Son las diez de la noche de un miércoles y ha hecho ocho viajes. Se traducen en 33 euros. Por eso Wilfredo Martínez estuvo conectado a la aplicación Glovo prácticamente todo el día. “Traje desayunos, compras de supermercado, hamburguesas a la hora de comer y un pedido de una churrería”, explica este venezolano de 60 años que lleva dos en Badajoz esperando otro pedido. Su celular lleva dos horas sin sonar y está sentado en su moto en la Avenida Badajoz, María Auxiliadora.
Aquí es donde se concentran los corredores de Glovo en Badajoz. Hay alrededor de 28 en la ciudad y el perfil más popular no es el de Wilfredo; la mayoría son jóvenes de hasta 40 años y de Badajoz. De los casi veinte que estuvieron junto a McDonald’s en Valdepasillas a las 13.30 horas del pasado viernes, ni una mujer.
No se encuentran allí por capricho. La aplicación comprueba su ubicación y asigna pedidos en función, entre otras cosas, de su proximidad al punto de recogida. Muchos pedidos salen de este local de hamburguesas de comida rápida.
Todos los días, a partir de la una de la tarde, empiezan a llegar los botones. Todos somos autónomos. La entrada en vigor de la ley no significó que pasaran a ser empleados de la empresa. Es cierto que en gran medida tampoco quieren serlo. Solo una minoría preferiría cobrar, pero estos también marcaron la opción de autónomos en la encuesta que les entregó Glovo. “Nos preguntaron si preferíamos ser autónomos o asalariados, pero sin dar más explicaciones”, dice Cristian Infante, de 19 años. Ante la incertidumbre de la cantidad de horas que trabajarían mientras estuvieran asalariados o el salario que recibirían, optaron por el notorio mal. Glovo ha contratado trabajadores en otras ciudades.
Los ‘caballeros’ que defienden la autonomía, generalmente los más jóvenes, aportan diferentes motivaciones. «Tú eliges el tiempo que le dedicas, nadie te fija un horario, tú arreglas tus descansos», dice Javier Cerro, de 21 años, quien dice que prefiere este trabajo a pasar ocho horas en una tienda o bar. «Puedo conciliarlo con mi trabajo de soldado en Talavera», agrega Roberto, quien dedica sus días de vacaciones a esto. «Recibo una bonificación de alrededor de 1.000 euros al mes», dice.
El tema económico es otra causa citada por algunos. En general, están contentos con lo que cobran, incluso si tienen que pagar el vehículo y su mantenimiento, así como la tarifa del trabajador autónomo. La mochila también corre a cargo de la empresa. «Por valor de 31,60 €, ayer pedí uno», dice uno de ellos. Pero no es obligatorio que lleven Glovo, pueden llevar a cualquiera que cumpla con las condiciones, también hay un par de «pilotos» de esta empresa que han trabajado anteriormente en otras plataformas y guardan sus mochilas viejas.
Un examen de sus preguntas revela muchas diferencias entre los ingresos de cada uno. Los hay que han superado los 1.800 euros brutos en los últimos meses y los que están por debajo de los 1.000. “Llegamos a fin de mes”, dice Cerro, que vive con sus padres y paga una tarifa reducida de autoempleo de 68 euros al mes.
De la misma opinión es José Manuel Lavado, quien vive con su pareja y es padre: «Consigue un buen salario con unas seis horas diarias». Este es el tiempo que invirtió en realizar 15 pedidos el último sábado que trabajó. Cuesta una media de seis euros por envío y cobra más de 90 euros.
No es normal. El pasado jueves David Gallardo, que estima unos ingresos en torno a los 1.200 euros mensuales, realizó 20 entregas. Superó ligeramente los 3,5 euros por cada uno.
Cada día hay menos trabajo – una media de 15 pedidos y se tarda ocho horas, digamos diferente tras consultar los datos de tus aplicaciones – y pagas menos por los cambios que ha establecido Glovo a la hora de determinar el salario final de los trabajadores.
Cambios con la ley
Ahora, los ciclistas tienen la opción de establecer un multiplicador, entre 1.0 y 1.3, en la base que cobran por cada pedido. Es decir, pueden incrementar lo que Glovo les paga hasta en un 30% si lo consideran. «No se puede mover durante el día, hay que elegir cuál poner», explica Roberto, que añade que últimamente ha recibido menos pedidos porque tiene la nota más alta. «Si hay otro distribuidor con un multiplicador más bajo, la aplicación lo selecciona», dice.
El precio que cobra el ‘conductor’ por cada pedido está compuesto por una base de 1,2 euros, a los que se suman 35 céntimos por kilómetro recorrido desde que recibe el pedido (no desde que recoge el paquete), otros cinco centavos por minuto de espera en planta y un multiplicador prima, que fija la demanda (por ejemplo, los viernes entre la una y las dos de la tarde era de 1,17) en función de la demanda. “Bajaron la tarifa plana y el precio por kilómetro; al final, los pedidos salen de media entre dos y cinco euros, aunque algunos pueden llegar hasta los siete u ocho ”, según Lavado.
No es el único cambio que Glovo ha realizado en su aplicación para seguir considerando autónomos a sus distribuidores. También se les prestó más servicios al rechazar pedidos. «Somos más autónomos que antes», dice Cerro.
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