Los incendios forestales destruyen miles de hectáreas de bosque todos los años en España. Pero la superficie forestal, en compensación, va extendiéndose también al ocupar terrenos que antes eran cultivos o pastizales y que han ido abandonándose. Así lo demuestra un estudio elaborado por tres científicos de Castilla y León, que han demostrado que dicha región ha ganado más de 145.000 hectáreas de bosque mediante regeneración natural en las últimas cuatro décadas.
La investigación, publicada en la revista ‘Quercus’ del presente mes de octubre, señala que la aparición de estos nuevos bosques surgidos de forma natural resulta de la máxima importancia para la captura de CO2, puesto que pueden ocupar áreas más extensas que las reforestaciones ejecutadas de manera deliberada durante el mismo periodo.
Castilla y León, con sus 9,4 millones de hectáreas, es la región más extensa de la Unión Europea y está fuertemente afectada por el fenómeno de la despoblación y el abandono rural, lo que facilita la recuperación de las masas forestales.
Los autores del estudio (el doctor en Biología Eduardo Velázquez Martín, junto con los catedráticos de la Universidad de Valladolid Felipe Bravo y María Belén Turrión) afirman en el citado artículo que en Castilla y León hay actualmente 145.193 hectáreas ocupadas por bosques y matorrales que proceden de la regeneración natural en tierras agrarias abandonadas a lo largo del periodo 1977-2017.
Hasta el 27% de la superficie forestal es de nueva aparición
Esta extensión representa el 12% de la superficie forestal de esta comunidad autónoma y hasta un 27% de la correspondiente a la provincia de Zamora, que está a la cabeza en cuanto a regeneración natural.
“De hecho, es probable que dicho proceso, en esta provincia, haya posibilitado la expansión de grandes carnívoros, como el lobo ibérico”, afirman los autores.
Además, y en contra de lo que afirmaban estudios anteriores, según los cuales los campos abandonados terminan dominados por arbustos, la nueva investigación desvela que “en muchas de las zonas abandonadas predominaban los árboles, especialmente en las que se abandonaron antes de 1997”.
“Esto es importante, porque muchas veces se piensa que las tierras agrarias abandonadas no albergan más que arbustos con escaso valor productivo o paisajístico y suponen un riesgo para la gestión de los incendios forestales. Aunque esto era así en algunas zonas, en muchas otras lo que encontramos fueron bosques, bosques jóvenes, pero dignos de tal nombre en todo caso”, añaden.
Según sus resultados, esta nueva superficie forestal almacena un total de 10 millones de toneladas de carbono, de las que un nada despreciable 37,3% corresponde a las raíces de los árboles y arbustos (la biomasa subterránea). Ello es así porque abundan las especies de árboles que desarrollan raíces largas y profundas.
Los autores advierten de que es proceso de expansión forestal puede verse afectado por factores como los incendios y las plagas, pero también consideran que una adecuada gestión de estas nuevas masas arbóreas puede mejorar y acelerar su formación. “Actuaciones como podas y clareos podrían estimular el desarrollo de los árboles y, por ende, la acumulación de carbono en su biomasa aérea y subterránea. Y generar, de paso, un recurso, la biomasa, que tiene un cierto valor para las plantas locales de producción de energía”.
Artículo de referencia: https://www.revistaquercus.es/noticia/8903/articulos/expansion-forestal-espontanea-en-tierras-agrarias-abandonadas.html
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