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Comunitat: La ciudad valenciana con más rusos y ucranianos trata de mantener la paz social | La comunidad rusa y ucraniana de Torrevieja se une para evitar un estallido social

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La Historia, se suele decir, la escriben siempre los vencedores; pero en las guerras, en realidad, sólo hay vencidos. Los hay, claro está, allá donde caen las bombas y cada día mueren hombres, mujeres y niños que poco o nada han contribuido a verse envueltos en esa terrible realidad. Pero también los hay, vencidos, en lugares muy distantes. Personas que por muy distintos motivos sufren la congoja de no saber de los suyos, la desesperación por encontrar vías, a veces imposibles, de ayudarles; o el estigma social de ser señalados como los responsables de la carnicería sólo por el escudo que aparece en la portada de su pasaporte.

En Torrevieja, la localidad de la Comunitat Valenciana donde más rusos y ucranianos se congregan, esa es, desde hace algo más de una semana, una realidad palpable. Hay quien habla ya de casos de acoso en las aulas, de mensajes incendiarios a través de las redes sociales y aplicaciones de mensajería y de recelos entre miembros de una sociedad que hasta que comenzaron a llover bombas sobre Ucrania, vivía «como hermanos».

Ahora todo ha cambiado. Todos los involucrados, desde la administración local hasta los ciudadanos rusos y ucranianos anónimos, aseguran estar haciendo los máximos esfuerzos por mantener controlada una tensión que resulta más que palpable a poco que se hable con residentes de uno y otro país –que no bando–. Todos tratan de lanzar un discurso que alivie la presión en una olla que, advierten, podría estallar por cualquier lado a poco que los ánimos se solivianten más de la cuenta.

«No me he planteado ir a luchar a Ucrania»

Konstantin Konevetski quiere traer a su familia a España /

Damián Torres

Para entender esa calma tensa sobre la que se sustenta la convivencia entre rusos y ucranianos estos días en Torrevieja, basta con escuchar el testimonio y ponerse en la piel de Konstantin Konevestski, un joven ucraniano que hace cola a las puertas de la Asociación de Ucranianos con el fin de obtener ayuda para traer a su familia a España.

Konevestski llegó a España «hace tres años. Vivimos en Torrevieja durante los dos primeros y en diciembre del año pasado nos fuimos a Cox». Reconoce que estos días están siendo «muy complicados. Estoy muy nervioso porque mi familia vive en Odessa. Ya el pasado domingo decidieron marcharse y cruzaron la frontera por Moldavia y consiguieron llegar hasta Chisináu. Salieron con lo puesto y, por lo tanto, no han podido llevar con ellos toda la documentación»

Así las cosas, explica Konevestski, «mi hermana no tiene el pasaporte, un documento que le va a hacer falta para poder viajar hasta España. Por eso, han tenido que ir a Bucarest (Rumanía) para ir a la embajada ucraniana y tratar de conseguirlo allí».

Algunos de sus compatriotas han decidido emprender el camino a Ucrania para alistarse en las milicias que resisten el avance del ejército ruso. En el caso de Konstantin Konevestski esa nunca ha sido una opción. «En ningún momento me he planteado ir a Ucrania para luchar. Yo no tengo formación militar. No sabría qué tendría que hacer. Creo que lo mejor es estar aquí y ayudar en lo que pueda. Todos los que pueden hacerlo, están saliendo de Ucrania. Creo que es la decisión correcta porque está muriendo mucha gente».

En cualquier caso, Konevestski no quiere señalar al pueblo ruso como el culpable de la situación extrema que está viviendo su familia. «Mi padre es ruso y, por lo tanto, para mi, los rusos siguen siendo mis hermanos. Sólo son personas. Ellos no tienen la culpa de lo que están haciendo los políticos. Sé que hay muchos rusos en Ucrania, en España y también en Rusia que están en contra de esta guerra».

