Julia Parejo | Director del Centro de Menores Pedro de Valdivia
Tras 38 años en el centro de menores, se jubila y cierra una etapa cargada de éxitos y experiencias
Villanovan Julia Parejo Corraliza celebra hoy. Cumple 63 años. Incluso si no es solo ese número lo que hace que este 16 de agosto sea especial. Con su cumpleaños llega su jubilación después de 38 años en el Centro de Acogida Infantil Pedro de Valdivia en Villanueva de la Serena. De estos, los últimos 28 como director. Una tarea difícil para él de dejar, aunque la sensación de haber conseguido en este tiempo que muchos menores hayan tenido una infancia y una juventud feliz y normalizada, cierra el ciclo con gran satisfacción.
– ¿Por qué decidiste trabajar en un centro de menores?
«En realidad, mi entrenamiento no tuvo nada que ver con lo que terminé haciendo». Estudié Filología Hispánica porque amaba la literatura, pero luego a lo que me llevó, que era la docencia, no me llamó la atención. Luego, mientras me preparaba para los exámenes sin muchas ganas, una amiga de mi hermana me dijo que se crearían 27 plazas de Educadores Sociales en las casas de los siete centros de la región. Fue una de las primeras cuatro educadoras del centro de Villanueva.
«La lucha principal es la integración de los niños y que no sean estigmatizados»
– ¿Qué te atrajo de este trabajo?
– Me gusta mucho el trato humano. Antes fui educador durante diez años y fueron años de arduo trabajo y gran satisfacción. Pero los servicios locales me ofrecieron la dirección porque el gerente anterior se iba. Después de varios meses de pensarlo, acepté porque quería hacer cosas diferentes. Y lo que sentí que iba a ser poco tiempo me atrapó y he estado en el cargo durante 28 años.
– ¿Cuáles han sido sus éxitos en este período?
–Aquí trabajamos todos en equipo para que los niños estén bien. La lucha principal siempre ha sido la integración de nuestros hijos, para que tengan una vida normalizada y no sean estigmatizados, que es algo que se sigue haciendo. El hecho de que sean hijos del Hogar hace que la gente esté un poco alerta, aunque sea cada vez menos. Insistimos firmemente en que los niños son niños y no «los niños de la casa». Es cierto que hay problemas que van a la mochila personal de todo menor y pueden traducirse en rebeliones y actos que salen socialmente, pero un caso no debe generalizarse al resto.
– ¿Hay algún caso concreto que te haya marcado?
– Si tengo que mencionar un caso, fue la muerte de un niño de 8 años por cáncer. Fue una situación muy dolorosa, horrible, porque llevaba un año con nosotros cuando le diagnosticaron. Estuvo hospitalizado durante 13 meses en Madrid y Badajoz y se sometió a quimioterapia, pero finalmente falleció. Además, no tenía familia a su lado.
¿Cómo no llevaste ningún caso a casa?
–Es difícil desvincularse porque es un trabajo muy intenso donde entran en juego muchos sentimientos y te apegas mucho a los niños y al resto del personal. Trabajar con humanos te mantiene enganchado. También es un trabajo que te enriquece mucho y te humaniza mucho. De hecho, no sería la misma persona si no hubiera trabajado aquí. Y, por supuesto, terminas llevándolo a casa y mi esposo aguantó el suyo. Pero es inevitable; Si estos problemas no me preocuparan, creo que no sería humano.
Parejo a la entrada del centro juvenil. /
– ¿Cómo te sientes cuando te encuentras con esos niños grandes en la calle?
–Estoy muy emocionado de encontrarme con mis hijos en la calle, con sus familias. Y creo que suelen tener buena memoria y eran felices. La mayoría lleva una vida normal, con aspiraciones y logros como cualquier otro. Por ejemplo, algunos de ellos ahora son policías, profesores, abogados o asesores legales. Otros trabajan en talleres mecánicos o son albañiles, aunque siempre hay casos en los que no se ha conseguido, sino el mínimo.
– ¿Cómo ha cambiado el centro en los últimos años?
– Antes se llamaba Casa y dependía del Instituto Nacional de Asistencia Social. Era como una mezcolanza donde había 82 niños, solo varones, porque las niñas iban al Hogar de Mérida. La mayoría provienen de familias muy numerosas, sin recursos o desestructuradas, mientras que ahora son un recurso para los niños con problemas familiares. Al principio fue difícil porque crearon las posiciones de los educadores pero no los recursos para practicar. Entonces, esas deficiencias fueron provistas por la creatividad con los niños; fuimos casi autodidactas.
«Algunos de los mejores en la actualidad son policías, maestros o asesores legales»
– ¿Cómo lidiaron con la pandemia?
– Fue una locura, sobre todo los cuatro meses de encarcelamiento que encerraron a más de veinte niños en el centro. Pero dieron un verdadero ejemplo porque fueron geniales. Estábamos muy asustados, pero no hubo casos de niños positivos. Ponemos servicios mínimos y turnos de varias horas y por lo tanto no hemos entrado y salido tanto.
– ¿Qué consejo le da al nuevo director?
– Tomar el relevo de Guadalupe, que lleva muchos años en el centro como educadora, por lo que dejó el puesto en buenas manos. La gestión es una posición en la que no siempre agradas a todo el mundo, porque tomas decisiones que no siempre te gustan. Te aconsejo que hagas todo lo posible para mantenerte abrigado, que lo des todo por los niños y el personal, el autoritarismo excesivo no lleva a ninguna parte y te aísla más. En general, me sentí amado por ambos grupos y, en ese sentido, me voy a ir con tranquilidad.
– ¿En qué vas a dedicar tu tiempo libre ahora?
–Quiero empezar a hacer yoga y pasar más tiempo con mis nietas. Y luego pase lo que pase, porque no soy de casa y quiero estar activo.
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