Pablo Guerrero está de moda. El pasado 3 de noviembre se estrenó su último trabajo, ‘Y nos abrazamos de nuevo’, y en las últimas horas de 2021 se conoció que el Gobierno le otorgó la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, reconocimiento a una trayectoria de medio siglo. .
Su regreso a la escena tuvo lugar, por supuesto, en la sala Galileo Galilei, que durante décadas ha sido su lugar favorito para espectáculos en Madrid. La puesta en escena de su cancionero, con una mezcla de temas clásicos y actuales, se llevó a cabo junto a la banda de cuatro músicos que lo acompañan habitualmente. El acto tuvo una resonancia especial para el tiempo transcurrido; En los últimos años, el cantante se ha dedicado más a escribir poesía que a componer, y el recuento de su reciente producción es prueba de ello: dos álbumes de estudio y siete recopilaciones de poemas entre 2010 y 2019.
De esa explosión de fertilidad surgieron en 2021 el citado «Y nos abrazamos de nuevo» y el libro «Variaciones sobre los ritmos del barco», y se espera que dé aún más frutos, ya que varios volúmenes quedan pendientes de publicación. Pero hay dos peculiaridades que hacen de éste un momento clave en su carrera: tras catorce discos y quince volúmenes de versos, Pablo Guerrero ha anunciado en breve su retiro de la actividad pública. Y lo hizo apenas unos meses antes de su debut discográfico a los cincuenta años.
Para llegar y partir, Pablo Guerrero fue un rayo caído del cielo en la trayectoria del cantautor español. En 1972, en plena agitación política y social, lanzó «A cántaros» y cantó un himno a los jóvenes que están tramando una etapa de cambio en las calles de las grandes ciudades. En 1978 elige un camino independiente de los gurús de la modernidad y graba «A tapar la calle» junto al guitarrista flamenco Miguel de Córdoba. Luego la escena superpuso a los compositores, pero él ya se había desvanecido entre la multitud y se había perdido en las tardes de verano tras las rebajas de los recitales de Camarón de la Isla.
Y cuando el panorama madrileño se hundió en la noche de los ochenta, Pablo Guerrero huyó en busca de las vanguardias. Sin olvidar sus raíces, buscó ritmos étnicos y corrientes casuales. Su cuarto álbum de estudio, ‘Los moment del agua’, fue un presentimiento. La complicidad con el polifacético productor Suso Saiz dio lugar a una década de experimentación, durante la cual asumió riesgos artísticos que ningún otro compositor había asumido. Ya una leyenda viviente, a principios de siglo decidió estabilizar su sonido y explorar más allá de la canción. Irrumpir en la literatura y ponerse en manos del guitarrista y director musical Luis Mendo fueron ciertos movimientos. En ambos esfuerzos todavía continúa.
Síntesis literaria y musical
‘Y nos re-abrazamos’ responde a la búsqueda de una síntesis perfecta entre los dos elementos, música y literatura. El concepto es similar al de los últimos discos de Pablo Guerrero: por un lado, sus letras; por otro, las melodías que Luis Mendo y el propio Guerrero componen en la letra. Además, son numerosas las aportaciones de compañeros a los que va destinada no solo la última grabación del compositor, sino también una de las más atrevidas. Como en los viejos tiempos.
Relegada a las tinieblas del noroeste de Madrid, la Ciudad de los Poetas es famosa por su urbanismo plagado de galerías y pasajes. Pablo Guerrero deja uno y baja la cuesta hacia la rotonda de Antonio Machado. A su alrededor están las tiendas tradicionales, el tráfico incansable, las prisas de la hora punta, los niños que salen de la escuela. La compañía habitual que tiene desde hace más de cuarenta años, cuando se traslada al barrio. El poeta se siente a gusto en la capital, que estuvo a punto de celebrar a lo grande: «Tenía un proyecto de disco de despedida dedicado íntegramente a la ciudad de Madrid, que descarté porque no tenía ninguna canción que me gustara». De ese proyecto guardó dos retratos para ‘Y nos abrazamos de nuevo’: el de ‘Anastasia’, musa platónica; y el de ‘Madrid Río’, una zona donde se puede caminar y leer.
El trabajo que se adelanta está lleno de ambición, rasgo que se evidencia en aspectos como las empresas que le rodearon para montarlo. Están, por supuesto, los músicos de su banda: los guitarristas Luis Mendo y Juan Ferrari, el contrabajista Christian Pérez y el trompetista Santi Vallejo. También voces nuevas, como Rozalén y DePedro, y veteranos, como Cristina Narea y José María Guzmán. Y aparecen colaboradores históricos como el maestro de los instrumentos de viento Javier Paxariño, la vocalista Olga Román o el baterista Miquel Ferrer. Lejos de ser improvisado, este criterio formaba parte de la idea original de Pablo Guerrero: «Tenía claro que tenía que estar acompañado en mi despedida. Cuando terminaba de componer cada canción, le contaba a Luis Mendo el espíritu de cada una, qué voz me imaginaba interpretándola y qué músico haría los arreglos ».
