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En el partido y en la ejecutiva cunde la preocupación por el cambio de voto a la extrema derecha: la pugna entre Casado y Ayuso está “perjudicando” a toda la clase política
Cuando el PP se abrió en el canal el pasado jueves, era inevitable no mirar atrás hasta el 1 de octubre de 2016, cuando el PSOE se desintegró tras 12 horas de feroz batalla en Ferraz. Pero ni el contexto, ni los protagonistas, ni las condiciones de la guerra, ni la arquitectura interna de los dos partidos, ambos sistémicos, son similares. Tampoco las posibles rutas de salida. Esta, protagonizada hace más de cinco años por Pedro Sánchez y los barones y notables socialistas encabezados por Susana Díaz, fue una lucha igualmente “muy dolorosa”, pero no se redujo a una lucha por el poder. Fue, como coinciden todos los líderes consultados, una lucha ideológica estructurada en torno al dilema entre el ‘no es no’ a Mariano Rajoy y la abstención, así como un enfrentamiento orgánico y personal. Sánchez y Díaz no habían sido amigos, ni lo fueron después, ni compartieron una carrera política común. Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso, por su parte, son cuña de la misma madera, ambos provenientes de las Nuevas Generaciones madrileñas y con una relación amistosa desde hace 17 años. Hasta el día de hoy, cuando su divorcio político y personal ha sumido a todo el PP en una absoluta guerra civil. Nada menos que otro elemento que no se cruzó en la crisis socialista: las denuncias de corrupción y espionaje.
«Lo del PP supera todo lo conocido hasta ahora». Lo dice un veterano socialista, pero se escucha en todos los rincones del partido. En el Gobierno y el PSOE hoy en día, es difícil ocultar su lógica satisfacción por cómo el PP cayó por un precipicio en su «brutal» crisis interna. El foco de los medios se desplazó a Génova, a Sol, a los barones mientras se extendía el asombro. Los líderes y ministros rebotaban el emoji del cubo de palomitas de maíz cuando se les preguntaba sobre su percepción. Es decir, ver y disfrutar del quiebre directo y televisado del rival.
Pero los socialistas, tras el impacto de los puñales cruzados entre Ayuso y Casado y ante la falta de conocimiento sobre el alcance de la (probablemente falsa) terminación del conflicto de este sábado, también están convencidos de que la guerra en el PP no les beneficia . Hay «más combustible para Vox», según la lectura más extendida en el Ejecutivo y en el partido. Y eso les preocupa. Como a algunos funcionarios también les empieza a preocupar que el futuro de la gente esté en manos del presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, creen que el rival de Sánchez es más competitivo y difícil.
«Solo se beneficia la extrema derecha», «nos da vergüenza, está dañando la imagen del país, además de alimentar a Vox y denigrar a políticos e instituciones», aseguran dos ministros cercanos al presidente. “Esto lleva a un descrédito de la clase política para que todos seamos iguales, no nos ayuda a ninguno”, dice un tercer ministro del gabinete. “El ruido nos perjudica. Mata la política y por tanto beneficia a quienes la niegan”, explican en Moncloa.
Los líderes consultados estiman que una previsible caída del apoyo al PP no se traducirá automáticamente en una victoria del PSOE, ya que una parte de los que votaron a favor del voto popular “huirán” a la formación de Santiago Abascal y otro grupo se abstendrá. Esto quiere decir que la derecha “se va más a la derecha”. Sin embargo, hay quienes conceden que si el PP ‘deja el espacio en el medio’ los socialistas pueden ser capaces de ‘explotarlo’. Otra consecuencia evidente, cita un ministro, es que el «reequilibrio del espectro de la derecha» entre PP y Vox puede favorecer al PSOE en general, pero «todavía queda mucho camino por recorrer» para comprobarlo, advierten.
«Seguiremos gobernando»
Así seguirá, insisten Moncloa y el partido, porque el presidente «no se siente tentado a convocar elecciones anticipadas» para aprovechar el momento de máxima debilidad del PP. El propio Sánchez lo desmintió este viernes desde Bruselas, acusándole de tener la vista puesta en la gestión de la pandemia, la recuperación económica y la gestión de los fondos europeos, y su equipo subrayó que no había el menor movimiento para acortar el periodo legislativo. Sin embargo, el miedo entre los populares permanece. “Mientras se apuñalen, nosotros seguiremos gobernando, con mayúsculas”, dice un alto funcionario. En el PSOE, incluso los más alejados del consejero delegado asumen que no habrá avances porque no se sienten cómodos asumiendo el riesgo de tener a Vox como segunda fuerza del país. Sin embargo, si el PP cae en las encuestas a partir de ahora, los incentivos para el ascenso aumentarán.
Y Sánchez ve otro riesgo en que la pelea en el PP lleve a que sus dos protagonistas, Ayuso y Casado, sean asesinados políticamente. El presidente madrileño cobró el primer pulso este sábado, pero es poco probable que la guerra se resuelva dado el avance de las hostilidades. Feijóo podría surgir como una solución de consenso interno. En Moncloa advierten que es «muy prematuro» embarcarse en este escenario, pero varios líderes admiten que su perfil más moderado y su historial político (cuatro mayorías absolutas consecutivas en Galicia) amenazarían mucho más a Sánchez.
“Ningún candidato del PP llegaría preparado para 2023”, objeta un estrecho colaborador del presidente, “porque en el PP todavía tienen al dragón en la sala: ¿qué hacer con Vox? El problema de su implosión es que están «en una isla y fuera de la realidad». Pase lo que pase con Casado y Ayuso, la gobernabilidad de Castilla y León está aún por resolver -y ahora Alfonso Fernández Mañueco está en condiciones de hacer más Debilidad para la extrema derecha- y el futuro de Andalucía.
El análisis de que la crisis del PP está dejando el preocupante mensaje de «deterioro político» lo siguen los sondeos de los dirigentes del PSOE en Madrid, epicentro de la competición, y en Andalucía, próxima federación en ir al partido. que Juanma Moreno se apresure lo máximo posible y adelante las elecciones a finales de año. Aunque con matices. Porque se perciben oportunidades de cara a los siguientes procesos. En Madrid por el «buen trabajo de oposición» que está haciendo el nuevo líder Juan Lobato, y porque en su entorno esperan que la ciudadanía «lo piense dos veces antes de normalizar la corrupción». También porque no está claro que Ayuso vaya a repetir como candidata, bien porque si se resiste Casado ya no confiará en ella, bien porque aspira a ser cabeza de cartel de las Generales.
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Y en Andalucía, aseguran fuentes cercanas al secretario autonómico Juan Espadas, porque «cualquier cosa que sea división y lucha» «puede ayudar a todos menos al PP». Moreno, subrayan, está «nervioso y preocupado» porque la guerra estalló meses después de los andaluces y que en un bastión socialista tradicional (como Castilla y León para el PP) pueda mermar sus expectativas electorales.
Sin embargo, el destino del PP, coinciden varios dirigentes, dependerá de los pasos que den sus protagonistas, el partido y los barones. Y la guerra prácticamente acaba de empezar. Aunque el primero ronda Es de Ayuso. “Ha cogido el pulso y llegará más lejos. Casarse no es suficiente para los generales”, predice un líder.
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