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Cuesta creer que a Miguel Ángel Revilla (Polaciones, 1943), en aquel colegio de los Salesianos, le llamaran “mudito”. Había crecido en una montaña, hablaba con la “u” y tenía “cierto complejo”. Hoy, dispara con la “a”, la “e”, la “i”, la “o”… y lo que haga falta. Está sentado en su despacho. Santander. Acaba de regresar del entierro de la madre de uno de sus alcaldes. Dice que está “muy cabreado” por el caso Juan Carlos I. Hace décadas que “mudito” desapareció. Pero esta noche… el apodo parece una broma. No calla.
En la mesa, hay una lista escrita a mano. Pone: “Día 49 sin muertos por coronavirus en Cantabria”. Los otros papeles también son números: este presidente autonómico se ha hecho con un arsenal de material sanitario para enfrentar un posible rebrote. A esta conjura de cifras, se unen los millones de Juan Carlos I.
Revilla, con el tono que le caracteriza, reitera que las informaciones publicadas por este diario aportan “pruebas irrefutables de que el Emérito ha trincado”. En el pasado, mantuvieron una “relación muy estrecha”. Protagonizaron una comida que se estiró hasta seis horas. Hoy, el líder del PRC dice que sólo quiere verle “ante los tribunales”.
A don Juan Carlos, lo “único” que le eximiría -expresa- sería “traer a España sus millones, donarlos a una causa noble y ponerse a disposición de la Justicia”. Revilla también lanza un llamamiento a PP, PSOE y Ciudadanos: “¡Tenemos que tirar de la manta entre todos! Sólo así el Estado podrá recuperar su credibilidad”. Por cierto, ¿es Miguel Ángel Revilla un populista? A ver qué dice.
Está usted muy indignado con las informaciones publicadas acerca de Juan Carlos I.
Fíjese, en 1987 concurrí a las elecciones de Cantabria con este eslogan: “Que gobierne la honradez”. No puedo con los corruptos. La honradez es condición necesaria, aunque no suficiente, para representar a los ciudadanos. Un tonto honrado no vale, claro; pero un listo ladrón, tampoco. Yo no he robado nunca. ¡Es que esto ya canta mucho!
Explíquese.
Debemos exigir honradez a cualquier cargo público, pero es que… ¡Dónde vamos a parar si no era honrado quien ostentaba la máxima representación del Estado! ¡Alguien cuyo currículum era ser bisnieto, nieto, hijo de…! Los reyes deben ser más ejemplares que nadie.
¿Cómo calificaría la conducta del Emérito?
Estoy muy indignado, sobre todo por una razón: siempre hubo rumores, “que si este hombre tenía, que si este hombre se llevaba”, pero nunca antes habíamos conocido una prueba irrefutable. Sabemos que ha trincado, por lo menos, cien millones de euros. ¡Oye, no es poca cosa! ¡Es una cantidad desorbitada! Me hace pensar que es tan sólo la punta del iceberg.
Usted tuvo muchísima relación con Juan Carlos I.
Sí, es verdad. Nuestra relación fue… estrecha. Le caía bien. Me llamó algunas veces para consultarme. Recuerdo una comida que duró seis horas. ¡Aparecemos juntos en la portada de mi primer libro! Le profesaba agradecimiento por su comportamiento el 23-F. Su aparición me generó mucha tranquilidad. Si no lo hace, quizá habríamos vuelto a tener un tío gobernando España fusil en mano. Hace unos años se me cayó el mito, pero es que ahora ya… Me siento un poco culpable de no haberlo detectado. No me creía algunas cosas, pero es que es tremendo. La gente está muy cabreada. Hemos conocido lo de su estructura para esconder el dinero en plena pandemia.
Me siento un poco culpable de no haberlo detectado. Lo de Juan Carlos I es tremendo, ¡la gente está muy cabreada!
Una estructura creada durante la crisis económica.
