Jesús Garzón (no Alberto) es considerado el alma mater de Monfragüe, científico ambiental y pionero en los gobiernos que incluyen la preocupación ambiental en su agenda. A lo largo de los años ha reactivado los valores de la trashumancia haciendo pasar rebaños de ovejas por la Puerta del Sol. También fue Director General de Medio Ambiente en los albores de la Junta de Extremadura y, tras su salida de la política, se acredita a Rodríguez con Ibarra sobre el hecho de que nunca más volvería a poner a un ambientalista al frente del área: cuando se ocupa un cargo público es mejor tener un panorama que ser un hincha, un activista. Se suponen buenas intenciones.
El domingo pasado, Manuela Martín, en su Carta del Director, se refirió a Alberto Garzón, esta vez sí, como ministro activista. Tenemos un responsable de Consumo que cree que es buena idea centrarse en la excepción y no en la generalidad del sector, en este caso la buena calidad de la carne española. Y hacerlo en la prensa extranjera. Todavía no se le ocurre que lo que queda en la opinión pública (lo que ciertamente ha asumido el consumidor británico) es que si un ministro se pregunta qué vende su país, eso es razón suficiente para olvidarse de ese país en ese momento de comprar.
En este reduccionismo de los mensajes en el que vivimos, el consumidor responsable está a años luz de aprender del presidente de la Comunidad de Madrid, una ventaja a la hora de empañar el campo político trasladando ideas que, por simplismo y populismo, desvirtúan la verdad.
Díaz Ayuso ha asociado los fondos europeos con el clientelismo. Basta que esa idea impregne el imaginario colectivo, aderezado con la solemnidad de la Corte Suprema. En juego nueve millones de euros a repartir entre cuatro comunidades, una de ellas extremeña. En consecuencia: a los extremeños se nos ataca por tener un gobierno socialista.
Poco importa que los fondos de recuperación europeos sean 140.000 millones; y poco importa que la comunidad de Madrid haya recibido ya 1.200 millones, 180 de los cuales en Extremadura en el primer reparto de urgencia. Afortunadamente (¡qué haríamos con los dos millones que nos corresponden de esos nueve reportados!), nuestra región ya tiene comprometidos más de 600 millones para 2022 y más allá.
Tampoco importa que Galicia también hubiera pedido explicaciones por la distribución de ese jueguito que tanto incomoda al Madrid, pero por la vía administrativa y sin la habitual carga de entretenimiento, es decir, con el estilo de trabajo de Núñez Feijóo y no ese de Ayuso. Lo que demuestra que nada tiene que ver la ideología que se profesa o el partido al que pertenece para definir los métodos de ejercicio de la acción política.
Aunque el Tribunal Supremo, que debería ser para otra cosa, ha llegado a la conclusión de que estos programas piloto de empleo se han concedido de forma arbitraria, ello no quiere decir que el golpe de suerte de los fondos europeos sea un «rebaño» de amigos y aliados de Pedro Sánchez como ya proclamado del PP. Pero esto es lo que quedará de esta polémica.
Que Alberto Garzón aprenda la lección: que sea un poco más cauteloso en sus declaraciones porque no se puede ser activista y ministro al mismo tiempo, y más consciente de que hoy todo se reduce a un mensaje, cuanto más eficaz y menos complejo sea. es. Que alguien como él no sepa a estas alturas es una clara señal de su torpeza. Si aún no has aprendido sobre comunicación política, es decir, propaganda, pregúntale a Díaz Ayuso y otros.
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