Es autor de la letra y coautor de la música con Luis Mendo, salvo tres excepciones: ‘Islas en bajamar’, con textos del poeta Santos Domínguez Ramos de Cáceres; ‘Abierto’, con música de Santi Vallejo; y ‘If You Were Here Today’, con música de José María Guzmán. El cantautor tampoco deja de elogiar los aspectos estéticos del disco y muestra su admiración por los resultados en fotografía y gráfica. El fotógrafo Enrique Cidoncha es amigo personal suyo y ha trabajado con él desde ‘Luz de tierra’, su homenaje a los poetas extremeños contemporáneos.
El conjunto es limpio y acorde con el desarrollo de su carrera. En todo esto Pablo Guerrero nunca ha olvidado a su fiel público, que en esta ocasión se ocupó directamente de la producción ejecutiva. ‘Y volvimos a abrazarnos’ es consecuencia del apoyo de 256 personas a la campaña de crowdfunding lanzada por su representante. Los patrocinadores aceptaron el desafío y lo recibieron en solo un mes. Fueron ellos, a través de las redes sociales, y algunos medios especializados quienes llevaron a cabo la iniciativa. No dejaron en el vacío a un autor cuyo compromiso y potencialidad reconocieron para concebir una riqueza que trasciende los límites del arte e impacta en la sociedad. Demuestra que, después de tantos años, le siguen preguntando ‘A pitchers’ como si lo hubiera compuesto ayer, sin ir más lejos.
Atmósferas y personajes
Lo bueno de los himnos es que sus propios creadores no saben cuándo están dando en el clavo. La inspiración, la capacidad de trabajo o la sugerencia del entorno son algunos de los factores que ayudan a hacer aparecer este tipo de piezas. Y aun así, fenómenos como el que golpeó al propio Pablo Guerrero hace diez años son difíciles de explicar, cuando vio cómo su canción ‘Ven, Alberti’, de 1976, reaparecía de manera impredecible en un contexto de protesta por la economía. crisis y vida social que empezaron a vivir en España.
Esa canción pertenece a ‘Porque amamos el fuego’, el disco que prefiere Guerrero entre los de su primera etapa. Por tanto, sus textos reflejan el pensamiento del emigrante rural, la agitación de la época, la necesidad de optimismo, venga de donde venga. Pero ya había una huella de la que nunca perdió: «No he olvidado mi infancia en Esparragosa de Lares. Los olores y sabores, las costumbres, las artesanías ancestrales ». Y el espacio natural: «De niño me gustaba estar en contacto con la naturaleza. Cuando era mayor me interesaba escalar montañas: los Pirineos, los Picos de Europa, el Calvitero ». Siempre el exterior, la huida que tantas veces ha poblado el imaginario de sus personajes, a veces inmersos en la vida de las ciudades o en sentimientos que los atrapan sin poder remediarlos.
Han pasado 50 años desde su debut con ‘A Cántaros’, un himno para los jóvenes de la época
Las atmósferas de sus canciones se han implantado en discos de los noventa como ‘Toda la vida es ahora’ o ‘El hombre que vendió el desierto’. Suso Saiz se hizo cargo de su producción y se hizo cargo de casi todos los instrumentos. Protagonistas inolvidables emergen de estos maravillosos entornos. En «La dama del cielo roto» o «La dueña de un mundo» hay mujeres que generan agujeros negros alrededor de la acera de una carretera o en el mostrador de una cafetería. Hizo discos diáfanos, con pocos instrumentos, incluidos títulos que han perdurado como ‘Duerme, Lisboa’ o ‘Laberinto’.
“No he olvidado mi infancia en Esparragosa de Lares. Los olores y sabores »
Fue a principios de la década del 2000 cuando Pablo Guerrero conoció a Luis Mendo, quien se convirtió en su director musical, guitarrista y productor y, por tanto, en el jefe de su banda y su sonido. Junto a Ignacio Sáenz de Tejada articuló un sonido de cuerdas que se convirtió en el mejor espejo de la plenitud creativa del cantautor extremeño. La trascendencia de Mendo en esta última fase se refleja en hitos como ‘Noche adentro’ o ‘Con tus ritmos lunares’, donde se combinan con una excepcional capacidad lírica, ritmo y sensualidad. Esta sublimación de poesía y música culmina ahora en «Y nos abrazamos de nuevo».
“El lanzamiento de este disco no tiene nada que ver con el 50 aniversario de ‘A jugs’ en 2022, no es el número redondo, fue pura casualidad”, dice la cantante. Su imaginación está ante la ciudad y sus sirvientes. “No soy un cantante urbano, un chovinista o un artista autónomo, sino un poeta de la naturaleza y la proximidad. Sigo escuchando a mis maestros Van Morrison, Cohen y Dylan; también jazz vocal y mis compañeros y amigos de España ».
En su obra de despedida le acompañan artistas como Rozalén o José María Guzmán
Si miras el programa en perspectiva, podría parecer que «Catorce Rios Pequeños» fue su verdadero último álbum. Cerró con ‘Romero si vas a Roma’, otro ejemplo magistral de su tándem con Luis Mendo. En el canto hay puertas entreabiertas, pájaros que suspenden sus vuelos, pasos que se detienen para mirar el cielo y el entorno circundante. ‘Y nos abrazamos de nuevo’ funciona como una supernova, una estrella que brilla impunemente cuando Pablo Guerrero ya está a punto de apagar su música cincuenta años después de la primera canción.
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