Además, si ves sus discursos de aquella época… El fariseísmo entre lo que decía y lo que hacía me resulta insoportable. Es de una gravedad tremenda, y esto sólo acaba de empezar. Si le ha dado 65 millones de euros a una señora, ¡cuántos se habrá quedado él! ¡Porque no se va a quedar sin nada! Yo, por ejemplo, suelo darle un par de euros al pobre de la esquina.
¿Disculpe?
Sí, lo que le digo: imagínate que yo, mañana, le doy a esa persona, de repente, 100.000 euros. Nadie creería que me hubiese quedado sin nada.
¿Qué le diría a Juan Carlos de Borbón si volviera a encontrarse con él?
Que es una persona impresentable. Lo que ha hecho es de una gravedad tremenda. Lo único que puede eximirle es que traiga a España su dinero, lo done a una causa noble y se ponga en manos de la Justicia. No entiendo la inviolabilidad recogida en la Constitución. Tendría que ser al contrario: los delitos cometidos por el jefe del Estado son de especial gravedad. Pero, ¿cómo que inmunidad? Yo añadiría un agravante en el Código Penal. El Partido Regionalista de Cantabria está a favor de una comisión de investigación. No podemos tapar esto.
Pero, ¿qué pueden hacer los políticos?
Es cuestión de responsabilidad ética y moral. Debemos tirar de la manta entre todos. Estoy muy cabreado con Juan Carlos. No quiero verle ante mí, sino ante los tribunales. Sería un espaldarazo para la Justicia española. Aquí, en España, no tenemos confianza en nosotros mismos porque han tenido que ser los suizos quienes lo descubran. Estoy muy afectado, de verdad, fui muy elogioso con el Rey Juan Carlos. Lloré de alegría la noche del 23-F.
Felipe VI ha renunciado a la herencia personal de su padre y le ha retirado las funciones de representación, pero el Emérito sigue viviendo en Zarzuela. ¿Debería expulsarle?
Yo no soy monárquico. No lo he sido en mi vida. Una vez me sacó el tema el Emérito -lo dice imitando su voz- y le respondí: “Pero, ¿cómo voy a ser monárquico si soy demócrata?”. Me parece que Felipe VI no tiene mucho que ver con su padre. Es un hombre que escucha y que no cuenta bromitas. Pregunta, toma nota, tiene buena memoria, conoce el tejido empresarial de las regiones… Una vez hablé con él de la ejemplaridad de la monarquía.
¿Qué le dijo?
Le pregunté algo así como: “¿Es consciente, majestad, de que la monarquía se mantendrá en la medida en que sea ejemplar?”. Me respondió que sí, que era consciente.
Le había preguntado si considera que Juan Carlos I debe abandonar Zarzuela.
La única manera de que la Corona recupere su prestigio es que el actual Rey repudie en público la conducta de su padre y lo aleje, al máximo, de su entorno. Sé que es doloroso, pero para un jefe del Estado el país debe estar por encima de la familia. Felipe VI tiene que desprenderse de esa lacra.
La única manera de que la Corona recupere su prestigio es que Felipe VI repudie en público a su padre y lo aleje de Zarzuela
Pero, ¿es de los que piensa que Juan Carlos I debe terminar su vida viviendo fuera de España?
Que se vaya de España, pero sólo después de haber sido investigado por la Justicia. La inviolabilidad le protege de sus actuaciones como jefe del Estado, pero me cuesta creer que no haya habido movimientos en sus cuentas tras la abdicación. Es un presunto delito de evasión fiscal. Me revientan esos patriotas que están todo el día “¡viva España!”, y luego… El mayor patriotismo es tener la pasta aquí y pagar los impuestos. Yo pago el 50% de lo que gano.
Conoce bien el sistema judicial español, ¿realmente cree que la investigación a Juan Carlos I llegará a alguna parte?
Quisiera creer que sí. Nos haría recuperar la confianza en nosotros mismos. ¿Puedo contarle una anécdota sucedida en 2003?
Venga.
