistas van recuperando posiciones en las encuestas.
Clave para afrontar el nuevo escenario también fue el 40º Congreso, que certificó una calma y unidad internas inexistentes por muchos años y que alumbró «un proyecto renovado»
A la recomposición del Ejecutivo se sumó la reconfiguración del partido. Un 40º Congreso que se cerró con una unidad nunca vista y que, para los socialistas, funcionó como una catarsis después de las lacerantes heridas que dejó la defenestración de Sánchez por los notables en 2017 y la guerra fratricida de las primarias contra Susana Díaz en 2017. «Si los cambios en julio fortalecieron al Gobierno y lo reconectaron con la sociedad española, el congreso federal del PSOE en València, en octubre, fue un profundo éxito colectivo, en el que el conjunto de la familia socialista se vio reflejada —opina un presidente autonómico—.
Hacía muchos años, muchos, que el PSOE no gozaba de calma interna y, al mismo tiempo, de fortalecimiento del proyecto político. Eso fue València: un partido unido y un proyecto renovado, con una importante renovación generacional, más mujeres y con la base fundamental del municipalismo». «El partido está compacto y motivado. Pedro ha logrado consolidar consenso y respeto entre clásicos y modernos, en todo el amplio espectro que representa el partido, con sensibilidades distintas», valora una ministra que también está en la cúpula de Ferraz.
El anterior «desierto» en la sede federal
Otro responsable que formaba parte de la ejecutiva saliente y que tiene silla en la actual coincide: «La gente está tranquila, y eso se nota dentro. Los nuevos, en la dirección y en el Gobierno, son solventes, tienen ganas e ideas nuevas y están dedicados al cien por cien». Él y otros dirigentes reconocen que Ferraz, antes del último cónclave, era un «desierto total» por la ausencia de Ábalos, que tenía que repartirse entre Gobierno y partido, aunque en Organización le suplía, como mano derecha, Cerdán, ahora investido ya con todos los galones de jefe. Sánchez ordenó por eso el reparto de funciones y el robustecimiento de Ferraz con vistas al nuevo ciclo electoral.
Distintos interlocutores ven a Sánchez «más tranquilo», «más seguro» después de la crisis de julio, con «más impulso», con el equipo que «quiere tener»
No obstante, hay cuadros en el Ejecutivo y en el partido que perciben ciertas deficiencias en el grupo en el Congreso, un eslabón clave por la minoría parlamentaria del bipartito, capitaneado por Héctor Gómez y Rafi Crespín, también líder provincial en Córdoba. El nuevo portavoz, observa una ministra, «está ganando enteros rápidamente», pero le faltaría manejo en la negociación de los grupos, en la que estaban bregados Adriana Lastra y su dos, Rafa Simancas, desde julio secretario de Estado de Relaciones con las Cortes. Gómez ha priorizado la exposición pública, estrategia contraria a la de su antecesora, más reservada en el trato con los medios. «Habrá quien diga que falta rodaje, pero llevamos tres meses. La carga de trabajo ha sido tremenda y hemos sacado todo adelante», defienden en el entorno de Gómez.
La comunicación sigue siendo, a ojos de algunos, un talón de Aquiles. Se ha ganado en cohesión y no suele haber fugas de mensaje, pero a costa del perfil «más plano» de los portavoces en Gobierno (Isabel Rodríguez), partido (Felipe Sicilia) y grupo (Héctor Gómez). Les falta «fondo de armario», ser «más auténticos«, «menos de argumentario, menos encorsetados», valoran algunos veteranos. En el círculo del líder, sin embargo, ponen el énfasis en su buena imagen y en su aptitud para empaquetar el mensaje que el jefe quiere trasladar. Está, arguyen, «más controlado«. Isabel Rodríguez forma parte de las reuniones de estrategia de los lunes, los maitines, junto a Pedro Sánchez, Óscar López, Félix Bolaños, Adriana Lastra, Santos Cerdán, Héctor Gómez, Eva Granados (la portavoz en el Senado), y los responsables de comunicación del Gobierno y del partido, Francesc Vallès y Maritcha Ruiz.
