Otro puente con hoteles llenos. Tenemos muchas ganas de salir que en cuanto el calendario nos regale un fin de semana largo, huiremos en masa. Y llegamos a nuestro alojamiento, y disfrutamos de esos primeros 15 minutos que marcarán nuestra estancia. Nos asisten en la recepción, lo que ahora se llama ‘check in’, pero que en esencia no ha cambiado: se trata de recibirnos con amabilidad, solucionar problemas y darnos consejos, direcciones e instalaciones.
A continuación, subimos a la habitación y el tamaño del dormitorio, la amplitud o no del baño, si hay mesa o no, si hay sillas o no, si hay frigorífico para guardar un bocadillo o no. .. Los armarios, los cajones, la funcionalidad … En definitiva, todo nos ayudará a sentirnos bien, o no, y condicionará nuestros días de vacaciones y descanso. En definitiva, es un impacto de 10-15 minutos, que dura el primer contacto con el hotel. Y de esos sentimientos vendrá todo lo demás: pánico, satisfacción, placer, relajación, angustia …
Una vez pasado el momento clave de la llegada y relajados y dispuestos a dar el primer paseo por la ciudad, por el campo o por la playa, entramos al baño y miramos los artículos de aseo. Ahora se llaman «servicios», pero siguen siendo los jabones, geles y champús de toda la vida. Pues de toda la vida, no porque estos detalles de higiene y limpieza sean cada vez más sofisticados y estén elaborados por marcas cuyos nombres están asociados a la naturaleza, el lujo, la suavidad y la belleza del cuerpo. Además, incluyen novedades como cremas hidratantes y nutritivas, acondicionador para el cabello, pasta de dientes y, para completar el lote, no hace falta hilo ni aguja, cepillo de dientes o esponja para lustrar zapatos, gorro de ducha o desmaquillador multiusos, detergente, toallitas refrescantes, tonificantes …
Ya tocando el pináculo de los placeres, hay hoteles que te reciben con una cesta de frutas, una copa de vino espumoso, una botella de agua, un sorbo de oporto … Y ya no son 15 minutos de agradables detalles, sino media hora. de sorpresas tan grandes que empiezas a dudar de la comodidad de salir del hotel o alojarte en esa habitación donde todo es lujo, amabilidad y detalle.
Habiendo pasado el primer impacto con una señal excepcional, finalmente decides dar un paseo por los alrededores, pero, antes de hacerlo, toma la precaución de hacer tus necesidades para poder caminar con más gracia y soltura. Luego vuelves al baño y haces una serie de operaciones pertinentes que la decoración nos impide detallar, hasta llegar a un punto que requiere una narrativa realista para que los lectores comprendan el problema. Me refiero al momento en que recoges el papel higiénico que la dirección del hotel te ha puesto a tu disposición y, maldita sea, está apretado, tan fino que se siente transparente y se rompe la primera vez que lo usas.
No importa si la estructura es de una o cinco estrellas, no importa la ciudad o incluso el país, no importa si es de una multinacional de lujo o de Pascasio el de la Romualda porque una ley no escrita de la hospitalidad mundial exige La industria del papel higiénico para Hotel debe ser la más barata del mercado, debe romper en contacto con la recuperación, sea cual sea la parte, y no daré más explicaciones porque la contraportada de HOY siempre ha sido una página muy limpia, aunque en el caso que nos ocupa Y, después de haber comprobado esta deficiencia transversal común a casi todos los hoteles, conviene aconsejar no tirar esta hoja de periódico en el contenedor azul y llevarla contigo en tu próximo viaje por si te conviene usted.
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