Ojos con los que miras

Muchos de los veteranos de hoy que ayer eran niños habrán compartido la preocupación que planteó el confesionario. Era casi imposible escapar del estado de pecador porque si uno evitaba el pecado de palabra y de hecho, e incluso si lograba negociar las omisiones, siempre existía el obstáculo insuperable del pensamiento. No tenía sentido argumentar frente al árbitro de negro que manejaba el VAR de Penitencia que alguien llamado Freud había dicho que el subconsciente estaba libre. En el caso de que apareciera un penitente sin testimonio, el confesor lo ayudaría a sumergirse en sus recuerdos hasta encontrar el pecado perdido.

El pecado vuelve con una vestimenta diferente para ponernos en una posición muy parecida a la de las cruces de antaño, que se arrodillan para dar cuenta de sus males. Quienes lo recuperan se van acercando poco a poco a las cuatro violaciones del antiguo catecismo. Solo faltaba el pensamiento, pero se acababa de dar un paso en esa dirección, gracias la idea de perseguir la miradaque interesó al confesor hace cincuenta años. No proviene de una secta puritana ni de una ordenanza vigente en las calles de Kabul, sino del Ministerio de Igualdad de Género. Irene Montero. Dado que la insolencia depende de la intención y esto está en el pensamiento, ya tenemos el pecado invisible de regreso.

Inmediatamente, el ministro tiene claro que algunos hombres que parecen llevar gafas oscuras no eluden las normas. Los trabajos que quieren salvarse de la lujuria de la carne son con hombres con ojos ocultos así. Hombres de negroPor lo tanto, será necesario tomar medidas para exponer las violaciones de lo que antes se llamaba el noveno mandamiento. Un polígrafo será útil, aunque no se deben descartar cubículos donde los inspectores departamentales interrogan al sospechoso masculino, como en los viejos confesionarios.