Sin drones, sin mapas digitales, sin órdenes claras... Los bomberos no quieren verse cegados por los incendios forestales

Tres conversaciones con tres bomberos veteranos aunque jóvenes y expertos. Uno de Madrid, otro de Catalunya y otro de Galicia. Los tres en activo, dos implicados en la extinción este mes de agosto, y los tres poniendo condición previa de anonimato. En sus respuestas a EL PERIÓDICO desfilan las carencias que lamenta este colectivo profesional imprescindible, más allá de sus cuitas laborales.
Este diario ha reunido sus comentarios, de los que sale una exigencia común: “No se puede seguir con métodos del siglo pasado para fuegos de este tamaño”, dice el catalán. Los tres piden una renovación profunda de la lucha contra el fuego en España: en la cadena de toma de decisiones, en los medios y, sobre todo, en la digitalización de la tarea... "para no ir a ciegas contra el fuego", resume el gallego.
Estos son sus puntos de vista, formulados y agrupados cuando aún no ha finalizado la situación de alerta operativa 2 en parte de los incendios que han constituido este agosto la mayor catástrofe forestal en extensión de la historia de España.
Tarde de verano. El teléfono de emergencias se está llenando de llamadas de automovilistas que ven desde la autopista una columna de humo unos cerros de bosque más allá de la cuneta.
Se activa un grupo de bomberos o agentes forestales, acaso tres o cuatro y un camión. Salen de su base, penetran en una pista forestal, ruedan kilómetros bosque adentro, quizá entre escarpes y laderas… para ver si se trata de una quema o un incendio real y cuánto de extenso es el estropicio. Puede que, cuando llegue la brigada, no sea necesaria su actuación, o el fuego no sea del volumen que se sospecha, y, si esa brigada es requerida en otro punto por otro aviso, deberá desandar el camino, volver a alcanzar la carretera, buscar otra pista forestal... todo con mucha pérdida de tiempo.
Para entonces, el erario lleva gastados ya alrededor de 5.000 euros. Si esa revisión se hace en helicóptero, el vuelo de una hora se lo cobrarán las concesionarias a la Administración a entre 5.000 y 8.000 euros, contando en la factura el mantenimiento de la aeronave y el combustible.
Las tres fuentes consultadas por este diario coinciden en pedir drones. “Llegas hasta el punto de la autopista desde el que te han avisado, envías el dron y en unos minutos tienes imágenes del fuego desde arriba y puedes confirmar la emergencia, y con un coste mínimo”, explica Pablo, el bombero catalán. Si Defensa está investigando en drones de vigilancia para los ejércitos, "también servirían para nosotros", opina Ramón desde A Coruña.
En este triste mes de agosto, en los incendios de Cáceres, León, Zamora y Ourense se ha visto la mayor afluencia de drones hasta ahora en estas incidencias. Según ha expuesto el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, en el Senado, de los envíos de ayuda de ocho comunidades autónomas -Catalunya, Madrid, Navarra, País Vasco, Valencia, Castilla-La Mancha y Baleares- a los incendios (principalmente de Castilla y León) salieron tres equipos de drones. Puso también aeronaves robóticas la Guardia Civil, además de las que traía la Unidad Militar de Emergencias.
“Pero ninguno era para extinción ni tampoco lo fueron para prevención o vigilancia”, lamenta David, el bombero forestal madrileño.
El 26 de abril de 2024, el fiscal de Medio Ambiente, Antonio Vercher, pidió al Seprona, las policías locales y los agentes forestales que realicen con drones un mapeo de zonas de alto y medio riesgo de incendio forestal. Una fuente del ministerio público comenta eufemísticamente ahora: la petición “no obtuvo la respuesta deseada”.
Una pareja pesca cerca del incendio en Aguas Mestas (Lugo) el 26 de agosto. / Adrián Irago - Europa Press
“Haz la prueba: entra en internet y busca un mapa de pistas forestales”, reta Pablo desde Barcelona. Efectivamente, el resultado es muy poco operativo en una búsqueda de primer nivel: por ejemplo, mapas forestales del Sistema de Información Geográfica del Medio Natural de Castilla y León, o un avanzado visor de la Generalitat Valenciana, o el Mapa Forestal de España.
El primer recurso informa de montes de utilidad pública, zonas húmedas, árboles notables, cotos de caza… pero no de pistas forestales, su anchura, su estado tras el invierno, su inclinación. El segundo caso muestra las vías pecuarias pero con cartelito: “Es solo de uso informativo”, y sin detalle de pistas forestales. El tercero corresponde a un proyecto... acabado en 2006.
“Necesitamos digitalizar la acción contra el fuego, un mapa de pistas visible en el móvil, con datos sobre su estado, fácil de acceder cuando estás in situ”, pide el bombero catalán. Vamos, un GPS específico para las brigadas de extinción que podría hacerse con un mapeo que pedía hace un año la Fiscalía de Medio Ambiente.
