Extremadura

Delantero del Cacereño | Hoy dia

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Mi tío Elías se conoce de memoria al delantero cacereño. Dicho esto, no es sorprendente. ¿Quién no conoce al delantero de su equipo favorito? Lo que hace único el dato es que mi tío Elías vive en Miyares, una aldea asturiana del municipio de Piloña, tiene 93 años y el frente que juega en raya es el de la alineación cacereña del año 1943. Esto ni siquiera es extraño. Servidor estrena sin dudarlo la alineación del Real Madrid desde el año 68 desde el centro del campo hasta la zaga y por eso no me siento sabio.

Mi tío Elías suelta su letanía futbolística con tanta unción que quieres responder «ora pro nobis» al nombre de cada jugador: Santi, Santitos, Muñoz, Perete y Pepín. ¿Cómo es posible que un asturiano de 93 años recuerde esto si vivió en Cáceres solo tres años y luego regresó a Asturias? Yo estaba aquí con mi tía Elpidia, la hermana de mi abuela, y cuando ella se fue, llegó mi padre, que se enamoró de una chica de Ceclavín y se quedó.

Mi tío Elías fue al campo de fútbol de Cabezarrubia, donde hoy está la policía municipal. Dice que se divirtió mucho esa temporada y por eso nunca se olvida de Cacereño ni de su delantero, aunque nunca volvió a ver al equipo. El campeonato de 1943-44 se puede comparar con el que comienza este fin de semana. Ese año, Cacereño debutó en Tercera Nacional y dejó atrás el mundo amateur.

Paco Mangut, en su completo libro-enciclopedia sobre la historia del club, dice que en esa temporada incluso hubo viajes organizados por la dirección en tren. El primero fue a Mérida y costó 9,50 pesetas en 3ª clase y 21,30 pesetas en 1ª clase. También fue la primera temporada en la que hubo radioenlaces con los campos donde jugaba Cacereño como visitante. Pero lo más importante es que, esa temporada, Cacereño fue campeón de la VI prueba por delante de Badajoz y Trujillo. Como era de esperar, mi tío disfrutó tanto, ya que solo vio victorias locales y un empate en Cabezarrubia.

Tomando un café con él en Miyares, recuerda su estancia en Cáceres y cómo lo enviaron a la tía Elpidia porque había más oportunidades aquí que en Asturias. Este agradecimiento me sorprende, pero me sorprende aún más que mis primos hablen de Asturias como un pueblo, que no haya oportunidades laborales, que sus hijos se hayan ido al extranjero. Luego cojo el coche, me muevo por el triángulo Gijón-Oviedo-Avilés, donde viven más de 800.000 personas, veo fábricas y grandes empresas por todos lados, carreteras, puertos, una magnífica red de cercanías, un aeropuerto y me pregunto: bueno, si este es un pueblo sin oportunidades, entonces ¿qué es Cáceres?

Esta auto-ironía crítica es algo que descubro todos los veranos donde quiera que vaya. Este año he escuchado argumentos similares a los de mis primos asturianos en la aglomeración Vigo-Pontevedra-Vilagarcía (700.000 habitantes, tren a 250 la hora, aeropuerto, autovía, puertos, industrias) y no entiendo nada.

Creer lo peor es un deporte nacional. Está el caso de nuestro medallista Alberto Ginés y la falta de un rocódromo profesional en Extremadura. Nos arrancamos la ropa y nos sentimos peor cuando resulta que no hay ninguno en España y lo que existe, que está en Lugo según la prensa gallega, nadie parece saberlo.

Que mi tío Elías fuera feliz con el Cacereño y juegue su delantero hace casi 80 años, pero que no sepa eso del Sporting u Oviedo de cualquier temporada, nos invita a valorar más lo nuestro y no dejarnos engañar por todo lo lejano y ajeno, en Asturias, Galicia o Extremadura.


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