Galicia

Placas, oportunidad y tonterías

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Siempre he creído y lo digo así en distintas ocasiones a funcionarios locales de distintos gobiernos que sería un tesoro histórico e incluso turístico, pensemos por ejemplo en el turismo de congresos médicos; marque la «almendra» ya que la ampliación data de los años 60 y 70 con placas en los lugares donde vivieron o trabajaron personalidades de la Universidad de Compostela de épocas anteriores. O dónde se ubicaban centros científicos o de salud destacados.

Sería relativamente fácil y barato ya que hay pocas carreteras a las que prestar atención.

Levanta el plato formado en los lugares de nacimiento de los tres últimos doctores de Alfonso XIII, compostelanos y en nuestra facultad: Varela y Varela, López Elizagaray y Gómez Ulla; los portales en los que, entre otros, vivieron Nóvoa Santos, Varela de la Iglesia, Blanco Rivero, Maximino Teijeiro, Barcia Caballero, Timoteo Sánchez Freire, Gil Casares, o donde vivieron los primeros laboratorios como el del Dr. Varela de la Iglesia o sanatorios eran como la ropa. Martínez de la Riva y Alsina, Puente Castro, Álvarez, el policlínico de partos domiciliarios o La Gota de leche, costaría poco y ayudaría a resaltar nuestra riqueza histórica y el prestigio de “una fonte limpa”. Por supuesto, se puede hacer lo mismo con diferentes escritores, filósofos, abogados o científicos.

Con buena razón De la reciente muerte del profesor Carro Otero, he revisado algunas de las cosas que ha publicado para añadir un granito de arena a un posible libro homenaje que se le pudiera otorgar.

Un artículo que me llamó la atención tiene poco más de un año y comenta el disparate de la placa colocada frente al sanatorio Baltar-Varela de 1908 a 1922, el primer centro quirúrgico privado de Galicia, en 2017.

Es por esto que me acerqué a sacarle algunas fotos y la verdad no se desperdicia como verás.

Ramón (1902-1981) y Antonio (1906-1970) fueron, como el Dr. Carro destacó muy bien, de 6 y 2 años respectivamente, cuando se inauguró el sanatorio no 1 del Cruceiro do Gaio en 1908. El centro de salud estaría allí hasta 1922, fecha que no era muy adecuada para estudiar el trabajo de los dos jóvenes, entonces de 20 y 16 años, que no eran médicos cuando el sanatorio se trasladó a la Carrera del Conde se convirtió en el rincón de los desaparecidos. Callejón de Matacanes, actual Calle de Montero Ríos, hasta que cerró el 30 de agosto, día de San Ramón de 1963.

La fundación mencionada anteriormente y el desarrollo del sanatorio se lo debemos al padre de Ángel Baltar Cortés (1868-1934), médico y cirujano del Gran Hospital, y a Manuel Varela Radío (1873-1962), catedrático de obstetricia y ginecología desde 1905 hasta 1919. , cuando pasó a la misma cátedra en la Universidad Central de Madrid, ahora Complutense. Este traspaso no solo fue provocado por conflictos y enfrentamientos de la política universitaria, como tantas veces se ha afirmado que realmente existió, sino básicamente por la imperiosa petición, ultimátum de su futura esposa Isabel Uña. Esto, según el testimonio personal de su hijo Manuel Varela Uña (1923-2018), reconocido ginecólogo, quien en el verano de 2010 asumió como secretario de Estado de Salud en su magnífica casa noble en el centro de Noia, durante una agradable tertulia en la que Pude asistir, presentado por Javier Baltar Tojo (n 1940).

La vida en Compostela, Nueva York y Madrid así como el exilio europeo, la huida de la caótica situación de Madrid en el verano de 1936 y el regreso de la familia Varela Uña a España están contenidos en el muy entretenido libro de Manuel Varela Uña. : De memoria, después del Tiempo. Ed. Bull. 2009.

Cuando se trasladó el sanatorio a la Carrera del Conde, llegó D. Ángel Baltar, ahora sin su compañero y amigo, aunque Varela operó esporádicamente en el sanatorio; y con su hijo Ramón, licenciado en medicina avanzada, Antonio tiene apenas 16 años.

Además, hay que recordar que Don Ángel era un personaje brillante y fuerte que, a pesar de poder hacerlo, sostenía con mano firme la batuta del sanatorio, dejando poco espacio para su personal. Desde que esto sucedió hasta marzo de 1934, cuando sufrió un accidente cerebrovascular durante la operación, su hijo Ramón, ya cirujano de 32 años, tuvo que continuar la operación, por lo que D. Ángel falleció el 30 del mismo mes. , tenemos las fechas establecidas en las que podemos dedicarnos una placa conmemorativa.

Por otro lado, la obra de Antonio, que se exilió en 1936, no tuvo tiempo material para ser integral en este particular aspecto, se mire como se mire. El sanatorio quedó en manos de su hermano Ramón y sus posteriores colaboradores, incluidos sus hijos y buenos amigos, Fernando y Luis Baltar Tojo, hasta 1963, recordó el traumatólogo y cirujano fallecido hace unos años.

La desaparición del sanatorio Ocurrió por dos razones diametralmente opuestas, según Javier Baltar Tojo, testigo de los hechos. Por un lado, una plaga de termitas atacó las vigas, los expertos traídos con ellos por Zeltia desde Alemania. Después de dos años, el problema volvió a aparecer. Por otro lado, Don Ramón, un hombre de mundo, vio venir la socialización de la medicina, con el desarrollo de los centros de seguridad social y el consecuente retraso en el crecimiento de los pequeños sanatorios, como sucedió. Ambas circunstancias llevaron a que trasladara su actividad al Sanatorio de La Esperanza, fundado en 1950.

Debemos pedir a las instituciones abajo firmantes, con la buena voluntad que las marcó en esta apreciación, que corrijan y modifiquen el texto de la pizarra, ya que creemos que es completamente ameritado e inadecuado, tanto en la forma como en el lugar.


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