Extremadura

Crónica Negra: El parlanchín verdugo de Extremadura

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Uno de los mejores documentales realizados en España es ‘Queridos Verdugos’ (1977), una reflexión sobre la pena de muerte del director Basilio Martín Patino.

El rodaje del documental comenzó en 1970 y se centró en tres verdugos a los que Basilio pagó diciéndoles que haría una serie sobre viejos oficios. Los emborrachó y logró grabar escenas memorables.

Buena parte del documental se rodó en Badajoz, pues en esa ciudad nacieron dos de los verdugos: Antonio López Sierra, que ocupó el cargo de verdugo de la Audiencia Territorial de Madrid desde 1949 hasta 1975; y Vicente López Copete, que fue albacea de las audiencias territoriales de Barcelona, ​​Aragón y Navarra entre 1953 y 1974. Los dos, hartos del vino pendenciero, enseñan a matar a garrote «como Dios manda» a los Mesón Los Castuos, con jarrones enormes, que estaba en la calle Manuel Cancho Moreno. A pesar de hacerse pasar por profesor, Antonio fue muy criticado por tomarse el tiempo de matar a Jarabo, el asesino de cuatro, en 1959, y al anarquista Salvador Puig Antich en 1974. Perdió su trabajo una vez abolida la pena de muerte, trabajaba como portero de un edificio en Malasaña, y murió en Madrid en 1986 a la edad de 73 años. Su amigo Vicente López Copete murió en Elche en 1996 a la edad de 82 años.

El tercer verdugo, al que se ve en el documental bailando en un tablao flamenco con sombrero y piel, fue el sevillano Bernardo Sánchez Bascuñana, verdugo de la Audiencia Territorial de Sevilla desde 1949 hasta 1972, cuando murió a los 67 años.

Si Basilio Martín Patino consiguió conseguir unas sabrosas entrevistas con estos verdugos empapados de alcohol, mucho antes, en 1897, Federico Lafuente, del diario ‘La Época’, consiguió entrevistar a Salustiano, el verdugo de la Audiencia Territorial de Extremadura, que vivió en Cáceres ya que el Tribunal Territorial (hoy Tribunal Supremo de Justicia de Extremadura) tenía y tiene su sede en esa ciudad.

En ocasiones Salustiano llevó a cabo su obra fuera del territorio extremeño. Esto sucedió a finales de abril de 1897, cuando tuvo que ir a la ciudad de Navahermosa, en Toledo, a garrotear a dos hermanos: Tomás y Raimundo Guzmán Marín, que acuchillaron a dos viudas, de 80 y 70 años, y también a un joven que los identificó como autores del crimen.

Dos imágenes del uso del club en la película «El Huerto del Francés». /


Antes del fusilamiento, Salustiano concedió una entrevista a Lafuente que así lo describe: «Fisionomía dura y mirada inquieta. Supone que está perfectamente familiarizado con su repugnante oficio y habla de ello con gran entusiasmo. El verdugo le dijo que tenía 53 años y era de Toledo, donde trabajaba como zapatero. “Soy albacea desde hace 11 años -le dice- y en este período he ejercido mi profesión sólo con 8 reclusos, porque 17 han sido indultados. Me presento a todos con delicadeza y trato de animarlos”. Le dijo que ganaba 4,5 pesetas al día (el periódico costaba 10 céntimos), y que entonces era un albacea de tercera, y esperaba ser pronto de primera. También le dijo que si tenía que ejecutar a sus hermanos, «lo haré con mucho gusto». Le mostró el mazo con estas palabras: “Tiene la particularidad de que lo hizo un herrero que lo usó por primera vez en 20 meses, porque mató a su esposa, que estaba en un estado interesante, y fue sentenciada a la última. frase.» En ese momento se decía que una mujer estaba en «estado de embarazo» para indicar que estaba embarazada.

Los hermanos fueron ejecutados después de atiborrarse de estofado y galletas con chispas de chocolate. Se cuenta que de camino a la horca Raimundo pidió un vaso de agua, y su hermano le dijo enojado: «¿Pero no puedes contenerte un poco, porque en dos minutos ya no la necesitarás?».

La noticia de la muerte de Salustiano y, en detalle, del asesino Castejón.

Ocho meses después, en diciembre de 1897, Salustiano tenía mucho trabajo por delante. El día 2 le dio una bofetada a Isidro MG en Navalmoral de la Mata por matar a su mujer. Lo ejecutaron a pesar de que los médicos afirmaron que estaba loco. El 10 de diciembre mató a Riscas y Capolo en Alba de Tormes, que mataron al cura de Galisancho (Salamanca).

Un reportero de El Adelanto describió a Salustiano de mediana estatura, con bigote, “viste chaqueta y usa un sombrero negro grande y flexible. Para el reloj lleva una gran cadena de plata que lleva en el chaleco. Di lo que quieras, mirado sin prejuicios, y única y exclusivamente desde un punto de vista físico, no es un tipo que inspire asco. Su aspecto es bastante agradable. El verdugo le dijo al reportero que había sido dado de baja del ejército y había luchado contra los rebeldes en Cuba. Alegre, contó que llegó en tren desde Plasencia, que un viajero le señaló sus dos cajas de cuero negro y le preguntó si era viajero. «Sí», respondió, «soy un joyero ambulante». En las cajas llevaba las herramientas del club.

Salustiano fue quien, el 5 de abril de 1905, ejecutó a los dos autores materiales del asesinato de don Benito, que mató a la joven Inés y a su madre. Cuentan las crónicas que el joven hidalgo don Carlos fue asesinado inmediatamente rompiéndole el cuello; pero Castejón tenía bocio y murió lentamente por estrangulamiento. Mientras pudo, el preso insultó al numeroso público que arrojaba naranjas al verdugo avergonzado.

Según el ‘Diario de Cáceres’ publicado el 15 de julio de 1911, Salustiano de León Barriales, el ejecutor de justicia, falleció ese día en Cáceres «a la avanzada edad de 75 años».

Lo mismo de la edad era otra de sus bromas, porque si tenía 53 años en 1897, se moría a los 67. ¿Quién sabe?


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