Cuando uno es nombrado un presidente autonómico, suelen visitarle los embajadores de países que tienen empresas en la región. Vino el de Alemania. Un tío alto y rubio. “Qué bien, cómo han dignificado el país, cuánto trabajan ustedes”, le dije. El típico peloteo. Me contestó: “Ustedes tienen una cosa de la que nosotros carecemos”. Pensé en las naranjas y el aceite de oliva. “Un idioma que, a final de siglo, hablarán mil millones de personas. Si en Alemania tuviésemos eso, seríamos imparables”.
Más allá de Podemos y los separatistas, el resto de partidos evita manifestarse acerca de las informaciones recientemente publicadas sobre el Emérito. ¿Por qué?
Vayamos por partes. Yo no estoy en el saco de Podemos. Ellos quieren aprovechar la coyuntura para destruir el sistema. Yo lo hago por decencia. ¿Por qué guardan silencio los demás? Por la maldita “estabilidad”. Igual que hicieron con los Pujol. No se dan cuenta de que están laminando la credibilidad del país.
Yo no estoy en el saco de Podemos y los separatistas; ellos quieren aprovechar la coyuntura para destruir el sistema
Dice que no es monárquico, ¿va a pedir la Tercera República?
No, no quiero meterme en ese lío. No quiero dar alas a los que pretenden destruir el sistema. Felipe VI está respondiendo a las expectativas. Por lo menos en lo que a mí concierne. No voy a sumarme al coro de los republicanos. ¡Es lo que nos faltaba! Los que creemos en este país debemos remar todos juntos. Pero sí, la monarquía me parece anacrónica. Te puede salir un genio, pero te cae un Fernando VII o un Juan Carlos I…
Hoy se celebran las elecciones de Galicia y País Vasco. ¿Se atreve a lanzar una porra?
Por supuesto. A Feijóo le doy mayoría absoluta, con 41 o 42 escaños. A Urkullu, unos 33 o 34. Gobernará con el PSOE.
¿Le preocupa que el PNV y el PP lleven gobernando tantos años seguidos?
Creo que la alternancia es buena, pero debo decir que el PNV allí es algo más que un partido. Han tenido un caso de corrupción en Vitoria, pero muy localizado. Creo que son gente seria. Los empresarios con los que hablo me dicen que en el País Vasco no se estilan las comisiones. En Cantabria, tampoco. El PNV trajo estabilidad.
Y nacionalismo. Se lo digo porque usted no es nacionalista, ¿no?
Bueno, también gobernó el Patxi -López- y fíjate la herencia que dejó.
Se lo pregunto de otra manera: ¿el PRC que usted dirige es un PNV a la cántabra?
Pues te diría que sí, pero con una diferencia muy importante. En nuestro Congreso fundacional hubo destacados miembros del PNV. Yo mismo fui telonero de Garaikoetxea en Vitoria. Pero nos separa la deriva separatista y su meliflua condena de ETA. Eso nos rompe. Por eso tuve grandes broncas con Ibarretxe. Luego he recuperado la relación porque somos vecinos. El PRC es regionalista, pero su nación es España.
¿Se encuentra más cómodo en sus pactos con Sánchez ahora que la llave la tiene Ciudadanos y no Rufián?
Sí, claro. Llegué a llamar a Rivera, que en su día me llevó en sidecar por Barcelona. Me desilusionó. Hablábamos casi cada semana. Le dije que esa oportunidad histórica nos habría evitado problemas.
¿Qué mayoría prefiere para aprobar los Presupuestos? ¿Le gustaría que se sumara el PP?
Sí. Este es el momento de todos. Casado debe dar ese paso. Ganaría muchísimos puntos. Un 70% de la gente vería con enorme ilusión unos Presupuestos consensuados con el principal partido de la oposición. En Cantabria, yo espero pactarlos con el PP, aunque sin ellos tenga mayoría suficiente. Haré lo indecible.
Me gustaría que el PP se sumara a negociar los Presupuestos, es el momento de remar todos juntos
Ha participado en todas las cumbres de Sánchez con los presidentes autonómicos. ¿Qué nota le pone a la gestión del Gobierno durante la pandemia?
