Reconstruir el reino a toda costa

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No fueron años fáciles, todo lo contrario. Para los cronistas de las ciudades valencianas, en las décadas de 1950 y 1960, constituir una asociación con personalidad definida que pudiera algún día funcionar sin la tutela del régimen era una tarea compleja. Sin embargo, era aún más delicado realizar una asamblea regional; porque los llamaban con fuerza cronistas del reino, pero el concepto regional todavía suscitaba inquietudes entre las autoridades estrictamente provinciales. Si los cronistas actuales sus XXXIII. Mientras nos preparamos para una reunión que se llevará a cabo del 21 al 23 de octubre, el mundo es diferente y esas preocupaciones han sido reemplazadas por otras. A veces los cronistas de hoy experimentan sensaciones opuestas porque nadie las recuerda.

El cronista de un pueblo es una persona que recibe un cargo honorario del gobierno local y debe su crédito a la historia y tradición de su lugar. Pero en la década de 1950, cuando los cronistas comenzaron a realizar sus primeras reuniones para contrastar ideas e investigaciones, cuando querían difundir su trabajo en grupo o simplemente compartir unos días de camaradería, el “Poncio” de turno, el gobernador civil, todos midieron y sopesaron los pasos que dieron para autorizar la llamada.

Los cronistas de la provincia de Valencia se vincularon al Centro Cultural Valenciano (hoy Real Academia) como solución jurídica dentro del estrecho espacio del sistema asociativo. Los cronistas de Alicante y Castellón hicieron lo propio con el Instituto de Estudios de Alicante y la Sociedad Cultural de Castellón. Estas instituciones ejercían un llamado paternalismo administrativo que relajaba la burocracia en un momento en que el derecho de reunión se ejercía con parsimonia. Y según ha examinado el cronista Alfons Vila Moreno, fueron los impulsos del Barón de San Petrillo del Centro Cultural y del cronista Rafael Badía Marín los que se unieron en los primeros cincuenta años para impulsar las soluciones deseadas.

El padre de Badía Marín, Vicente Badía Cortina, fue subdirector de LAS PROVINCIAS y un valenciano sobrio y detallista. Y en no pocas de sus columnas aludía a la necesidad de dotar al cronista –él mismo era uno de los de su pueblo– de una personalidad y un marco organizativo. Sin embargo, los artículos de su hijo fueron los que más alentaron los paulatinos reconocimientos y cambios. Por su parte, Nicolau Primitiu, otro valenciano top, sacó lo que hacía falta y más de su revista “Sicania”, donde se encienden las primeras brasas de un renacer de nuestras tradiciones en plena dictadura. Cabe señalar que, hasta 1958, Martín Domínguez Barberá fue el director de nuestro periódico, seguido de José Ombuena; y que ambos, cada uno con su propio talento, contribuyeron a la paulatina normalización de todo lo que los cronistas quisieron aportar al estudio y recuperación de la cultura y la historia.

registros y controles

En 1954 y 1956 el gobierno civil emitió complejas circulares para regular la relación entre los cronistas y sus comunidades. Otro se elaboró ​​en 1957, al mismo tiempo que se elaboraba un registro provincial de cronistas del gobierno civil. Había que controlar todo y esto siempre se hacía a nivel provincial. El valioso trabajo del cronista local, sin embargo, fue reconocido por el Temple; e incluso se consideró necesario en 1955 hacer de todas las ciudades su propio deber.

La Primera Asamblea de Cronistas de la Provincia de Valencia se celebró en 1954 a pesar del silencio de las autoridades y los medios de comunicación. Pese al control, el Gobierno civil reconoció en su circular de diciembre, como apunta Vila Moreno, que los cronistas habían alcanzado "un notable desarrollo y madurez, gracias al impulso dado por prestigiosas instituciones como el Centro Cultural Valenciano". Al año siguiente, la Real Academia acogió hoy a los cronistas en su redil, con una reciprocidad y colaboración que continúa hasta el día de hoy. La Lonja era la sede que en ese momento no tenía ninguna institución.

La primera asamblea de cronistas del Reino de Valencia tuvo lugar finalmente entre el 25 y el 28 de octubre de 1956. La fecha, siempre octubre, habla por sí sola de la vocación de los organizadores. Igualmente significativo es el hecho de que las sesiones se abrieron en la sala simbólica de las Cortes de la Generalitat, donde están pintados los miembros de las tres ramas del Consejo del Reino.

Doscientos cuatro cronistas se dieron cita en Valencia para participar en tres jornadas de trabajo y estudio, visitando lugares tan importantes como el monumento a Jaime I, donde se donó una corona de laurel, o el monasterio de Puig, tan vinculado al conquistador. En nuestras páginas de huecograbado, las fotos de grupo realizadas por Cabrelles Sigüenza reflejan momentos de celebración hasta ahora desconocidos.

También se realizó una extensa visita al Archivo Municipal donde se conservan Els Furs y la histórica Senyera. Y de especial interés fue la presencia del Cronista Nube en nuestra casa de LAS PROVINCIAS, donde recorrieron todas las instalaciones y recibieron un regalo muy especial: un libro con páginas en blanco y tapas de pergamino, destinado a anotar las noticias relevantes de sus respectivos ubicación. Martín Domínguez y la subdirectora, Badía Cortina, asistieron a la ilustre asamblea.

Desde entonces, la Diputación y el Ayuntamiento de Valencia han apoyado todas las reuniones técnicas convocadas en los años pares; y lo siguen haciendo 66 años después. Pero la feliz diferencia radica en la desaparición democrática de la tutela y control de aquellos años que fueron duros para todo tipo de asociaciones. Al margen de las reseñas en la prensa diaria, cabe señalar que Vicente Badía Marín escribió una crónica especial de la asamblea de 1956. Se han recopilado los estudios y discursos más importantes; Destacan los trabajos de Nicolau Primitiu sobre toponimia, los de Pio Beltrán sobre numismática; uno sobre musicología, elaborado por Eduardo López Chavarri, y otros por el Barón de San Petrillo, Enrique Taulet, Luis Lluch Garín, Francisco Sintes Obrador, Ricardo Marín, Santiago Brú Vidal y otros.

Lentamente, muy lentamente, se hicieron algunos progresos en 1956. En primer lugar, fue elocuente la presencia de cronistas de Valencia, Castellón y Alicante; existió un reino y hubo un llamado a la comunidad regional. Y como podemos leer en un trabajo de «Valencia Atracción», hasta el exigente gobernador civil Posada Cacho lo reconoció en sus palabras. No sois huéspedes de esta casa antigua de Valencia, Alicante y Castellón, porque esta mansión es tan vuestra como nuestra. Y mejor que digo estas paredes mostrando los retratos de tus antepasados ​​que con su sudor y esfuerzo económico construyeron esta famosa mansión”, dijo.


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