Un día para celebrar | Las provincias
EDITORIAL
Para los valencianos, el 9 d'Octubre es una fiesta, un motivo de afirmación y autoestima ajeno al victimismo y actitud trágica ante la vida que caracteriza al nacionalismo
El estereotipo sobre los valencianos es que son amantes de la fiesta, entre muchos otros rasgos. A veces, esta condición se ve como algo negativo, una tendencia a tomar la vida demasiado a la ligera. Pero frente a otras situaciones que preocupan a todos, se podría decir que no se ha convertido en un defecto sino en una virtud, sin el menor chovinismo. El 9 de octubre, Día de la Comunidad Valenciana, es el mejor momento para reflexionar sobre esta peculiar vibra valenciana, para entender los pros y los contras de una forma de ser y de vivir. La fiesta en sí es un buen ejemplo de cómo los valencianos ven su propia condición como una celebración, no como un capítulo más de una tragedia eterna e inacabada. Lo que hoy se recuerda es la conquista de la ciudad por el rey Jaume I y su fundación como reino dentro de la Corona de Aragón. El nacionalismo tiende a preferir marcar la derrota como un día "nacional". Básicamente porque su historia está construida a base de rencores, y hasta cierto punto rencores. Siempre hay un opresor responsable de todos los males y un pueblo oprimido que sufre. La celebración se convierte entonces en un triste recordatorio de lo que pudo ser y lo que no pudo ser, una razón más para establecer la teoría de la discriminación histórica. La gran mayoría de los valencianos no pertenece a esta corriente, que hace del victimismo su razón de ser.
Es cierto, y no hay por qué ocultarlo, que durante años el 9 d'Octubre tuvo un componente polémico e indeseable, plagado de incidentes e incluso algunos episodios violentos. Fue durante la llamada "Batalla de Valencia" cuando los símbolos valencianos estuvieron en peligro. La movilización de la sociedad impidió que el afán de expansión territorial del nacionalismo catalán encontrara un terreno fértil en una autonomía que quería seguir su propio camino sin la tutela interesada de soñadores de fantasías nacionales. Porque también es cierto que en los últimos años pequeños grupos han protagonizado una disputa de un extremo a otro que no ha conseguido acabar minoritaria con la voluntad celebratoria de la ciudadanía. Estas excepciones no invalidan la tesis principal de que el día de los valencianos es motivo de celebración y no una oportunidad para recordar derrotas en un bucle de melancólica tristeza. Un día para celebrar lo nuestro sin cuestionarnos lo que nos une con otros españoles. Porque esta es otra condición de los valencianos, que viven su pertenencia a España sin conflicto, con orgullo y solidaridad y con justificadas reivindicaciones. La financiación justa es primordial. Descuidado en un principio por este gobierno, tan insensible como los anteriores a las evidentes dificultades de la Generalitat para poder cumplir con las obligaciones de servicio público que tiene encomendadas. Las inversiones en infraestructuras (corredor mediterráneo, túneles de tránsito...) y en la preservación del medio natural (Albufera, zonas quemadas, retroceso costero...) también se incluyen en la carta que anualmente envían las autoridades valencianas y sociedad civil, sin ser demasiado grande para reflejarse en los presupuestos nacionales. Hay razones para la protesta: razonables y tranquilas. Y deben articularse en el proceso de negociación entre las autonomías y el Gobierno central. Pero por encima de las facturas pendientes que se acumulan año tras año sin solución aparente, hoy se eleva el espíritu de los valencianos como pueblo que quiere vivir en paz y prosperidad. Haz de tu día, el Día del Valenciano, un motivo de celebración.
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