Hubo un tiempo no muy lejano en que Carcaboso era una eco-aldea, una utopía ecológica que duró un tiempo hasta que chocó con la cruda realidad de la política, se acabó la ecoaldea y se acabó la utopía. En Carcaboso estaban las brasas y, sobre todo, su ejemplo abrió un camino en Extremadura que todos acabaremos caminando, ¡qué remedio! Lo de Carcaboso fue lo más parecido al martirio: se sacrificó una generación de políticos en beneficio del resto de la sociedad. Se adelantaron a la lucha contra el cambio climático y se quemaron, pero hoy todos apuntamos a ese objetivo.
En definitiva, Carcaboso ha recibido la visita de emprendedores de ecoproyectos de toda España, que han trasladado esa filosofía a los pueblos de Castilla, Aragón o Galicia. En la época de la ecoutopía, en los jardines de Carcaboso, en lugar de flores decorativas, crecían lechugas, tomates, coliflores y perales. En el interior del ayuntamiento, en las macetas no crecían ficus, sino setas, setas y fresas.
Y a la hora del almuerzo, el restaurante Las Golondrinas ofreció un menú de kilómetro cero. El día que visitamos nos sirvieron crema de zanahoria y bife de res y fue elaborado con productos que no habían sido contaminados porque no necesitaban reubicación, es decir, carne de terneros de Pío, agricultor de Carcaboso, zanahorias de la huerta orgánica municipal, cerveza. de cerveceros artesanales locales, mermeladas y quesos locales, etc. Diez bares y supermercados de la zona habían firmado un contrato de kilómetro cero con las ecoempresas Carcaboso.
Todo esto sonaba, como todas las utopías, a las vicisitudes de un alcalde y unos consejeros locos. Eran divertidos siempre y cuando no se molestaran, pero en cuanto empezaron a molestar y eso dejó de ser una anécdota divertida, se laminaron antes de que se difundiera el ejemplo. Pero el ejemplo se ha extendido y hoy, ya ves, todos somos uno contra el cambio climático y, aunque no nos esforzamos demasiado, poco a poco vamos entendiendo y aplicando una cierta medida de ecoutopía carcaboseña.
Es el caso de los restaurantes de kilómetro cero. Esta medida saludable y respetuosa con el medio ambiente es proclamada por muchos restaurantes extremeños, que se enorgullecen de comprar en el medio ambiente, ayudando así a los productores locales y promocionando la gastronomía extremeña. Pero hasta ahora solo he conocido un caso en el que se explica la procedencia de cada producto en un apartado de la carta, confirmando que se trata de un restaurante de kilómetro cero. Habrá otros restaurantes así, claro, y los descubriremos, pero en detalle, de momento, solo lo he visto en el restaurante Borona Bistró de Cáceres, que el pasado sábado fue analizado en las páginas de En Salsa por mi colega y crítico Don Poleo.
En Borona se ofrece al cliente una lista de proveedores locales, que sigue siendo un himno a la excelencia de la materia prima extremeña, el kilómetro cero puro. Así, el pan les llega de la panadería Virgen del Río de Talaván, las carnes se compran en Morán (Malpartida de Cáceres) y Quesada (Trujillo). Los frutos son servidos por el verdulero Ramos de Cáceres y los huevos de la finca Con un par (Herreruela). El aceite, Vieiru y Xalima es de la Sierra de Gata, los vinos son distribuidos por Dimarca (Cáceres), la cerveza artesanal Cervecería Invisible se produce en Cáceres y la miel y el polen son de la Sierra de San Pedro y se envasa en Amelezza ( Malpartida de Cáceres). La ecoutopía de Carcaboso llega a los restaurantes de moda y por eso Alberto Cañedo, ecomartir de la causa, puede estar satisfecho.
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