Extremadura

Una institución llamada Café | Hoy dia

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Me han comparado con una taza de café. En particular, me han dicho que soy mayor que una taza de café con plato. Pensé no tanto en mi probable antigüedad como en las tazas de café de los tiempos modernos, que ya no tienen platillos ni son pequeñas y bonitas, sino tazas grandes con leyendas en inglés como: “Coffee is always a good idea”. Eso pone una gran taza roja en mi armario. No sé qué significa eso porque soy tan viejo que en mi escuela el único idioma extranjero era el francés, pero digo, sin consultar a ningún traductor, que vendrá y dirá que algo como el café es una buena idea.

Me han comparado con una taza de café con platillo porque no puedo vivir sin mi reloj despertador antiguo y parece que nadie en la actualidad usa una alarma manual y analógica. En casa aprovecharon la comparación para sugerirme que me deshiciera de mi colección de tazas y platillos de café porque ocupan mucho espacio. Es mi monomanía de coleccionista: comprar bonitas tazas de café. Los tengo franceses, portugueses, españoles, italianos… Una vez me burlé de esta contraportada de Starbucks, resultó que su manager en España era hijo de un colega y en lugar de enfadarme me mandó una Copa América preciosa con su plato. En el Museo del Café de Campomayor compré esas tazas asimétricas que no van al centro del plato. Cada vez que voy a El Faro acabo comprándome un par de tazas portuguesas con platillos y así toda mi vida hasta que me han descalificado cruelmente y tengo miedo de tener que rejuvenecerme y tomarme un café en bidón de colores latas con frases en inglés.

Me pregunto por qué las tazas de café modernas, además de ser voluminosas y un poco toscas, tienen frases en inglés. Desde el siglo XVIII, la vida cultural europea ha girado en torno a los cafés, pero a finales de ese siglo, los cafés desaparecieron de Londres, donde fueron una moda efímera. Como escribe George Steiner, los pubs ingleses tienen su propia aura y mitología, «pero estos no son cafés, no hay periódicos colgados en los tablones de anuncios para que los clientes se deshagan de ellos». Steiner dice que «mientras haya cafés, la noción de Europa tendrá sentido». Esa frase resume el latido íntimo de ese alma inglesa que vota a favor del ‘Brexit’ por pura reacción emocional, almas sin café. ¿Y ahora nos vienen a vender tazas sin platos y con frases en inglés? ¡Ven ahora! Esto no es modernidad, es ridículo.

Peor aún es la tendencia del café transportable en vaso de cartón o plástico. Es práctico en tiempos de pandemia o si tienes prisa. En ese punto, nada que objetar. Pero el hecho es que conozco a personas modernas que apilan vasos desechables en casa para sentirse lo mejor después de la cena. Beber, tirar y contaminar. ¿Es la modernidad?

Me niego a quitarme las tazas y los platillos. No son contenedores, son un concepto, una forma de vida, una filosofía, un homenaje a la época de los cafés bonitos y literarios, donde la gente iba a leer el periódico y escribir. En mi ciudad, en Cáceres, ya no es fácil encontrar un café con alma. Para empezar, muchos han aprovechado la pandemia para librarse de leer la prensa. Quizá la más evocadora sea la del hotel Alfonso IX, donde todavía se pueden leer con placer cuatro periódicos.

Escribí mis primeras columnas en un café de Lugo. Los locales ya desaparecieron, pero como escribe Julio Camba en ‘El Café y la Revolución’, se pueden destruir todos los cafetales y todos los locales (y todas las tazas y platillos, añado), pero «la institución del café se continuar como tal”.


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