«Vivimos con dolor»

Natalia Zhezhyavska coordina los trabajos de la Asociación de Ucranianos de Torrevieja /

Damián Torres

En el interior del local de la Asociación de Ucranianos de Torrevieja Natalia Zhezhnyavska trata de coordinar la avalancha de solicitudes, y también de colaboraciones, que está recibiendo. Como todos sus compatriotas, vive la realidad actual desde una dicotomía de muy complicada gestión emocional. «Mi país está siendo bombardeado por todos lados. Aquí estamos buscando casas de alquiler de bajo coste, así como particulares que puedan ofrecer techo a las madres y a los niños que van a llegar. Ahora, estamos recogiendo toda esa información para estar preparados en el momento en el que comiencen a llegar»

Zhezhnyavska asegura que «siempre he dicho que no importa de qué nacionalidad sea una persona. Aquí convivimos ucranianos, rusos, bielorrusos, kazajos… Yo soy profesora. Doy clases de español y las doy en ruso porque es la lengua común que hablamos todas esas nacionalidades. Nunca hemos pensado que fuéramos a tener ningún tipo de conflicto».

Sin embargo, advierte de que las cosas pueden estar cambiando. «Hay rusos buenos que vienen y ofrecen toda su ayuda, pero también hay personas que están a favor de Putin e insultan a los adultos y a los niños en los colegios. Si un ‘proputinista’ se dedica a decir que lo que está pasando a nuestro país nos lo merecemos, esto va a acabar explotando porque vivimos con dolor».

Para evitar que «la situación se deteriore», los ciudadanos rusos están «pidiendo a nuestra gente que no haga caso de esos insultos y comentarios despectivos porque son provocaciones puras». El mayor problema, asegura, puede estar gestándose en los centros escolares. «Estamos pidiendo a los padres que hablen mucho con los niños y que si hay algún tipo de agresión o provocación, que lo hagan saber inmediatamente a la dirección del centro escolar y que les insistan a los niños que no se enfrenten».

Pese a ello, Natalia Zhezhnyavska afrima que ya se han dado casos en los que «un niño de tres años ruso ha insultado a otro niño de tres años ucraniano, los padres ucranianos se quedan con la boca abierta preguntándose cómo es posible que un niño de tres años ya tenga esas cosas en la cabeza».

«Hay que hablar para que la situación no se enquiste»

Anna Seménova asegura que los rusos que viven en Torrevieja también quieren ayudar al pueblo ucraniano /

Damián Torres

Sin embargo, esa versión choca frontalmente con la versión que de esa misma realidad se da desde el ámbito ruso. Anna Seménova, residente rusa desde hace más de 20 años en Torrevieja y madre de una niña en edad escolar, explica que «los niños son el futuro. Son ellos los que van a vivir aquí y no me gusta ver cómo se pelean en los parques. Tanto los ucranianos con los rusos, que ya ha habido casos, como tampoco quiero que los niños españoles vean a los niños rusos como los malos».

A su juicio, «los niños oyen en casa una cosa, en la tele otra, del amigo otra… Creo que los niños sólo ven el blanco o el negro y ahora piensan que unos son los buenos y otros son los malos». Según Seménova, «ya ha habido casos» de agresiones verbales y físicas a niños rusos en los colegios. «Quizás no muy numerosos, pero sí es algo de lo que estamos hablando mucho porque ya han empezado esas peleas con los rusos en los colegios».

Una violencia que, alerta, no siempre tiene que ser física ni explícita. «Hay casos concretos desde el momento en el que un niño español le pregunta a un niño eslavo de donde es. Si es ruso o ucraniano para saber si es bueno o malo».

Ella sigue defendiendo la convivencia pacífica entre los residentes de las dos nacionalidades. «Siempre digo que somos todos compatriotas. Eso significa que venimos del mismo sitio. Los ciudadanos de los distintos países de la antigua Unión Soviética siempre hemos estado juntos, siempre hemos colaborado, siempre hemos hecho fiestas y eventos conjuntos. Estamos a favor de la paz. Creo que ninguna persona en el mundo puede querer la guerra y que muera gente. En el siglo XXI, los problemas entre los gobiernos se tienen que resolver hablando y negociando. A lo mejor, uno se tiene que echar para atrás; pero no se puede llegar a matar a civiles».

Por ello, y porque «nosotros vivimos y vamos a seguir viviendo en España, queremos que nuestra relación y colaboración con los españoles y con todas las nacionalidades sea buena y para eso estamos trabajando todos», subraya Seménova.