La Xunta de Galicia, en 2024, editó el PLADIGA, un abultado dosier de prevención que, en materia de innovación tecnológica, previó la "implantación de móviles, tablets y XeoCode Lite en las motobombas". El pasado 20 de marzo, el gobierno gallego alardeó en una nota de implantar "el uso de inteligencia artificial en la Plataforma Tecnológica de Lucha contra los Incendios, que es ya un referente en España y Europa". Cinco meses después, Ramón dice que no ha visto esos avances, "y está quemado más del 10% del terreno de Ourense".
“Llegamos con los camiones a un concello, nos dirigimos a la zona de monte y debemos ir probando cómo pasan y hasta dónde llegan los vehículos, pero hay que tirar de un paisano que conozca la zona, o perderás un tiempo precioso”, dice. En opinión de los tres expertos consultados, España necesita una cartografía forestal accesible y digital. "Y vehículos adecuados", añade el catalán. Las furgonetas para bomberos que ha hecho famosas por su fragilidad la Junta de Andalucía van más rápidas por carretera que los 4X4, pero una vez en la montaña...
Un Canadair anfibio respondiendo a un incendio. / MITECO
Puede que uno de los extremos más obscenos -para David, “más deprimentes”- del desastre de agosto haya sido el intercambio de reproches entre políticos. Y entre ellos, la salida del ministerio de Transición Ecológica a atajar un bulo del PP, que había contabilizado públicamente el 13 de agosto en 42 los medios aéreos del Estado contra el fuego. Corrección: son 56.
Cincuenta y seis aeronaves del Estado para posibles incendios en un país con 28 millones de hectáreas de superficie forestal (dato de Greenpeace). Solo diez de ellas son aviones anfibios para carga de agua, propiedad del Estado -operados por el 43 Grupo del Ejército del Aire. La mayoría de medios está contratada a empresas. El resto de la flota está en manos de las autonomías, pero no está concluido un catálogo nacional de recursos autonómicos porque, como ha denunciado el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, varias autonomías (entre ellas Extremadura, Castilla y León y Galicia) no ha aportado datos.
En un momento cumbre de la oleada de incendios, el 20 de agosto, había 14 grandes siniestros en marcha a la vez. Las autonomías afectadas reclamaron el día 15, de pronto y en medio de un clima de confusión, diez aviones anfibios y 10 helicópteros (Extremadura), 30 helicópteros (Castilla y León) o todos los medios aéreos de ala fija y helicópteros (Galicia). Este año, la UE dispone para ayuda de sus miembros de... 26 aeronaves.
“La capacidad de ataque de un avión Canadair o Bombardier sobre el fuego es indudable, pero no pueden volar de noche, y la noche es fundamental”, dice Ramón desde A Coruña. “Un fuego iniciado por la tarde se te puede convertir en un monstruo cuando, de noche, no cuentas con apoyo aéreo”, tercia Pablo.
Esos aviones, una ayuda poderosa en el frente de fuego, cuestan alrededor de 25 millones de euros. En enero de 2018, el entonces ministerio de Agricultura y Medio Ambiente sacó a subasta tres aviones Canadair CL-215 y un lote de seis motores… todo ello propiedad del antiguo ICONA y tras cinco años de desuso. Precio de salida: 200.000 euros.
“Podríamos tener una flota con el triple de esos aviones, pero no sería efectiva sin buena coordinación”, apunta Pablo. Este bombero catalán señala que “los pilotos son reacios a una saturación de medios en el espacio aéreo del incendio, porque hay poca visibilidad y es muy peligroso”. De ahí que ese sector profesional no sea partidario de compartir misión con drones en el mismo teatro de operaciones, con acusado riesgo de colisión.
Y, sin embargo, en Francia está ya a prueba un dron asistente de los bomberos (en montes de Córcega), para labores de extinción, capaz de cargar 600 litros de agua, si bien con una autonomía reducida a ocho minutos de vuelo, que en el futuro se ampliará a 40. Estará operativo para las brigadas forestales el próximo año.
La industria china comercializa drones H300 para extinción que arrojan bombas de agua de 25 kilos y apagan por impacto, con posibilidad de vuelos nocturnos coordinados entre sí. “Pero no se trata solo de apagar -dice Ramón-, también de relevar a los equipos en la fase de fuego extinto”. En esa fase, tras las de fuego activo, estabilizado o perimetrado, y controlado, el protocolo manda que quede alerta un 20% del despliegue humano. Ese personal puede dedicarse a otras tareas si vuelan drones especializados en detección de calor bajo las cenizas. Ya se fabrican desde hace tiempo en España.
Soldados de la UME descansan en literas o en el suelo de un polideportivo de Ourense. / UME
Desplegar brigadas forestales ante las llamas no implica solo dotarlas de camiones cisterna, equipos de protección y atizadores. “Enviar un montón de gente sin comida ni agua suficientes es un disparate”, lamenta Pablo.
