Las relaciones entre el Gobierno de la nación y el de la Junta de Castilla y León han saltado definitivamente por los aires. Lo que era una marejada se ha convertido en un verdadero tsunami después de que Pedro Sánchez aludiera de forma directa al acuerdo de PP y Vox en Castilla y León para justificar su «muro contra la ultraderecha» en el debate de investidura del que finalmente ha salido victorioso con la ayuda de los independentistas. El ya jefe del Ejecutivo golpeó donde más duele y Alfonso Fernández Mañueco, presidente de la región, ha tomado buena nota de lo que considera es un “discurso contra la autonomía con insultos, mentiras y claras descalificaciones”.
Castilla y León fue la primera comunidad en apechugar con Vox para poder formar gobierno en unos comicios anticipados que se convirtieron en todo un experimento sociológico para la política postpandemia tras el abrupto final de la coalición entre PP y Ciudadanos. El presidente de la Junta, respaldado por Alberto Núñez Feijóo, es el espejo en el que se miran ahora las otras cuatro regiones que tienen desde el 28-M a los de Abascal como socios para compensar los exabruptos de la extrema derecha con mesura y gestión. La batalla aún no ha comenzado y Mañueco, el único de los responsables autonómicos en anunciar que llevará hasta el Constitucional la amnistía y a las instancias judiciales competentes la condonación de la deuda a Cataluña o posibles cesiones de impuestos, ya calienta en el cuadrilátero del ring.
En un momento de evidente crispación política y social, la legislatura se aventura bronca desde Castilla y León, una comunidad con casi 2,4 millones de habitantes que abandera las reivindicaciones de la España Vaciada, entre ellas una fiscalidad diferenciada que contribuya a paliar la sangría demográfica o infraestructuras como el tren Ruta de la Plata, que permita revitalizar el eje norte-sur del noroeste peninsular y sentar las bases de la reindustrialización del territorio.
Las cesiones que Pedro Sánchez ha asumido en favor Cataluña y País Vasco a instancias de los grupos independentistas para revalidar la presidencia del Gobierno han caído como un jarro de agua helada en los anhelos de los castellanoleoneses. Mañueco lo sabe y por eso estará en la primera fila del placaje que Feijóo prepara contra el nuevo Gobierno nacional.
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