Cuenta la leyenda que el rey visigodo Recesvinto, volviendo a la corte de Toledo tras sofocar la rebelión de un noble, comenzó a sentirse indispuesto con un fuerte dolor en el costado al paso por Palencia. Le aconsejaron beber agua de un manantial que, decían, tenía poderes curativos. El rey se curó -en verdad tenía un cólico nefrítico-, pero lo ocurrido fue tomado como un milagro y por eso Recesvinto ordenó construir una iglesia para consagrar a San Juan de Baños.
Corría el año 661, algo que conocemos porque se conserva la lápida fundacional, visible por encima de uno de los arcos entre cuatro canecillos en el interior de la iglesia, en una zona arbolada a la salida de Baños de Cerrato, y a escasos metros de la fuente que obró el milagro, «una de las pocas visigodas que se conservan en la actualidad», explica la guía turística que hace visitas al recinto, que ha sufrido varias reconstrucciones a lo largo de sus 1.300 años de historia.
El templo de planta basilical representa perfectamente la arquitectura religiosa del reino de los visigodos, donde se puede comprobar la conexión con la arquitectura de finales del Imperio romano. Los muros están construidos con sillares de gran tamaño colocados sin argamasa, a hueso y cuatro columnas a cada lado sostienen los arcos de separación de las naves.
Ocho capiteles corintios
La decoración es bastante clásica y austera, con ocho capiteles corintios, en unas columnas de mármol que fueron aprovechadas de restos de otros edificios romanos. Una serie de frisos geométricos completan el resto de la decoración de un edificio donde destacan dos elementos por encima de todos. Uno de ellos es la pila bautismal, que «llama la atención por no tener ningún elemento decorativo» y por ser bastante grande.
Se cree que es de época visigoda ya que en su cultura el bautismo se realizaba por «inmersión», de ahí que la pila fuera tan grande como para permitir que una persona se sumergiera en el agua. También se cree que no tenía decoración porque originalmente -ahora está en una nave lateral- se encontraba en el exterior del edificio, ya que «no se podía entrar a la iglesia en pecado original», por lo que debían bautizarse antes de entrar al templo.
Corona votiva
El otro elemento más significativo es la corona votiva visigoda del rey Recensvinto que está colgada en la zona del altar. Se trata de una réplica muy lograda cuyo original se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid. Esta corona formaba parte del tesoro de Guarrazar, hallado a la afueras de Toledo y que estaba compuesto por coronas, crucifijos y piedras preciosas.
El tesoro acabó diseminado, por un lado en manos de la reina Isabel II y por otro de un coleccionista francés, que lo tuvo en su poder hasta el año 1941, cuando se firmó un tratado de intercambio de piezas artísticas entre el Gobierno de Franco y el francés.
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