El bombero catalán se refiere a escenas que se han visto en León y Galicia este verano: los vecinos de las aldeas, algunos de ellos dueños de bares, preparando bocadillos, zumos y refrescos para que puedan alimentarse e hidratarse -“más allá del bocata de chóped y la barrita energética”, dice David- plantillas subcontratadas, pagadas precariamente en toda la zona oeste de España y con empleos estacionales.
Una barrita energética de 40 gramos, otra de muesli de 25 gramos, un cóctel de frutos secos de 50 gramos y una botella de bebida isotónica de 20 centilitros componen los kits de urgencia que se reparten a los agentes forestales en Castilla y León, después de que la Junta generalizara las raciones puestas primero a prueba en incendios de Salamanca en 2023. La Consejería de Medio Ambiente de esa comunidad explicó en su día a los medios que son kits para parar el golpe, diferentes de las raciones individuales de comida que se organizan una vez puede llegar el avituallamiento a la zona.
De todas las acusaciones de falta de coordinación logística que lanzó la ministra de Defensa, Margarita Robles, la pasada semana en el Senado, la que más ha quemado a sus destinatarios autonómicos castellanos fue su relato del Ejército montando módulos de servicio para acoger a 200 brigadistas y “a día de hoy solo han acudido a cenar 20 personas y dos turistas”, dijo Robles.
Dos bomberos de la UME delante del incendio en una montaña de Ouense. / UME
“Se inicia el fuego entre dos municipios, hay aviso… y dos alcaldes se ponen a discutir: ‘¿sacas tú tu camión o lo saco yo?’”, relata Pablo. Hay un nivel de discusión de las acciones que asciende desde concellos y ayuntamientos hasta gobiernos autonómicos, y desde ahí hasta el Estado; un sistema “en espiga”, explica Ramón, que se ha revelado “poco eficaz” este verano, tercia David.
“A lo mejor lo primero que habría que hacer es que todos los medios implicados tengan los mismos canales de comunicación, la misma radio, los mismos códigos, sean de una región o de otra, porque el fuego no entiende de demarcaciones”, añade el madrileño.
Se ha hablado profusamente en los medios a lo largo de estos días de la falta de coordinación, y de equipos de bomberos de brazos cruzados y frustrados por la impotencia porque un mando desbordado no enviaba la orden de salir. “Un poco de mando único no vendría mal. En los centros de coordinación parece importar más el carguito que la operatividad. Hay que renovar el sistema de mando y quitarle enchufados que no saben de esto. He estado en reuniones de 12 personas en las que era muy difícil hablar, colar una opinión técnica, porque primero tienen que hablar los políticos…”, lamenta Pablo. "No se puede luchar hoy contra el fuego con métodos del pasado, jerarquías del pasado y medios del pasado", concluye.
Terreno quemado en Tres Cantos (Madrid). / Gabri Solera - Europa Press
Aldeas en zonas boscosas con hoteles rurales, bares, rutas para visitantes, hermosos parajes… y sin hidrantes para los bomberos. No hay estadísticas españolas que se hayan hecho públicas, ni estatales ni autonómicas, sobre la disponibilidad de hidrantes en zonas de riesgo. De ese recurso saben en cada ayuntamiento y el servicio local de bomberos, acaso también Protección Civil, pero “la información no está a la mano, rápidamente, con un click, de un equipo que llega para apoyo”, denuncia David.
Disponer de hidrantes en buen estado es parte de la responsabilidad de las autoridades locales y sus planes de previsión de incendios… “cuando existen”, dice Ramón.
Pablo se fija en las urbanizaciones. “En la mayoría no se conocen planes de protección. Ni hay responsabilidad clara”. No la hay, por ejemplo, para un desbrozado eficaz de fincas sin construir, y un mantenimiento de la llamada “interfaz urbana-forestal”. O sea, una franja limpia, entre donde habita el ser humano en sus chalets y donde ya manda la naturaleza.
“Pero ni drones, ni avances digitales sirven de mucho si no hay franjas de discontinuidad”, añade el catalán. Se refiere a sectores del territorio que abren claros de al menos 200 metros de ancho dedicados al cultivo y que interrumpen las masas forestales a modo de grandes cortafuegos. La abundancia de franjas de discontinuidad -entre otros muchos factores.- explica por qué son poco frecuentes los grandes incendios forestales en el muy boscoso País Vasco, o, este año, en Catalunya. “Pero aquí también hemos tenido mucha suerte, ¿eh?”, matiza Pablo cruzando los dedos.
Entra la conversación quizá ya en terreno de discusión de ese pacto de Estado para hacer frente al cambio climático. Los tres expertos están de acuerdo en que no hay franjas de discontinuidad sin ganadería extensiva, ni sin hacer rentable la agricultura en la sufrida, y ahora muy quemada, España vaciada.
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