Han pasado casi dos meses desde el inicio del segundo año escolar en presencia durante la pandemia. Con datos sobre infecciones y hospitalizaciones incomparablemente mejores que el año pasado, la normalidad parece estar más cerca. Uno de estos indicadores es el uso de los comedores escolares, que el año pasado en Cáceres sufrió una importante reducción en el número de sus usuarios. La prevención sanitaria, la situación económica y el teletrabajo han empujado a muchas familias a dejar que sus hijos coman en casa. La situación parece estar cambiando y los comedores escolares están reanudando sus actividades, aunque todavía no por completo.
Según datos del Ministerio de Educación, el año pasado los siete comedores gestionados en la ciudad (de los colegios Cervantes, Gabriel y Galán, Ribera del Marco, Alba Plata, Donoso Cortés, Extremadura y Proa) registraron una reducción de usuarios en un tercio. en comparación con el año anterior. Pasaron de 636 niños que comían en las instalaciones de estos campus educativos a 367 que lo hacían en persona, aunque 137 se llevaron velas con comida preparada para comer en casa, opción que ahora solo funciona en un centro.
Este año 520 alumnos de estos siete centros almuerzan en el comedor. 16 alumnos de Ribera del Marco lo llevan a casa. Contando quién volvió a la escuela y quién trajo el ‘paquete’ a casa, el aumento es mínimo, es un 6% más que el año pasado. Pero si nos fijamos en los alumnos que han vuelto a comer en persona en el patio de la escuela, el aumento es notable: un 46% más de niños que el año pasado almuerzan en la escuela. El crecimiento es notable, pero no alcanza las cifras del curso académico 2019-20, ni mucho menos de marzo. Siguen siendo un 16% menos, según datos de los colegios públicos cuyos comedores gestiona la Junta de Extremadura.
Recuerda que un protocolo preventivo todavía funciona en los comedores. Cada usuario tiene un sitio fijo para poder estudiar los contactos, ya que si hay un contagio entre los usuarios del comedor, los usuarios de esa mesa quedan en cuarentena. Los alumnos se distribuyen respetando una distancia interpersonal mínima de 1,5 metros y juegan con la flexibilidad para incrementar turnos y adecuar otros espacios con el fin de reducir la capacidad del comedor, entre otras medidas ya conocidas como higiene de manos, ventilación, servicio de mesa y la reducción de la interacción entre diferentes grupos.
Listas de espera
La rigidez de los protocolos es lo que tiene que ver con que, según Paqui Campos, director de Tiritana, la situación no está del todo normalizada. Gestiona el servicio de comedor en varios colegios públicos de la ciudad (Dulce Chacón, Castra Caecilia y Moctezuma). En Cáceres, solo siete de los 16 colegios públicos cuentan con comedores gestionados por el Ayuntamiento. En el resto de los casos, las mismas asociaciones de madres y padres se encargan de la autogestión para que los niños puedan almorzar en sus escuelas, contratando estos servicios a empresas privadas. “La situación no se puede recuperar porque no lo permiten, todavía tenemos límites, tenemos gente en lista de espera”, explica este emprendedor. “El año pasado muchos padres tenían miedo o buscaban otras opciones y ya no querían llevar a sus hijos a los comedores y el número ha bajado mucho, pero este año hemos tenido muchos pedidos, pero no hay espacio . » Campos aclara que la demanda no es tan alta como antes de la crisis del coronavirus, que todavía hay algunas objeciones, pero reflexiona sobre por qué no hay más restricciones en el sector de la hostelería y estas continúan en los comedores escolares. «Que no podamos aceptar familias excluidas es una aberración, va en contra de la reconciliación familiar».
María Cáceres Pajuelo es la directora de restauración de Pajuelo, que suministra comida preparada a un buen número de escuelas públicas y subvencionadas de la ciudad. Su opinión es que el sector se ha recuperado tras el golpe de la crisis sanitaria. “Estamos prácticamente al 100% y solo tenemos que saldar las deudas del año pasado”, dice este emprendedor, que trabaja para una decena de centros educativos entre escuelas y jardines de infancia. “El año pasado a estas alturas no llegamos a los 200 menús diarios, y este año estamos cerca de los 600”.
En la escuela Practicas, una de las más grandes de la ciudad, este año hay 76 niños matriculados en el comedor, informan desde el Ampa de este centro, quienes comprueban cómo ha crecido el interés de las familias y que hay lista de espera, lo que les hace considerar tener un segundo turno. A diferencia del año pasado, éste inició el aula vespertina de 14 a 15. También enfatizan que en este período no ha habido una sola infección en el comedor.
Entre las familias consultadas, hay varias que, tras dejar el comedor el año pasado y haber probado la experiencia de comer en casa, han decidido no llevar más a sus hijos, como Sofía Rodríguez. “En casa comen perfectamente y yo tengo más tiempo, no creo que vuelvan”, dice esta madre de dos niños en edad escolar.
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