PAMPLONA, 6 de noviembre (EUROPA PRESS) –
La Dirección General de Cultura-Príncipe de Viana ha presentado los primeros resultados de la investigación de los restos del hombre llamado “Hombre de Loizu”, cuyo hallazgo en la cueva de Errotalde se publicó el pasado mes de marzo.
Durante el acto, celebrado en el Planetario de Pamplona para la Semana de la Ciencia 2021, se destacó el «excelente estado» del cadáver depositado en la cueva hace 11.700 años, lo que permite «una gran batería de estudios», algunos ya finalizados y otros aún en Avances en marcha, según revelan Pablo Arias Cabal, catedrático de la Universidad de Cantabria e investigador principal del proyecto, y Jesús García Gazólaz, arqueólogo de la Dirección General de Cultura – Institución Príncipe de Viana. Los primeros avances en la caracterización antropológica permiten definir datos sobre la identidad de los restos óseos y la causa de la muerte.
Principalmente, se trata de un macho con una edad estimada entre 21 y 23 años, una altura entre 1,60 y 1,65 metros, y un peso estimado de 50 a 55 kilos. Además, se podría deducir que se trataba de una persona con «intensa actividad física en la vida», que se caracteriza por algunos marcadores como la entesis y la osteocondritis aleccionadora en los huesos tubulares largos y las distintas facetas de las sentadillas largas. También hay una alta probabilidad de que sea diestro, dijo el gobierno de Navarra en un comunicado.
Por otro lado, la muerte del individuo pudo haber sido violenta debido a un traumatismo perimórtico creado en hueso fresco en el hueso parietal izquierdo. La hipótesis más razonable es que se trata de una herida punzante provocada por un proyectil de alta velocidad propulsado con un arco utilizando la espalda del individuo y que debe haber penetrado en el cráneo. “Este hecho abre sugerentes debates sobre el conocimiento que tenemos en la prehistoria tanto de hechos violentos como, sobre todo, del uso del arco en tiempos tan antiguos”, señalan desde el estudio.
Con respecto al comportamiento del entierro, se comprobó que el cadáver se descompuso in situ en una habitación vacía, ya que el cadáver estaba bien cubierto. En este sentido, la tomografía computarizada mostró un hueso metatarsiano al final de un húmero que estaba cubierto por la costra calcárea, por lo que los brazos pueden estar cruzados sobre el tórax.
También cabe destacar la gran cantidad de color ocre que aparece en la zona de la cabeza, utilizando una preparación a base de hematites, arcilla y materia orgánica. «En este punto sabemos que esta amalgama se hizo fuera de la cueva, pero queda por ver si era algo que el cadáver usaba como joyería personal, era parte del ritual funerario o incluso podría tener un carácter antiséptico». explicar.
En cuanto a su alimentación, las pruebas de microdesgaste dentario que acaban de comenzar, una dieta rica en carne, y la presencia de indicaciones sobre la higiene dental y el uso de la dentición como «tercera mano» permiten identificar lo que aún se necesita. a más destacado.
Las exploraciones espeleológicas del sistema kárstico de la cueva continúan sin nuevas pruebas de presencia humana en el pasado. Los análisis geomorfológicos han demostrado que debe haber existido otra entrada en la cueva en la que probablemente se introdujo el cuerpo del hombre Loizu, ahora bloqueado y diferente al actual. En cualquier caso, sería un depósito en un lugar muy profundo y alejado de la boca.
Otras preguntas de investigación se relacionan con el ADN y el análisis biomolecular, que apenas ha comenzado, por lo que aún no hay resultados disponibles. “Tienen que darnos información detallada sobre la dieta, la movilidad geográfica que puedan tener y por supuesto todo lo que tenga que ver con su filiación genética, a lo largo de todos los años de vida”, aseguran.
Una vez finalizada la investigación, la Dirección General de Cultura-Príncipe de Viana tiene previsto publicar los resultados de forma exhaustiva y detallada, así como una documentación que cuente «toda esta apasionante historia que conecta el pasado y el presente».
En el proyecto participan más de 25 especialistas de diferentes disciplinas, que desarrollan su labor en centros de investigación como el Instituto de Investigaciones Prehistóricas de la Universidad de Cantabria; la Universidad de Burgos; la Universidad del País Vasco; el Centro Nacional de Investigaciones sobre la Evolución Humana; la Universidad de Valencia; el Hospital Universitario Marqués de Valdecilla; la Universidad de Uppsala; y la Universidad de Cambridge.
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