Galicia

Menos del 4% de los gallegos vive en comunidades sin normativa urbana

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Vista aérea de Vigo. La ciudad más poblada de Galicia acaba de aprobar plenamente su nuevo plan director Oscar Vzquez

La lucha contra el desorden urbano en Galicia continúa, lenta pero inexorablemente. Desde el verano de 2018, varios ayuntamientos han aprobado sus planes generales de urbanismo. El plazo es importante ya que implica la entrada en vigor del Plan Básico Autonómico, una herramienta desarrollada por la Xunta para acabar y planificar una enfermedad endémica en Galicia muchos ayuntamientos cuya eficiencia económica y administrativa habían incapacitado.

Actualmente hay 35 ayuntamientos en Galicia que no tienen un urbanismo propio y cuyo único instrumento es precisamente el Plan Básico Autonómico. Aunque juntos suponen más del 10% del total de municipios de Galicia, en realidad solo aglutinan el 3,4% de la población. El municipio no planificado con mayor población es Gondomar con 14.702 habitantes. A este grupo podrían sumarse los 12 ayuntamientos que decidieron demarcar el suelo urbano, una figura urbana simple y anticuada. Así, la parte de Galicia con cifras de planificación básicas o inexistentes afectaría al 4% de la población.

En el extremo opuesto se encuentran los 108 municipios que cuentan con un PXOM adaptado a la Ley de Urbanismo de Galicia, es decir, se encuentran en una situación cuyos planes son equiparables a los más recientes criterios de sostenibilidad medioambiental y económica recogidos en la ley. Este grupo de la vanguardia urbana del país afecta a 964.000 personas, El 35,7% de la población de Galicia.

Reglas antiguas

Entre los ayuntamientos, con sus planes totalmente actualizados, se encuentran algunas de las grandes ciudades: Santiago, A Corua y Lugo, así como algunas de las áreas metropolitanas donde se ha concentrado una parte importante de la población durante las últimas décadas. En realidad, 910.000 personas (33,6% del censo) viven en ayuntamientos cuyas normas subsidiarias fueron aprobadas antes del 2000 y que en muchos casos están obsoletas. Este no es el caso de las pequeñas comunidades, cuyo crecimiento se ha visto frenado en las últimas décadas por el fenómeno de la despoblación, sino de otras que han recogido estos mismos flujos migratorios con herramientas urbanas obsoletas para hacerles frente. El conjunto de concejos con planes del siglo pasado incluye a Redondela (29.241), con ordenanzas subsidiarias de 1987; Arteixo, que aprobó su 1995 (32.378 habitantes); Cambre (población 24.594) con normativa de 1994 o Culleredo (población 30.685) regida por un plan general de urbanismo aprobado en 1987.

El envejecimiento de estos planes que regulan el urbanismo en el que vive un tercio de los gallegos, los más jóvenes, es el principal problema al que se enfrenta Galicia actualmente para algunos urbanistas y el que más necesita resolver. Algunos de estos consejos han estado trabajando durante años para ajustar sus estándares de planificación, aunque el crecimiento de la ciudad ha sido más rápido que la elaboración de nuevos planes.

Entre el tercio de los gallegos que residen en ayuntamientos cuya planificación está plenamente adaptada a la legislación vigente y el tercero que se basa en normas aprobadas en el siglo pasado, otro se encuentra en situaciones de adaptación provisional. En este grupo hay muchos ayuntamientos de tamaño medio, de 5.000 a 10.000 habitantes, que han adaptado sus normas auxiliares o planes administrativos a los cambios en la ley sin haber alcanzado aún la homologación total.

El plan básico que garantiza un mínimo para todos

Hace tres años, Xunta lanzó una herramienta que se supone debe garantizar a las comunidades un mínimo sin planificación. La norma engloba cinco categorías de suelo: residencial (vivienda unifamiliar, colectiva o comunitaria), terciario (comercial, oficina, hotel o recreación turística), industria (productiva, almacén o logística), fundaciones (desde espacios verdes hasta servicios deportivos). y el sector primario (agricultura, ganadería, silvicultura, acuicultura o extracción de materias primas).

La norma establece que todas las casas deben tener un equipamiento mínimo de una sala de estar y otra habitación habitable y prohíbe el uso residencial en sótanos o semisótanos.


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