Un cinco. Ahora, pasado el tiempo, quizá le ponga un seis. Veo que otros países están peor. He sido muy crítico con Pedro, pero es que no estábamos preparados. No había respuesta. Ahora, en mi caso, tengo 680 camas vacías, 90 respiradores, toneladas de mascarillas y batas. Para lo que pueda venir.
Usted, ideológicamente, ¿está más cerca de la izquierda o de la derecha?
El PRC es un partido progresista. En caso de conflicto entre poderosos y necesitados, se pone del lado de los desfavorecidos. Nunca me he definido ni de derechas ni de izquierdas. Me niego. Sólo soy extremista en una cosa: no tolero la corrupción.
¿Es un populista?
Es muy fácil ponerle esa etiqueta a alguien. Mire, cuando iba, de niño, al colegio de los Salesianos, me llamaban el mudito. Tenía complejo por ser de pueblo. Había vivido en una montaña a dos mil metros de altura. Hablaba con la “u” y no tenía amigos. Saqué el bachiller por los pelos. Cuando recitaba los lagos de España, estaba más pendiente de la regla de los curas que de otra cosa. En Bilbao, durante la universidad, empecé a ser otra persona. Les pregunto a mis amigos de esa época y me dicen que soy igual que ahora. No es una pose. Cuando no era presidente, iba a las mismas romerías. Lo de “populista” es un sambenito.
En los últimos días, Pablo Iglesias ha cargado contra varios periodistas por informaciones que le incomodan. Dice que hay que “naturalizar el insulto”. Lo dijo en la comparecencia tras el Consejo de Ministros.
Yo soy un encajador, me dicen de todo. Pero profeso el respeto. Hay que saber encajar las críticas de los medios. Iglesias debe tolerar las informaciones que no le gustan, es un principio básico de la Democracia. Claro, es muy fácil estigmatizar a un periódico y decir que está vendido a no sé quién.
Pablo Iglesias debe tolerar las informaciones que no le gustan. Es un principio básico de la Democracia
Vox, por su parte, no permite entrar a sus ruedas de prensa a los periodistas que le disgustan.
A mí los extremos no me han gustado nunca. Lo de Vox creo que es una gaseosa. Siempre habrá una ultraderecha en España, pero no como ahora. Vaticiné un resultado espectacular, lo notaba en la calle, pero es pura gaseosa, sale y luego baja. Aprovecharon la coyuntura de Cataluña.
Usted militó en el “Movimiento” de Franco, lo conoce por dentro. ¿Cree que Vox es heredero de aquella ideología tal y como le recrimina la izquierda?
¡No, no! A ver, me explico: yo pertenecí hasta los 16 años al Frente de Juventudes, que era la única forma de ir a los campamentos de verano. Mis padres no tenían dinero. Fui jefe de un equipo de espeleólogos. Nunca milité en Falange. Durante mi etapa universitaria, fui delegado del sindicato libre de la Facultad de Económicas y del sindicato universitario del País Vasco.
Cometí un error: al acabar la carrera estuve trabajando tres años en Bolsa en Bilbao. En 1972, estaba terminando la dictadura y me ofrecieron ser delegado del sindicato vertical de Torrelavega. Leí los estatutos y ofrecían posibilidades de cambio desde dentro. El periplo duró seis meses porque convoqué elecciones libres y acabé detenido. Vox tiene talante dictatorial, pero me parece correcto que esté incluido en el sistema democrático. Acogen a un sector muy añorante del franquismo.
Cuando concluya su mandato, ¿volverá a presentarse a las elecciones de Cantabria?
Espero que no. Siempre digo que es la última vez. He sido un mentiroso, pero ahora lo digo de verdad: espero no volver a presentarme. En casa no me aguantan, me dicen que lo deje. Pero vete a saber cómo va a estar Cantabria, el país, si me lo va a pedir la gente… Soy vocacional, para mí esto no es un sacrificio. Hoy no ha habido ningún hospitalizado en Cantabria por coronavirus. ¿Tú sabes la alegría que me produce? Cada día lo anoto en un papel: “Día 49 en que no hay ni un muerto en Cantabria por el virus”.
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