Galicia

«Es impactante ver a jóvenes de 20 años u hombres con traje en la cocina comercial».

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Víctor Ocampo Zalvide es un joven de 19 años de Betanzos que vive en la residencia Gelmírez y está cursando una doble licenciatura en matemáticas y física en la Universidad de Santiago. Hasta ahora todo ha sido normal … Pero a pesar de lo duro de su carrera y sobre todo en tiempos del coronavirus, ya tenía claro antes de comenzar sus estudios que quería ser voluntario. Fue en octubre cuando se decidió entre varios servicios sociales para la cocina comercial de la capital gallega y se aseguró de que no podría haber estado mejor.

“Con este voluntariado tengo la oportunidad de ayudar a los demás y por qué no, gano algunos créditos en la USC”, admite mientras se deleita con la distribución de alimentos que se lleva a cabo todo el lunes sin faltar ninguno, para que el usuario pueda tener un fogón en frente a ellos «como todos los demás»

“Es un trabajo gratificante. Es alentador saber que estás ayudando a un comedor de beneficencia donde tanto las monjas de esta instalación como los voluntarios hacen todo lo posible para proporcionar platos a las personas que no tienen acceso a la comida. Y ahora mismo, en tiempos de COVID, cuando muchas personas se ven afectadas por la crisis económica, que se debe a muchos cierres en la industria hotelera o en la economía en general. «

Víctor asegura que la labor de distribución de alimentos en la cocina comercial “me abrió los ojos a una visión diferente de Compostela que no conocía”. Con esto en mente, explica: “Por ejemplo, me sorprende caminar por la calle y encontrarme con un hombre de traje y corbata y luego verlo en el comedor. Y chicos como yo en mis veinte también están esperando en la puerta. «

“Hay muchos prejuicios. Nadie tiene que recurrir a ayudas benéficas, como en este caso la cocina comercial. Desde los padres hasta las mujeres, hay personas sin hogar … Todos pueden tocarnos ”, dice Víctor.

También destaca el trato cercano a las Hijas de la Caridad, lideradas por sor Alicia. “Ya conoces a muchos porque son habituales y preguntan por sus familias o si finalmente han encontrado trabajo”, explica.

Los lunes, él y otros tres voluntarios son responsables de usar un Tuper. la comida que se distribuye entre más de un centenar de usuarios. Además del agua, siempre hay un primero, un segundo y un postre. «

Y ya que el estado de alarma lo impuso la pandemia y «el 80% de los usuarios prefiere comer» por motivos de salud, explica el coordinador de la instalación, Javier Brage.

Recordemos que el pasado mes de marzo «tres hermanas dieron positivo por lo que se tuvo que proporcionar catering antes de poder abrir el comedor». Muestra la avalancha de usuarios que han venido a participar. Las cifras comparativas entre marzo de este año y el pasado no dejan lugar a dudas: hace un mes se sirvieron 2.283 cenas, frente a más de 4.000 en 2020 o 3.879 comidas, mil menos que en marzo del año pasado. Y un hecho que da que pensar: la apertura de los comedores escolares, la Rescatado la comida de muchos niños.


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