Una colaboración que ya se ha traducido en un primer envío de ayuda humanitaria por parte de la comunidad rusa de Torrevieja. «El pasado sábado enviamos un primer cargamento a Ucrania. Cargamos un furgón que llegó el martes». Sin embargo, incluso en estas acciones asoma el fantasma de la desconfianza. «Hemos tenido comentarios, por parte de algunos ‘personajes’, que han pedido que no nos hagan llegar la ayuda a los rusos porque no las vamos a hacer llegar a Ucrania. Son una minoría, pero nosotros hemos demostrado que sí estamos haciendo llegar la ayuda donde hace falta».

«Algo va a pasar sí o sí»

Natalia Dovnarovich dirige la Asociación 5 Continentes /

Damián Torres

Parecida impresión es la que tienen Natalia Dovnarovich y Fran Molina, uno de tantos matrimonios mixtos que conforman la sociedad de Torrevieja. Ella es rusa y él español y ambos muestran su preocupación por una tensión que, por el momento, no ha estallado, pero que, según opina Molina, acabará por tener consecuencias. «Nosotros todavía no hemos tenido noticias directas de ningún problema de enfrentamientos o agresiones hacia los rusos. Ni entre los adultos ni entre los niños, pero es algo que va a pasar sí o sí. Y no sólo con los niños… principalmente con los adultos».

El matrimonio dirige la Asociación 5 Continentes, con miembros de 34 nacionalidades distintas en la que rusos (382 personas) y ucranianos (240 miembros) son los más numerosos. Dovnarovich asegura que llevan años poniendo las bases para promover una buena convivencia entre todos y para favorecer la integración.

«La guerra empezó hace poco y todavía no sabemos qué es lo que nos está esperando en el futuro. Lo fundamental ahora es informarse. Desde las distintas asociaciones se está intentando tranquilizar a la gente y parar la agresividad. También estamos lanzando mensaje para pedirle a la gente que, en caso de que se sientan agredidos, acudan a la policía e interpongan una denuncia», explica.

Ella reconoce que «estamos un poco asustados. Yo tengo miedo. Soy una persona bastante conocida en la ciudad y muchas personas han venido a lo largo de los años incluso a mi casa para pedir ayuda y ahora tengo miedo. Es normal».

«Tuvimos miedo a que la situación pudiera estallar en Torrevieja»

Jean Paul Mulero es el responsable de la oficina Pangea de Torrevieja /

Damián Torres

Un trabajo, el de mantener la situación bajo control, en el que también se está volcando la administración local a través de Pangea, la oficina de atención a personas migradas. Su director, Jean Paul Mulero, explica que «en Torrevieja conviven 120 nacionalidades distintas. Por eso, siempre hemos procurado que todas las actividades se realicen de manera conjunta y, a la vez, promoviendo que cada asociación pueda hacer valer su cultura celebrando, por ejemplo, sus días nacionales y participando en esas celebraciones».

Molero reconoce que «si soy sincero, en el momento en el que se produjo la invasión, es cierto que tuvimos cierto miedo a que la situación pudiera estallar en Torrevieja por algún sitio, pero tras sentarnos con unos y otros, hemos visto que todos entienden que es el momento de ponerse a ayudar».

En ese mismo sentido, afirma que «cuando estalló el conflicto, organizamos una reunión con asociaciones de las dos partes y, efectivamente, nos hemos encontrado un poco de tensión. Los ucranianos, evidentemente, muy preocupados por lo que sucede en su país y por sus familias y los rusos, por su parte, sorprendidos porque tampoco saben qué es lo que está pasando».

Un cónclave que acabó de forma positiva. «Tras esa reunión y, sobre todo, tras la concentración celebrada el pasado domingo, en la que participaron también muchos ciudadanos rusos, estamos convencidos de que no va a cambiar nada en cuanto a la convivencia entre ellos. Por el momento, estamos manteniendo el nivel de entendimiento entre todos. Ni hemos tenido ni pensamos que vayamos a tener ningún tipo de conflicto».

Pero, como explica Mulero, están muy atentos a cualquier distorsión que se pueda producir. «Es cierto que nos han llegado noticias de que se han difundido algunos mensajes un poco ‘tal’, pero es una minoría. Es algo inevitable, pero gracias al trabajo que se está haciendo desde todas las partes, esa minoría no se está haciendo notar».


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