RUMANO DEL AÑO | Bianca Kovaks, actriz y humorista, nombrada “rumana del año en España”: “Este no es un país racista, aunque como en todas partes hay gente ignorante”.

Bianca Kovaks pertenece a una especie rara pero en crecimiento, como corresponde a un país cada vez más diverso: el de los actores y actrices que no nacieron en España pero que trabajan en nuestro país. La también podcaster y monologuista, figura destacada de nuestra comedia, acaba de recibir en Coslada el premio Rumana del Año en España que concede Obatalá, una asociación para la convivencia y la integración con sede en el municipio madrileño. No es el primero que le dan: en 2024 recibió un Oscar del Humor a la mejor cómica de stand up comedy, este año se hizo con el de Mejor Actriz Revelación en el Festival Internacional de Cine de Aranda y ha estado nominada al Ondas 2025 a Mejor Conversacional por el pódcast Odio a la gente, que comparte con la también humorista Carmen Romero. En la pantalla debutó hace 15 años con un pequeño papel en Los hombres de Paco y últimamente la hemos podido ver en películas importantes como Los Tortuga, de Belén Funes, o La Buena Suerte, de Gracia Querejeta.
P. ¿Por qué es importante este premio 'Rumano/a del año'?
R. Me gusta mucho acercar culturas a través de mi humor, y este premio reconoce ese trabajo. Además, es la primera vez que se concede. Yo conocí a Agustín [González Plasencia, que fue concejal en Coslada y uno de los promotores Obatalá] Trabaja en una gala de teatro. Me dijo que tenía una asociación para que convivieran todas las nacionalidades, lo cual me gustó mucho. También concede gran importancia a ayudar a la cultura rumana. No soy activista, soy actriz y comediante, pero con una broma intento ayudarte a conocer un poco mejor nuestro país. Que lo conozcas realmente, no por lo que se dice. Por eso tomo los clichés y los convierto en comedia.
P. Dice que se siente muy española, pero también muy rumana. ¿Cómo vive esa doble identidad?
R. Estoy orgullosa del país del que vengo y hablo de ello, pero hace muchísimo tiempo que me siento más española. Estoy muy integrada, me ha gustado desde el primer día. Ya tengo más costumbres españolas que rumanas. La Navidad, por ejemplo: en mi país consistía en cantar villancicos de casa en casa, ir a la nieve… y ahora la vivo como aquí. Hace dos años me vi en Roma en Reyes buscando uvas como loca, y de repente recordé de que durante 18 años no había tomado uvas.
P. ¿Se ha sentido bien recibida y bien tratada en España?
R. Sí, mucho. He tenido suerte: me han ayudado y me han dado trabajo. A veces discuto cuando dicen que España es un país racista. Para mí, no lo es. Hay ignorantes, como en todas partes, y una persona ignorante puede ser machista, racista, homófoba… Pero yo no generalizo.
P. ¿Qué estereotipos sobre Rumanía y los rumanos le ha tocado combatir?
R. Siempre dejo claro que Rumanía es un país muy seguro. Yo combato los estereotipos desde el humor: "En Rumanía no se roba, me he venido a robaros yo aquí" [risas]. Me robaron el bolso en Fuengirola y era un español; Nunca me han robado en Rumania.
P. ¿Por qué decidió venirse a España? Creo que tenía algún problema con su familia...
R. Me apeteció irme: buscarme la vida, ganar más dinero... Ahí hubo conflicto con mi familia porque querían que me quedase a estudiar. Éramos mi marido y yo, que entonces éramos novios, dos tontitos muy jóvenes, y no nos paramos a pensar mucho. Llegamos a Madrid y el amigo que nos iba a ayudar hizo lo que pudo, que no era mucho. Las primeras tres semanas estuve en la calle. No fue fácil. Pero siempre aclaro que lo mío fue voluntario: en Rumanía teníamos casa, comida… No es lo mismo que quedarte sin techo y estar años. Remontamos bastante pronto.
P. Antes de ser actriz y cómica, y de vivir en Madrid, hizo un montón de cosas, sobre todo en Andalucía.
R. Sí. Nos encantó España, nos parecía divertido, pero las primeras semanas fueron duras. El campo es durísimo: recogí naranjas, y trabajando allí me di cuenta de que yo, con 19 años, rendía menos que personas de 65. En 2005, antes de la crisis, pasé al sector inmobiliario. Era una franquicia fuerte en la Costa del Sol: tenían 14 oficinas, pero luego se quedaron con una. Se me daba bien.
P. ¿La vocación de actriz le venía de lejos?
R. Sí. Mi padre trabajaba en el cine de mi ciudad, Sighisoara, en Transilvania, donde nació [el personaje que inspiró el Conde] Drácula, y nos ha llevado muchas veces. Era proyeccionista y quería mostrarnos lo que pasaba detrás de la pantalla. Pero le dije que quería estar en la pantalla. Siempre me han interesado mucho las escenas.
P. ¿Y cuándo se decidió a dar salida a esa vocación, una vez aquí?
R. Cuando emigras, al principio no piensas en sueños. Piensas en comer, casa, papeles. Años después me puse mala de la tiroides y me pregunté: "¿Yo aquí a qué he venido? ¿Qué quiero hacer con mi vida?". Y ahí fue cuando empecé a formarme. Primero en el teatro de la Casa de Cultura de Fuengirola, mientras trabajaba de camarera. Luego también hice cursos de interpretación en Málaga y en Madrid, hasta que ya me mudé.