Existe la convicción de que una maquinaria más engrasada y coordinada, «una dinámica de trabajo sana y eficiente», es más propicia para dar «mejores resultados» también en las urnas
Ministros y miembros de la dirección convergen en que Sánchez, en esta nueva etapa, está «más relajado», con menor «estrés interno«, porque ya «no existe el ruido, el barullo que había antes», «impulsa más, digamos que está todo más ordenado», en palabras de una integrante del Gabinete. «Había piezas que no le encajaban, y por motivos diferentes perdió la confianza en Carmen, Iván o Ábalos, y desde que acometió la remodelación él está más tranquilo, más seguro. Ahora tiene el equipo que quiere tener; tiene el Gobierno, el partido y el grupo que quiere. Se le ve más fuerte y convencido», valora otro ministro muy próximo al líder. «Se respira muy a gusto, hay mucho mejor rollo«, condensa otro miembro del Gabinete.
Dos personas claves
Sin embargo, otras fuentes echan en falta mayor «criterio» y debate político en otros espacios, como la Comisión General de Secretarios de Estado y Subsecretarios (CGSEyS), el órgano que prepara los Consejos de Ministros, y achacan esa carencia a Bolaños, con un perfil de entrada más técnico. En su entorno le defienden y subrayan su faceta también «política«, su cercanía inequívoca con el presidente y su talante más resolutivo, frente a la «verborrea» de su predecesora, Calvo. Otros extrañan «un perro de presa», algún perfil más «agresivo» contra la oposición, un escudero clásico, como lo eran la exvicepresidenta o Ábalos, pero se cree que esas carencias se irán «supliendo».
La coalición afronta la segunda parte de la legislatura con solidez a pesar de las tensiones, pero con el apoyo de los socios cada vez «más caro»
Ese mejor ambiente y una «mejor coordinación» son los ingredientes que los dirigentes consultados creen imprescindibles para afrontar la segunda parte de la legislatura. Lo dice así un alto cargo de la Moncloa: «Una dinámica de trabajo sana y eficiente parece, a priori, más propicia para facilitar mejores resultados». Porque todos los movimientos orquestados por Sánchez están conectados: la entrada de Óscar López y el retorno de Antonio Hernando «consolidan la apuesta por fortalecer el partido en el Gobierno» y ellos dos, con el presidente, han sido compañeros y amigos hasta que la crisis de 2016 les separó.
«Hay ganas de trabajar juntos y multiplicar el activo que cada uno de ellos representa, apoyando a su amigo de siempre, hoy curtido y con un liderazgo indiscutible ganado a pulso en una carrera de obstáculos», analiza una ministra que conoce las entrañas del PSOE, que recalca que Lastra y Bolaños, tándem de partido y Gobierno que operaba ya antes de la crisis de julio, «tienen mucho carisma y aprecio entre la militancia». «De cara a consolidar el nuevo ciclo electoral y el diálogo constructivo con todas las fuerzas parlamentarias han sido y son dos personas clave«, glosa esta responsable del Gabinete. Ambos también ejercen de interlocutores con los socios de Unidas Podemos.
La relación sigue siendo por momentos tensa (lo fue con la negociación de los Presupuestos y sobre todo de la reforma laboral y ahora vive otro pico a cuenta de la polémica de la carne y Alberto Garzón), pero en el PSOE reconocen que el clima ha mejorado con Yolanda Díaz, porque Pablo Iglesias «llevaba las diferencias al debate público«. El reto es mantener la coalición y «trabajar mucho para que los frutos de la recuperación llegue a todo el mundo», repiten fuentes próximas a Sánchez: «En definitiva, estamos en gobernar. Igual es más aburrido, pero cambia más la vida de la gente». De ahí que el mantra que reiteran socialistas y morados, al unísono, es que la voluntad es agotar la legislatura y presentar a los electores una hoja de ruta completada ya al 50,2%, según los cálculos de la Moncloa. «El problema es que los socios habituales van a ir vendiendo cada vez más caro su apoyo«, avisan en la dirección parlamentaria.
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En esta segunda mitad de mandato, pues, será clave el funcionamiento del nuevo engranaje. El que arranca (o termina, según se mire) en López-Hernando, prosigue en Bolaños y continúa en Lastra-Cerdán y que tiene su terminal en el Congreso en Gómez. Una maquinaria que se hallaba gripada, insisten en el círculo del presidente, por el aislamiento de Redondo y su equipo en la Moncloa, su disputa cruzada con Calvo y el desdibujamiento de Ábalos. El control de la pandemia, la fuerza del rebote económico, las urnas y el devenir de estos 24 meses dirán si la nueva receta bastan o la composición resulta insuficiente.
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