Todo el mundo tiene un pueblo, ese lugar en el que refugiarse cuando uno está hasta el gorro de la urbe. Bienaventurados los que tienen uno por lazos familiares y los que no, si andan a la caza y captura de uno, mejor que elijan uno con un buen restaurante. Porque no solo de admirar el paisaje y confraternizar con los paisanos viven los urbanitas. Aquí va una relación de pueblitos buenos con restaurante para escaparse en Semana Santa. Destinos con encanto (gastronómico).
Callizo (Aínsa, Huesca)
Es fácil enamorarse hasta las trancas de una villa como Aínsa, situada en el corazón de los Pirineos y que cuenta con un casco antiguo de estilo medieval. Los 1.700 habitantes que tiene se multiplican cuando llegan puentes y fechas vacacionales. Para comer, hay una dirección fija en la agenda de todos los gurmets: Callizo (plaza Mayor, s/n), distinguido con una estrella Michelin. Los chefs Josetxo Souto y Ramón Aso firman una cocina de mucha técnica que busca provocar la emoción partiendo siempre del producto local y la presentan en un comedor unas vistas que quitan el hipo.
Casa Eutimio (Lastres, Asturias)
Pocos pueblos más pintones tiene Astures -y mira que hay competencia- que esta villa marinera de subidas y bajadas por calles empedradas con encanto. En la parte de abajo, una pequeña playa y el puerto de pescadores completan la postal. Una dirección de toda la vida en la que es díficil fallar es Casa Eutimio (San Antonio, s/n). Luce la cocina marina con platos como el besugo a la espalda o el bogavante de Lastres en dos salsas. Imposible irse sin llevarse alguna de las conservas (de mucha calidad) que elaboran aquí.
Sésamo (Hervás, Cáceres)
Otro de esos rincones de la geografía española que parece que lo tienen todo: una ubicación de película en la sierra del Ambroz, una pintoresca judería y vías verdes para estirar las piernas. Entre la oferta gastronómica hay mucho asador de corte clásico, pero también restaurantes que se salen del sota y caballo y rey como la casa de comidas Sésamo (Cuestecilla, 4). Víctor Moreno es el cocinero que pone en la mesa una cocina viajada pero siempre apegada al territorio con indispensables como las costillas de cerdo asadas a baja temperatura lacadas con salsa ‘hoisin’, cebollino y sésamo o el guiso tradicional de manitas de cerdo deshuesadas y gamba roja.
Ca Joan (Altea, Alicante)
Un buen plan: llegar temprano a Altea y perder el rumbo por su calles que conducen, inexorablemente, hasta la orilla del mar. Uno de los pueblos más bonitos de la Costa Blanca cuenta con uno de los mayores templos de la carne de todo el país: Ca Joan (Partida la Olla, 146). Lo que hace aquí Joan Abril es jugar con maduraciones larguísimas que aplica a piezas nobles de vaca de trabajo o de buey. Los menos carnívoros también encontrarán tesoros en el plato, desde los ‘sepionets’ a la plancha hasta las alcachofas con jamón.
Mesón Sabor Andaluz (Alcalá del Valle, Cádiz)
No toda la provincia de Cádiz vive a lomos del trajín playero de localidades como Conil de la Frontera o Tarifa. Alcalá del Valle, con una ubicación pegada a la provincia de Málaga, es uno de los pueblos más emblemáticos de la serranía de Ronda y pertenece a la ruta de los Pueblos Blancos de Andalucía. Allí se encuentra Mesón Sabor Andaluz (Huerta, 3), una de las mayores sorpresas de la cocina andaluza en los últimos tiempos: Pedro Aguilera ofrece una cocina llena de sensibilidad en platos que sorprenden como la lechuga a la brasa con holandesa, anchoas y queso Payoyo o un impecable guiso de rabo de toro.
La Casa de Manolo Franco (Valdemorillo, Madrid)
La Comunidad de Madrid tiene (muchos) rincones en los que refugiarse del ajetreo de la capital. Un ejemplo es Valdemorillo, en el oeste de la región, y que posee un encanto innegable. En plena sierra de Guadarrama, es un punto de partida perfecto para disfrutar de la naturaleza. También de la gastronomía porque aquí se ubica La Casa de Manolo Franco (De la Fuente, 6). El titular del nombre del restaurante es un experiodista metido a chef que ofrece una cocina refinada y elegante con platos para el recuerdo como la sopa castellana de tomillo y cantueso o la ternera de Valdemorillo a la parrilla con ‘demi-glace’ de espliego, hierbabuena y boniato.
Villa de Frómista (Frómista, Palencia)
Una de las paradas más pintonas del Camino de Santiago francés es esta villa palentina en la que los enamorados del románico encuentran uno de los templos mejor conservados de Europa: la iglesia de San Martín de Tours. Las buenas noticias también continúan para los aficionados al buen comer. En el restaurante Villa de Frómista (avenida del Ejército español, 22) se ofrece tradición bien hecha con platos irreprochables como el arroz de pato de Villamartín con ‘foie’ y boletus o la paletilla de lechazo asada en horno de leña con su guarnición.
Yayo Daporta (Cambados, Pontevedra)
El paseo marítimo, el pazo de Fefiñanes, las ruinas de Santa Mariña… Dentro de esa zona cada vez más de moda que es la comarca del Salnés, en Rías Baixas, Cambados es uno de los pueblos que más atractivos ofrece. El chef Yayo Daporta (Rúa Hospital, 7) cocina su entorno con mimo, con platos como la vieira asada con espagueti marino y gallo de corral o la lamprea a la bordelesa. Una estrella Michelin y dos soles Repsol avalan su manera de entender el producto desde el buen gusto y el sentido común.
Txoko Getaria (Getaria, Guipúzcoa)
Merece la pena para el que aún no la conozca, dejarse caer por esta localidad cercana a San Sebastián. De calles pintorescas, cuenta también con el museo Balenciaga, dedicado al modisto, y una serie de restaurantes de primer nivel con la parrilla marinera como reclamo. Junto al conocidísimo Elkano, destacan también Txoko Getaria (Katrapona Plaza, 5), abierto desde 1953 y en el que no puede faltar el rodaballo junto a otros pescados de relumbrón como el rape o el bacalao, que se presenta acompañado de patatas de Álava.
El Doncel (Sigüenza, Guadalajara)
Uno puede quedarse con la boca abierta paseando por esta localidad, que cuenta con vestigios medievales pero también góticos, como la famosa escultura del doncel, del gótico tardío. También lleva el nombre de El Doncel el mejor restaurante de Sigüenza (paseo de la Alameda, 3). Una estrella Michelin y dos soles Repsol reconocen la cocina de Enrique Pérez, que cocina la temporada en platos que suenan clásicos pero aparecen renovados. Especial atención a los salazones y los quesos.
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