La empleabilidad es el gran tema de la universidad. Ni los rectores ni el ministro lo dicen. Los propios estudiantes lo denuncian. Seis de cada diez universitarios españoles se sienten reacios a seguir su carrera cuando salen del aula con la titulación en la mano. El 90% se da cuenta de que necesita una formación adicional, un máster u otra especialización, para adaptarse a las necesidades del negocio. Esta es la principal conclusión del estudio de la Fundación Universidad Empresa, en el que se encuestó a estudiantes de todas las áreas de conocimiento y recién egresados para ver cómo ven el sistema de educación superior.
Los universitarios encuestados, en su mayoría de 21 a 27 años, el 38% ya se han graduado, creen que los dos principales problemas que deben cortocircuitar una relación fluida entre facultades y empresas o administraciones son la separación entre muchos planes de estudio y el mercado laboral y la pocas o ninguna hora de aprendizaje práctico durante los cuatro años de formación que estos estudios avanzados toman al menos.
Siete de cada diez no tienen ninguna duda de que las universidades carecen de la agilidad y la flexibilidad para adaptar los planes de estudio a las necesidades de un mundo laboral en rápida evolución. El 64% siente que es muy urgente actualizar estas hojas de ruta académicas para que coincidan con los perfiles profesionales que garantizan un puesto de trabajo. La directora de operaciones de la Fundación, Carmen Palomino, señala que los centros no pueden actualizar rápidamente sus estudios por «problemas burocráticos» que deben ser prohibidos.
EL PERFIL LABORAL CLAVE Hasta un 30% estaría dispuesto a cambiar su título por un FP si pudieran elegir ahora
Estudiantes y graduados coinciden en que es imperativo que todos los estudiantes realicen prácticas en empresas o instituciones antes de finalizar sus estudios. El 74% también defiende que todas las carreras deberían garantizar un elevado número de horas de formación obligatoria en los entornos laborales para mejorar la empleabilidad. Que las universidades tienen mucho que mejorar en este sentido lo demuestra el hecho de que el 82% de los estudiantes realizan prácticas a través de portales de empleo o especializados, una proporción muy superior a los puestos que ofrece la propia facultad. “Las prácticas son una de las principales fuentes de formación de los jóvenes talentos. Mejoran sus habilidades y conocimientos y no solo les facilitan la entrada al mundo laboral, que, en las circunstancias en las que vivimos desde hace unos meses, necesita fortalecerse más que nunca ”, coincide Palomino.
La falta de planes de estudio actualizados y una formación práctica inadecuada hacen que seis de cada diez estudiantes crean que la universidad no es una de las principales formas de conseguir un empleo, y que hasta un 30% de ellos lo admiten cuando lo hacen en la escuela con sus manos cambiaría su licenciatura por un módulo de formación profesional superior.
La sinceridad sobre la voluntad de compartir es total. Por la misma razón, el número de personas inscritas en VET ha crecido un 60% durante la última década. Sus estudios se adaptan cada vez más a la demanda de técnicos empresariales, como lo demuestra el hecho de que son contratados un 50% más que los universitarios y solo un 10% parados, unos ocho puntos menos que los graduados. “Con la formación profesional se pueden adquirir competencias en tan solo dos años que se adaptan al 100% a las necesidades de la empresa y cuentan con una formación muy práctica. Se valora y los jóvenes lo saben ”, explica Palomino.
Las demandas de los estudiantes coinciden con los cambios preparados por el gobierno en la organización de los estudios universitarios. Esta reforma, que aún se encuentra en redacción, prevé la creación de carreras de educación dual que combinen aulas y negocios, la posibilidad de aumentar las horas de prácticas obligatorias al 25%, y la posibilidad de adaptar hasta el 50% del plan de estudios. Agilización y desburocratización de la reforma curricular y creación de nuevas titulaciones para adaptarse más fácilmente a las prioridades empresariales. El plan universitario estipula que es posible hacer estos ajustes curriculares en un máximo de seis meses, si ahora puede llevar años.
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