Extremadura

El viaje de Vara a Santiago

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El presidente de la Junta de Extremadura acudió esta semana, en coche, a Santiago de Compostela, el mismo día que Galicia celebró la llegada del AVE, que no fue un ejemplo de velocidad y cumplió sus promesas, como nos explicó Juan Soriano en una maravillosa información. Pero ya lo han terminado y pueden usarlo en sus viajes a Madrid después de Navidad. Seguimos esperando.

Coincidió en la misma semana que tuvo lugar la reunión del Pacto por los Ferrocarriles, a la que se sumó el nuevo ministro de Transportes. Raquel Sánchez reiteró los mismos plazos que ya nos habían dado, que a su vez suponen un retraso respecto a los anteriores y sobre los que también surgen algunas dudas. El ‘viernes negro’ del tren ya ha llegado con muy pocas expectativas, y aún no está claro el horizonte temporal de las obras que nos deben conectar con Madrid, el verdadero objetivo de la alta velocidad.

Además, el Pacto por el Ferrocarril vive su agonía. De poco sirve prolongar un instrumento que fue eficaz en su día, pero que al final ha caído presa de lo que queríamos evitar desde el principio, la politización de una cuestión de razón: el tren digno. Fuera de PP, Podemos y Cs, porque así lo han decidido, su capacidad como foro de evaluación y, sobre todo, como órgano de presión ante el Gobierno se reduce considerablemente.

En el PSOE, a Guillermo Fernández Vara en particular, la oposición le reprocha haber perdido pronto el entusiasmo de la protesta cuando Pedro Sánchez llegó a Moncloa. La situación del tren ha mejorado desde 2018 y el ritmo de las inversiones, en alto rendimiento y convencional, también, entre otras cosas, porque fue pobre en años anteriores. Pero no estaría de más mantener vivo el espíritu cuestionador del 18-N, porque si hay algún problema para evitar la complacencia, como el mostrado por el ministro en Mérida, es el ferrocarril extremeño.

Precisamente lo que se agradece del encuentro al que Fernández Vara asistió en Santiago para discutir el nuevo modelo de financiamiento regional es su propia celebración, independientemente de las ideologías partidistas. Fueron ocho los presidentes de las autonomías socialistas, el PP y el regionalista Revilla. Los ciudadanos siempre han apreciado que sus gobernantes defiendan el territorio, si es necesario, con argumentos ideológicos y en la disciplina de cuartel que suelen imponer los partidos. Por este motivo, el encuentro gallego pretendía ser un retorno a la influencia de los baronías en defensa del interés general de la comunidad, y no un sentido de participación incomprendido.

El problema es que donde unos ven entendimiento entre regiones, otros ven el presentimiento; donde unos dan prioridad a la unión ante problemas similares, otros perciben sólo el germen de la división interna. Veremos la tendencia que prevalecerá cuando llegue el momento de la verdad para negociar la financiación regional. Vara y Feijóo mantienen una relación política cordial y una confianza personal, quizás forjada desde que tuvieron que negociar el traspaso de responsabilidades sanitarias cuando uno era consejero gallego y presidente a cargo del Insalud. Por eso el Extremadura se fue a Santiago a pesar de cierto malestar de que esto pudiera interpretarse como un partido contra los populares contra los planes de Sánchez. Las necesidades económicas de la España empobrecida que motivaron el viaje a la Plaza del Obradoiro (como el tren o la PAC) son cuestiones de magnitud suficiente para hacer valer las demandas extremeñas más allá de las siglas políticas.


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