La idea de su clínica es ofrecer a los pacientes un tratamiento completo. Lucía Rivero es fisioterapeuta, Sandra del Rey es logopeda, Mara Rodríguez es terapeuta ocupacional y Tania Lorences es profesora de pedagogía terapéutica. Afirman que no todos los pacientes necesitan a todo el equipo, pero esa es la norma. Integrar los diferentes conocimientos que tienen. Aunque el asunto sigue. Y la salud, explican, no es solo una droga. Desde el centro también proponen terapias grupales que van desde la reconciliación hasta los talleres festivos y las «salidas» con pacientes adolescentes para que «lleven una vida normal con un grupo de amigos», explica Tania Lorences, antes de ir con un niño que se va, que acaba de entrar en la clínica. Entre los servicios que ofrece, dado el deseo de abarcar todo lo posible para mejorar la vida del paciente, el educador también ayuda a los más pequeños con sus deberes.
Lucía Rivero explica que, a sus ojos, este es el trabajo más gratificante del mundo. «Aunque hay gente que no entiende porque también vemos cosas que son muy difíciles», dice, refiriéndose a enfermedades neurológicas graves. Pero en sus palabras cualquier mejora es «una victoria» y es algo que ya estás empezando a ver, aunque sea «muy poco a poco». Es otro paso para restaurar la normalidad.
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