Extremadura

«El cáncer es difícil, pero te cambia para bien»

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En los últimos tres años la cacereña Rebeca Rivero ha entrado dos veces en quirófano y ha pasado muchas horas primero en sesiones de quimioterapia y luego de radioterapia, pero yo no pude dormir una sola noche. Fue el día antes de que se sentara frente a su médico de familia, el día después de que su ginecólogo privado le advirtiera que el bulto en el pecho que motivó su visita no estaba bien. “Al principio no pensé que iba a ser cáncer de mama, pero es verdad que me acordé de mi madre, que lo tenía”, cuenta el sonido de fondo del patio de un colegio durante una clase de educación física. En el momento que cambió su vida, tenía 41 años y trabajaba en un centro de menores que se vio obligada a abandonar para centrarse en su enfermedad. Ahora trabaja como educadora social interina en el IES Virgen del Puerto de Plasencia y es una mujer diferente. «El cáncer es difícil», se sincera hoy, viernes 4 de febrero, Día Mundial contra el Cáncer, una oportunidad que aprovecha Rebeca Rivero, una simpática y alegre chica cacereña para dejar claro que la ha cambiado «a mejor». . »

“Me di cuenta del bulto -cuenta- a finales de marzo, pero entre que no me lo tomaba muy en serio y que estábamos confinados, tardé un poco en ir al médico. No fui hasta mayo cuando se aliviaron las restricciones. Como quería salir de dudas lo antes posible, pedí cita con mi ginecólogo de la sanidad privada. No me dijo que tenía cáncer, pero creo que me tendió una trampa. Me empezó a hablar de la posibilidad de operarme, y de hecho ya en ese momento le había dicho a mi familia que ciertamente tenía cáncer.

Las horas siguientes fueron las más difíciles. “Esa noche fue la peor de todo este tiempo. Fue el único en el que no dormí nada. Estaba muy asustado. Porque te haces preguntas que nunca antes te habías hecho. ¿Tendré metástasis? ¿Moriré pronto? Cuando cumplí 40 pensé: ‘Bueno, ya he vivido la mitad de mi vida. Vamos por la otra mitad’. Y resulta que a los 41 me dicen que tengo cáncer.

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de mamá Un tumor de dos centímetros. Diagnosticado en medio de la pandemia del covid. Al inicio de la primera ola, cuando el sistema de salud usa bolsas de basura como batas y prioriza el coronavirus hasta dejar casi todo lo demás en una zona gris indignante para cualquiera y preocupante para quien siente que su vida depende de ello. “En mi caso fue todo rápido, la verdad. Se ve que cuando algo es urgente el sistema funciona”, dice Rebeca, a quien no le extrañó la noticia que sospechaba.

“Cuando me dijeron que tenía cáncer estaba lista para escucharlo. También me dijeron que tenía que extirparme el seno. Al principio es impactante que me digan que me van a extirpar un seno. Es difícil. Es una enfermedad dura la que tienes.La vida cambia.

«El cáncer te hace darte cuenta de cuánto tiempo perdemos preocupándonos por estupideces. Te permite disfrutar más de todo lo que haces»

En julio, Rebeca Rivero fue intervenida quirúrgicamente de su tumor, en una operación que duró cuatro horas y que consistió en la reconstrucción inmediata de la mama afectada. En una segunda cirugía, en diciembre, le quitaron el expansor que le habían puesto y le aplicaron silicona. Entre los dos pasajes del quirófano hay sesiones de quimioterapia en soledad, porque así lo impone la lucha colectiva contra el coronavirus, que además la obliga a restringir al máximo las relaciones sociales.

“Fue difícil para mí”, recuerda la educadora social extremeña. “Como la quimioterapia deja las defensas bajas, he tenido que intentar reducir las posibilidades de contagiarme y esto me ha obligado a reducir mucho mi vida social. No ha salido de casa».

Un doble encierro en la casa

Fue un doble encierro: uno impuesto por la pandemia y otro sugerido por su cáncer. “Me pareció que en esta situación era importante tratar de mantener la mente ocupada, así que decidí ponerme a estudiar, a concretar proyectos que tenía pendientes y para los que no había tenido tiempo hasta entonces”, dice Rivero, quien aprovechó para completar su formación como consultora laboral y también como agente de igualdad de género.

“Todo este tiempo hice lo que me dijeron que tenía que hacer, pero la verdad es que en ningún momento me sentí mal”, resume. Es un proceso difícil, por supuesto, y algunas cosas son difíciles. Entre ellos, el cambio físico. La quimioterapia hizo que se me cayera el pelo y cada vez que veía un pelo entero en la mano… Mi peluquero fue muy bueno conmigo. Me dijo que cuando quise afeitarme el pelo, debería habérselo dicho, y eso fue lo que hicimos. Cuando llegó el momento, ambos fuimos a la peluquería y me afeité el pelo.

Entonces le preocupaba su pelo -“el cambio estético te pega y te duele”, supone-, pero hoy se ríe cuando habla de ello. Porque después de perderlo volvió a salir, pero rizado, no tan liso como siempre había sido. Es otro de los cambios que ha traído el cáncer a tu vida. “Esta enfermedad te hace mejorar como persona”, dice Rebeca. Al menos así fue en mi caso. El cáncer te dice cuánto tiempo perdemos preocupándonos por cosas estúpidas. Te permite divertirte más con todo lo que haces.

Y te permite conocer gente nueva que te ayuda a crecer como persona, añade. Se apoyó mucho en una amiga que había pasado por una experiencia similar, y también contó con la ayuda de la psicooncóloga de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), colectivo a cuya puerta llamó al día siguiente de enterarse de que padecía la enfermedad y con los que siguen colaborando en todo lo que está en su mano. En el camino que empezó aquel día en que sintió un nudo en el pecho, tuvo tiempo de conocer a otras mujeres que también saben lo que es el miedo, la incertidumbre, el quirófano, la quimio, la radio… Y Rebeca Rivero explica que si le cuenta su caso es porque está convencida de que de esta manera ayuda a quienes están experimentando lo que ya conocen. “A quienes ahora están pasando por momentos difíciles -concluye-, el mensaje que les dirijo es que debemos ser optimistas, porque podemos salir del cáncer”.


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