P. En pantalla debutó con una superproducción...
R. Sí. Vi en la tele el anuncio de un macrocasting para Noche y día, la peli de Cameron Díaz [y Tom Cruise, de 2010]. Yo y otras 8.000 personas nos presentamos, pero me atraparon. En una escena de acción me podéis ver caminando, sentado en una terraza y hablando con un camarero. Pero para mí fue enorme: confirmó que quería estar allí. Un rodaje de película americana, dos días, bien pagado... fue brutal.
P. Sobre su parte cómica, ¿cuándo se dio cuenta de que tenía gracia?
R. Siempre me ha pasado mucho que hablaba en serio y la gente se reía. Además, quería dejar el aeropuerto [trabajaba en el duty free]pero la interpretación no me dio estabilidad. Me encantaba la comedia, la veía mucho. ponerse de pie y los profesionales me dijeron que debía dedicarme a esta tarea. Empecé a escribir chistes y lo probé. Y comencé a cobrar muy pronto. También estoy muy obsesionado con la educación y el trabajo.
P. El mundo del 'stand-up' no es fácil: hay que patear mucha sala y lanzarse con el micro...
R. ¡Claro!. Yo iba a pueblos donde no tenían ganas de verme, ni sabía llegar... ¡casi ni el GPS! Y ahora en cambio estoy en auditorios, teatros, he actuado en los Feroz, he hecho sketches para los Forqué… Pero recuerdo actuar en un bar al lado de La Latina con una caja de Coca-Cola como escenario, y los camareros que me empujaban al pasar.
P. ¿Ser migrante rumana ha puesto barreras a su carrera?
R. Yo creo que no... Soy muy optimista y saco lo positivo. Me decían: "va a ser difícil, no hay tantos papeles" Y yo respondía: "bueno, pero tampoco somos tantos". El acento nunca he intentado quitármelo: para la comedia hace más gracia. Hubo una racha en la que me cabreé, porque no podía vivir de hacer papeles episódicos en series, y ahí me puse con la comedia: depende más de mí, no de productores. Subes, haces reír y da igual si eres rumana o africana, chica o chico.
P. ¿Qué prejuicios pesan todavía sobre los rumanos en España?
R. Cuesta que nos vean trabajando en puestos más altos, en uno que no sea de limpiadora o de camarera. Luego se sorprenden: la mejor abogada que conozco aquí es rumana. Miguel Gane es un poeta rumano que escribe en español y vende muchísimo. Hay dentistas, profesionales… Y la gente aún se sorprende. No sé si es prejuicio o que hay que leer y viajar más.
P. ¿Y los rumanos sobre los españoles tienen clichés?
R. Que gritáis mucho en las cenas. En Rumanía hay un silencio impresionante en los restaurantes. A veces aquí me tengo que salir porque no puedo tener una conversación seria con tantos gritos al lado. Y también flipo con lo de tirar servilletas al suelo en los bares: en Rumanía tiro algo y me echan [risas].
P. ¿Existe un 'humor rumano'?
R. No lo creo: depende del estilo de cada uno. Pero allí son más atrevidos. Hay temas de los que aquí ahora cuesta mucho hacer humor, y allí sí lo hacen. Aquí si vas a una tele tienes que mandar antes el guion, llegar a acuerdos… Allí puedes ir más a tope.
P. ¿Hay algún tema sobre el que usted nunca bromea?
R. Yo me pongo mis límites según el público. Si actúo en un teatro de un pueblo y veo mucha gente mayor, hay temas que no trato: se pueden escandalizar, no es público de monólogos. Para mí se puede hablar de cualquier cosa, pero si el público se divierte. Tengo un bloque donde hablo sobre el cáncer porque hace un tiempo tuve un susto, sangré varios días… La gente se ríe, pero no me voy a ir a un hospital a hablar de eso. Tengo la suerte de que quien viene a verme me conoce y quiere que hable de todo.
P. Su pódcast se titula 'Odio a la gente'. ¿Es de verdad misántropa o es puro chiste?
R. Ni una cosa ni la otra. Carmen y yo sacamos cosas a la luz sobre gente gilipollas, pero gente que no conocemos. Yo quiero a muchísima gente. El nombre salió porque Carmen se fue un domingo al gimnasio, le pregunté que por qué lo hacía y me dijo: "yo qué sé, odio a la gente" [risas]. Ella es menos sociable que yo. Pero en el podcast hablamos de cosas importantes, intentamos ayudar... Y a la hora de hacer comedia todo el mundo cae: izquierda, derecha... Si nos das contenido, haremos bromas sobre ti.
P. En cine ha hecho papeles cómicos pero también mucho drama, como en 'Los Tortuga'. ¿Le cuesta cambiar a ese otro tono?
R. En absoluto. Me encanta poder hacer las dos cosas. Yo empecé haciendo drama. He hecho drama en Acacias 38, por ejemplo. Y viene una serie cuya primera temporada lo ha petado a nivel mundial y estoy en la segunda, pero no puedo decir más. Es drama total.
P. Dice en la ficha de su agencia que hace kárate. ¿La veremos peleando en pantalla?
R. Mi padre fue entrenador de jiu-jitsu, y yo hice muchos años de kárate. Me encantaba. No lo he llevado a una película todavía. Más acción sí, pero kárate no. Ahora que me he puesto a entrenar, a cuidarme y a perder peso... ¡quién sabe!
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