Entre Pontecesures y Tui, la carretera nacional discurre por un surco histórico en el que sobreviven iguars del siglo XVIII al costado de la carretera.
19/09/2021 . Actualizado a las 5:00 a.m.
Al cruzar el Ulla en Pontecesures por la N-550, el viajero sigue una ruta aún más legendaria que el tramo de Corus. El corredor natural de la bajada del meridiano es mucho más claro al sur del gran río. El tren, la antigua y actual N-550, el Camino Real y la calzada romana comparten este gran corredor natural que emana de la Cuenca del Mio en Tui. A veces se superponen. En ocasiones buscamos giros y vueltas alternativos que nos permitan recordar cómo eran esos viejos surcos. La arqueología de la calle tiene más sentido aquí, Bueno, incluso hay media docena de iguares del Camino Real entre Compostela-Padrón y Pontevedra, que se construyó a finales del siglo XVIII y coincide en muchos tramos con la carretera actual.
Tras el antiguo trazado de la carretera nacional de Pontecesures, actual calle principal del casco urbano, la carretera se dirige hacia el sur y deja curvas a ambos lados con curvas suavizadas con el tiempo. Entre Valga y Caldas de Reis, destaca un tramo de este tipo, donde el sotobosque ha respetado milagrosamente sólo el eje continuo de la antigua carretera. de la primera mitad del siglo XX. Como si no quisiera desaparecer por completo.
Ya en Caldas de Reis, ahora rodeado por una variante construida a principios de este siglo, un vecino muestra un pequeño tramo del Camino Real. Explica que es antes de la construcción del puente que pasa junto al balneario. Había algunas losas para cruzar el río y luego una rampa que se usaba para acceder al manantial y al lavadero de aguas termales, dice. Es sorprendente lo familiarizado que está con las antiguas direcciones de su ciudad. El surco del Camino Real vuelve luego a la carretera, como demuestra un Leguar perfectamente conservado en las afueras de Caldas. La liga era originalmente una medida de distancia, ya que se basaba en la distancia que se podía recorrer en una hora a pie o a caballo. Fue en el reinado de Felipe II cuando se estableció la equivalencia con las 6.666 varas castellanas (5.572 metros). Se adjuntó un reloj de sol al leguar para que los viajeros pudieran hacerse una idea de la hora del viaje. Todavía se están leyendo los números romanos. Solo falta el gnomon la pieza cuya sombra se proyectaba sobre el reloj.
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