Entre dibujos y lecturas, el CEIP de Roxos ha dado tiempo a los más pequeños para que enseñen a los más pequeños que la comida que comen en casa todos los días no crece en las estanterías de los supermercados. Como parte del proyecto para promover una alimentación saludable en el centro, hace tres años se iniciaron las actividades de jardinería en pequeños jardineras. Un jardín de aficionados que ha ido creciendo poco a poco y ahora cuenta con diferentes verduras, frutas, plantas aromáticas e incluso un invernadero.
Aunque conocen desde hace algún tiempo esta actividad en particular, ahora pueden disfrutarla en mejores condiciones luego de varios eventos que obligaron a dejar de desarrollarse los huertos. Primero, fue un trabajo en el edificio de los niños que obligó a los agricultores a estacionarse. La presencia constante de trabajadores y el paso de maquinaria de construcción por el área reservada para el huerto despedían a la plantación. Posteriormente, alumnos y profesores lograron recuperar la cosecha de fresas. Hasta que llegó COVID. La pandemia paralizó la actividad escolar y tanto los niños como los maestros se centraron en la enseñanza en línea, y la prohibición de los desalojos implicaba una restricción. «Nos morimos y todo se secó», se queja la profesora Sonia Pérez, responsable de esta actividad.
Ya en este curso, cuando todo volvió a la normalidad, tuvimos que esperar a que se completaran otros trabajos de acondicionamiento. En medio del curso, vieron la oportunidad perfecta para buscar la ayuda del ayuntamiento a través del portavoz municipal del BNG, Goretti Sanmartín, quien forma parte del consejo escolar. El ayuntamiento les envió los mejores ayudantes posibles: voluntarios de la Asociación de Salud Mental Itínera que estaban acostumbrados a la jardinería. Ellos eran los que limpiaban los cajones para poder cultivar, y también se ocupaban de la instalación del invernadero.
El resultado es una deliciosa espinaca que plantaron los niños de primer grado de Infantile. así como lechugas, brócoli, plantas aromáticas y frutales. Hasta ahora, las semillas se habían plantado en el aula porque no habían resistido afuera. Con el invernadero y el buen tiempo, ya se pueden traspasar. “Si todo da fruto, nos estaremos comiendo las propias fresas o los pájaros”, dice Sonia, para quien sería ideal tener suficiente producción para incorporar productos frescos al comedor del colegio, llevar bocadillos al recreo, o las familias para dar intercambio de donaciones para una ONG.
Además de lo que los niños disfrutan en el jardín, donde les gusta tomar sus pequeñas duchas durante los descansos, el objetivo principal es promover una alimentación saludable desde una edad temprana y aprender de dónde provienen los alimentos que ven en sus hogares. “Enseñamos alimentación saludable en las aulas, especialmente en los bocadillos que traes”, agrega la maestra a cargo. Lo que ahora espera es que la actividad de jardinería se incluya en los campamentos de verano que organiza la ANPA para no perder la cosecha.
Todo con un profundo agradecimiento a los voluntarios de Itínera y al coordinador de ONG Carlos Martínez, de quien Sonia siempre destaca su simpatía y ayuda. Además, cuentan con un centro de empleo en esta asociación compostelana, que desde 2017 realiza trabajos forestales y de pequeña escala para el ayuntamiento. Entre ellos, destaca la obra del monte Viso.
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